Frankfurt Grasiento

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Estaba en la puta esquina,

la puta esquina por la que había pasado una y mil veces,

el frankfurt de toda la vida,

no os creáis,

tiene su reputación joder,

pero yo solo era un necio que pasaba por delante sin percatarme,

cuando una chica me decía que quería comer  frankfurt o hamburguesa acabábamos en un chino cualquiera,

pero esta noche,

buscando algo que cenar acabe ahí,

y de repente la vieja barra de madera,

el lugar inundado por el vapor grasiento de la plancha,

unos frankfurt mas buenos que cualquier mierda que puedas imaginar,

y buena cerveza,

y sentí que estaba en un lugar mágico donde el mismo Bukowski pasaría feliz las horas emborrachándose,

y quizás escribiendo unas lineas,

me imagine la vida de los camareros,

ya sabes,

señores de mediana edad parcialmente calvos,

con el cogote lleno de pelos revueltos,

y me preguntaba si no era una vida triste,

eran todos simpáticos, pero la amargura asomaba entre perrito caliente cocido,

y perrito caliente servido,

ninguno de ellos era el dueño,

me imagine que serian puteros habituales,

pero que coño,

acaso no servían unos frankfurts de puta madre,

y llenaban los estómagos de salvajes como yo,

¿que me hacia mejor que ellos?

¿ser bastante más joven y con una cara algo más agradable?

alguien tiene que cocer y servir los frankfurts joder.

Dos clientes habituales entablaron conversación conmigo,

estaban realmente interesados,

uno era uruguayo y llevaba 16 años frecuentando el local,

tenia el pelo revuelto y casposo,

los dientes torcidos,

pero un buen humor que ya quisiera más de uno para si,

el otro un gordito catalán que debería ser abuelo,

unas gafas de tubo hacía que aún le resaltaran más los ojos,

ojos de sapo sabio encantado,

era cliente desde 12 años atrás,

y yo,

yo era el nuevo,

y declare solemnemente delante de todos,

y al mismísimo encargado,

que acababan de ganar un cliente.

Dos maestras después me di cuenta que iba bastante borracho,

así que di el lunes por terminado.

Pero supe que a partir de entonces volvería  a la grasienta barra,

a tomar cerveza y comer frankfurts de calidad,

en un lugar particular,

quizás en busca de historias,

quizás solo a envejecer antes de tiempo.

Cartas desde el InframundoWhere stories live. Discover now