Siempre hablo de las cosas rotas,
¿acaso no queda nada en este mundo que no lo esté?
Y si lo hay, es por poco tiempo.
Las cosas rotas,
las que yo he roto en los demás.
Matando su ilusión,
su afecto,
su confianza,
de que jamás los dañaria,
de que nuca les haría daño.
De que por encima de todo los protegería.
Amar.
Es una apuesta muy alta.
A veces ni sabemos cuánto estamos apostando,
y cuando caen todas las piezas desparramadas por el suelo,
sin posibilidad de montarlas de nuevo aún menos repararlas y que luzcan como antes de hacerse añicos.
Ahí es donde uno se da cuenta de cuanto la a jodido o de cuanto lo han jodido.
Poco importa llegado a este punto.
No somos más que alguien que existe, porque vivir no es esto, vivir tiene un sabor muy diferente.
Y no se oye el tintineo y crujir de esas piezas rotas con cada paso que damos.
El sabor de vivir resulta amargo ahora al recordarlo y sentirlo en esta insípida existencia.Demasiado peligro para un alma tranquila,
demasiada lentitud para un alma que vive rápido.
Demasiado de todo y nada de mucho.
Apenas en lo que dura una nube de algodón,
lo dulce se volvió afilado y cortante.
Y ahora dime, en las ya clásicas conversaciones imaginarias.
¿Cuántas?
¿Cuántas son?
¿Cuántas son esta vez?
¿Cuántas promesas rotas son esta vez?
¿Cuántas promesas rotas debo sumar a los cadáveres de todas las promesas asesinadas?
*uno de los borrachos dijo que ni todo el whiskey del mundo podia deshacer esos cadáveres.
YOU ARE READING
Cartas desde el Inframundo
RandomMuchas veces nos preguntamos si las historias son ciertas, que hay de verdad en ellas. Lo cierto es que no importa si son verdad o no. Importa lo que las personas quieren transmitir con ellas. No me preguntéis si son reales, no intentéis copiarlas...