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CAPÍTULO 2:

Tal y como había imaginado, la casa estaba muy bien vigilada. Ella llegó con Pegasso, sigilosamente, a través de la espesura del bosque y ambos se situaron a unos treinta metros de la casa, escondidos entre el follaje. Todas las luces de la casa estaban apagadas y no se escuchaba ni el menor ruido, pero tendría que estar ciega para no ver todos aquellos hombres que rodeaban la casa. Sólo atinaba a ver sus grandes siluetas oscuras, pero era más que suficiente para contarlos y temerlos. Había más de cuarenta hombres y no sabía si una distracción los atraería a todos. Tal vez, no fue tan buena idea anunciar su próximo rescate.

Pegasso relinchó a su lado y ella le puso las manos sobre el hocico para evitar que volviera a hacerlo. Las cabezas de muchos hombres se habían movido al relinchar el cabello y ella quería darle una buena tunda al animal. Sabía a la perfección que tenía que estarse calladito cuando salían por la noche.

- Pegasso, - murmuró- a la próxima te quito tu ración de manzanas.

El caballo movió las pequeñas orejitas con descontento, pero ella no le prestó más atención. Volvió a apretarse entre los matorrales y contó por tercera vez a los hombres que rodeaban la casa. Sabía cómo llegar hasta ella, había hablado con Yuka el día anterior para asegurarse de encontrarla de prisa. Conocía la forma más rápida de llegar hasta allí. En los últimos días les hizo varias visitas que fueron muy bien recibidas. ¿Cómo no iba a ser bien recibida si era la condesa? También sabía la forma más rápida de sacarla de allí para siempre. Pero… ¡No sabía cómo quitarse todos esos hombres de su camino!

Se mordió el labio inferior con nerviosismo, y rebuscó dentro de su capa la bolsa que le había preparado Phillips. Cohetes para distraerlos. Luces y ruidos estridentes. Suficiente para hacer que unos cuanto se movieran pero, ¿se moverían todos? Era un gran riesgo gastarlos todos de una, pero por muy buena espadachina y tiradora que fuera, ni ella misma podría con diez de esos hombres al mismo tiempo. Tenía que encontrar un plan alternativo por si el primero no salía tan bien como ella esperaba.

Pensó, pensó y pensó y cerca de media hora transcurrió mientras desechaba un plan tras otro cuando la gran idea se le vino a la cabeza. ¿Cómo no se le pudo ocurrir antes? No tenía por qué alejar necesariamente a todos los hombres de la casa. Simplemente, podía atraerlos hacia un punto de la casa en el que no entorpecieran sus planes. La idea era fantástica y sólo tenía que situar bien a Pegasso para poder sacar a Yuka lo antes posible. Ése era otro gran problema. No podía acercar demasiado a Pegasso, lo verían y todo su plan al traste.

- Pegasso,- susurró a su oído- necesito que te quedes muy calladito y que te muevas intentando hacer el menor ruido posible con los cascos.

Sujetó sus riendas y con todo el cuerpo temblando porque ese paso era esencial para el rescate, comenzó a caminar entre la maleza. Dos veces estuvo a punto de tropezarse y delatarse, pero supo mantener el equilibrio y agacharse para que los hombres atraídos por el ruido, no la divisaran. Atravesó los arbustos más altos para poder esconder la silueta de Pegasso y se detuvo a menos de diez metros del patio que rodeaba la casa. Dejó a Pegasso allí y corrió lejos de la casa, una vez más, para instalar los cohetes en el lugar escogido. En ese sitio no corría el riesgo de incendiar nada ya que era un claro, y tardarían lo suficiente en llegar hasta allí como para que ella sacara a Yuka. Sacó una cerilla de su bolsillo, encendió la mecha y corrió.

La señorita Yuka no era ninguna belleza, no entendía por qué alguien querría secuestrarla. Nada más acudir a su casa se la presentaron y lo trataron como a un rey por ser el conde. En realidad, estaba acostumbrado a que lo trataran de esa forma. Cuando el marido los dejó solos un momento, ella se le echó encima y por poco no hizo que le saltaran todos los botones de la bragueta. ¡Qué mujer tan atrevida! Nunca en su vida le había ocurrido algo semejante; nunca se había sentido tan avergonzado. Se la tuvo que quitar de encima con mucho esfuerzo y paciencia y para cuando volvió el marido, ya le había quedado bien claro que no tenía ninguna intención de beneficiársela.

ɛʟ ƈǟɮǟʟʟɛʀօ ɖɛʟ ƈʀɛքúֆƈʊʟօ |•INUYASHA•|Where stories live. Discover now