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Silencio, era lo evidente dentro de la habitación. Las cortinas permanecían cerradas, manteniendo fuera el ajetreo de la mañana.

Una mañana poco común, el primer día de clases. El primer año universitario, se suponía que tenía que estar emocionado, debía despertarse con más energía de lo normal, con una sonrisa resplandeciente y miles de historias emocionantes transitando cada neurona hasta estimular  su cuerpo, sentir la dopamina en su sistema y explotar de entusiasmo.

Eso deseaba, despertar con energía, pero en comparación, se cuerpo se encontraba laxo sobre el colchón, de costado, su cabeza recargada sobre la palma de su mano, sosteniéndose con el brazo, mientras su mano libre acariciaba con ternura el pequeño pie regordeto del cachorro.

Sus ojitos se mantenían cerrados, su pancita subía y bajaba al compás de su respiración pacífica. Louis sonrió encariñado, llenándose de ternura.

Paso la mitad de la noche despierto porque su bebé habia decidido no querer dormir, arrastrándose por toda la cama, sintiéndose un adulto. Y Louis tuvo que mantenerse despierto si no quería que cayera por la orilla de la cama.

Durmió tan solo cuatro horas y despertó tres minutos antes de que su alarma sonará para poder apreciar a su bebé durmiendo con aquella tranquilidad endulzante, con mejillas rojas, piel blanca semejante a la nieve, pestañas cortas y nariz abotonada, sus labios delgados y muy rojitos y entreabiertos.

Louis se tomó un tiempo para admirar al cachorro, para absorber toda aquella energía que cargaba de amor y positivismo su vida.

Siempre funcionaba, mirar a su bebé unos cuantos minutos antes de decidir levantarse de la cama y pensar que todo lo que hacía; lo hacía por él.

Acarició el cabello lacio y dorado, plantando un beso profundo en su mejilla rellena para poder iniciar su rutina acostumbrada.

Tomó una ducha rápida, no más de diez minutos para impedir no estar en la habitación si el bebé se despertaba, se vistió, preparo su mochila y la pañalera de el pequeño, preparo igual la fórmula y se dispuso a despertarlo con muchísimo cuidado para evitar que se molestara.

Daniel abrió con pesar sus ojitos, el verde olivo resplandeciente bajo la luz artificial de la habitación. Llevo sus manitas hasta frotar torpemente sus ojos y parte de sus mejillas, sus labios formaron un puchero lastimero. De inmediato, Louis paso sus manos debajo de su pequeño cuerpo, la mano derecha se deslizó bajo su espalda hasta recargarla bajo su nuca y su mano izquierda presionó la baja espalda hasta alzarlo precavido del colchón.

—Buenos días, pedacito de sol. —acerco al cachorro, hasta que su rostro quedó a escasos centímetros del suyo, rozo su nariz con la suya en un beso esquimal suave, sonrió ampliamente al escuchar la risita del cachorro. La enorme necesidad por abrazarlo fuerte se hizo presente. Apretarlo con fuerza contra su pecho y mantenerlo ahí por siempre.

—Hoy es un día, muy, muy importante, amor. —le hablo Louis, como se había acostumbrado a charlar con Daniel, como si él fuese un adulto y pudiera entender cada palabra.

Cuando supo que fue aceptado en la universidad decidió mudarse de inmediato a Londres, para poder ajustarse meses antes a su nuevo estilo de vida.

Lo que significaba que su madre se había quedado en Doncaster junto a su papá, por lo que la única persona cerca con la que podía charlar era su cachorro, ni siquiera era un conversación pero eso bastaba. Louis era conocido por parlotear siempre, algunas veces hasta lo hacía de más.

Llegó a meter a sus amigos en problemas por no saber mantener la boca cerrada.

Su estilo social al menos de los últimos dos meses se reducía a las charlas con su cachorro, respuestas en forma de balbuceos y el intercambio de palabras que tenía con el chico del supermercado.

Teacher AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora