18.

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Estaba hecho un lío y si era sincero todo lo que quería era romper algo o quizá golpear a alguien, aunque llorar también parecía una buena salida a los sentimientos encontrados que tenía.

¿Por qué el capitán había tenido aquella actitud y simplemente se fue dejándolo con la palabra en la boca? Él quería despedirse al menos. Estaba preocupado por ese tonto al saber que pasaría tiempo fuera y él simplemente se fue con una estúpida frase formal que odió. Definitivamente odiaba el formalismo más que nunca.

Pero sus problemas no acababan ahí, porque su vida jamás era sencilla. Las cosas que Saur había dicho y la forma en la que había actuado también mantenían inundada su mente y el conflicto de ambas cosas no le permitía pensar con la claridad que quisiera, o más bien no podía pensar en nada que no fuera golpear a alguien.

Caminaba a la par de Saur hacia algún sitio aunque ya había olvidado el motivo o quizá nunca llegó a escucharlo, pues su cabeza sólo pensaba en mil cosas mientras él intentaba arreglar el jodido botón de ropa superior que parecía estar mal colocado, o quizá solo era su incomodidad con la vida lo que hacía que viera que todo estaba mal.

— ...puedes decidir si quieres gobernar tu reino o pasarle el poder al alguien, pero mientras lo piensas, debo decirte que tu reino es uno de lo más difíciles de manejar por su gran importancia, hablando tanto comercialmente con los distintos reinos como dentro de la ciudad, es por eso que...

— Si. —respondió mientras aún intentaba arreglar el botón de su ropa, sin importarle verdaderamente de qué iba la charla porque había dejado de escucharlo tiempo atrás.

En ese momento Saur volteó extrañado por aquella respuesta que nada tenía que ver con su charla, entonces notó que toda la concentración del menor parecía estar enfrascada simplemente en corregir un error mínimo del cual ni siquiera él, que se consideraba una persona observadora, había notado.

— Muchas veces los botones son difíciles de domar o domesticar sin ayuda de alguien experto... —bromeó acercándose a él— si me permite... —sin esperar una respuesta llevó las manos hacia el pecho de Hyungwon donde también estaban sus delgadas manos, las apartó con suavidad y se tomó el atrevimiento de arreglar el detalle, además de ordenar minuciosamente el resto de la prenda— ya, perfecto. —informó con una sonrisa ante la sorprendida mirada del príncipe— Ahora vamos.

Al escuchar aquello, Hyungwon frunció el ceño. ¿Ir? ¿A dónde?

Lo siguió por cortesía pues tampoco quería admitirle al rey que llevaba ignorando su importante charla desde varios minutos atras, pero al ver al lugar que se dirigían, la espinita de molestia que ya andaba en su pecho, se enterró aún más. La última vez que había ido a las caballerizas, había sido con Wonho así que el recuerdo de lo ocurrido volvió a golpearle la mente una vez más.

Se quedó de pie a unos metros de distancia, con los brazos cruzados, simplemente viendo como un par de sirvientes preparaban el caballo del rey para que él lo montara.

— La primera regla para ser un buen príncipe, y por tanto buen rey es dar una buena imagen... ¿Cómo? Pues montando a caballo. No hay mejor imagen que esa—comentó Saur para finalmente acercarse a él— a pesar que usted es un príncipe, sé que le tiene miedo a los caballos... Y es una fobia extraña, viviendo como vivimos, así que... —extendió su mano hacia él con una sonrisa— por favor, venga conmigo y estará seguro mientras supera su miedo, monte conmigo en el caballo.

El príncipe miró su mano extendida y aunque su oferta fuera amable, no estaba dispuesto a compartir un caballo con alguien que no fuera Wonho, sobre todo si era la misma persona a la que había visto caerse un par de veces.

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