CAPITULO IX

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(Parte III)

Se sentía tan seguro. Como si su cuerpo fuera escudado por esos fuertes brazos que cubrían los suyos, nada más parecía existir. Sus ojos estaban cerrados tratando de alejar el martilleo que trataba de romper su cráneo. El dolor que había surgido desde su pecho y que desbocó con un llanto descontrolado por fin parecía mermar, alejándose gracias a su confortable escudo.


Quería permanecer envuelto en sus brazos por siempre, quería que esa paz recubriera su mente y alejara todos sus miedos. – Edward­–. Un sollozo lastimero dejó su cuerpo a la par que él volvía su rostro en ese suave apoyo que le sostenía.


El hipo del llanto mermaba con cada nueva inhalación así como el temblor de su cuerpo se alejaba con cada nueva caricia que recorría su costado izquierdo. Su olor impregnó cada espacio posible en su cuerpo. Le acobijó de pies a cabeza, hizo mella en su psique y se plantó en su pecho. Se sentía tan caluroso allí. Tan vulnerable y expuesto que el pequeño brote color plata que había germinado en su pecho se dejó recubrir por la calidez de su tacto. Incluso su lobo estaba allí. Dejando que la presencia de Edward peinara su crin mientras su cuerpo reposaba sobre sus patas y su hocico tocaba suavemente las pequeñas hojas de lo que parecía un árbol.


Sus ojos se abrieron de bruces. No era la primera vez que sentía ese pequeño tallo. Moviendo su rostro suavemente sobre el pecho de Edward recordó la primera vez que lo sintió. Fue el día que visitó a Bella por última vez, cuando Edward salió del volvo. Haciendo acopio de una fuerza que no tenía se obligó a hacer memoria. Aquel día en la parte más profunda de su ser, un pequeño árbol, tan grande como un brote, empezó a nacer; rodeándose por un casi inexistente listón, el pequeño árbol tan reluciente como la plata se alzaba con fuerza sobre su corazón. ––un estremecimiento recorrió su cuerpo de pies a cabeza.


––¿es real?


Dando una profunda calada al aire, dejó que sus sentidos volvieran a ser embriagados por el aroma de Edward. Cerró sus ojos y dejó que su mente se aclarara. Con una suave inhalación se concentró en sí mismo. Ahí estaban. Incluso su lobo estaba allí, aun sobre sus patas y con su hocico pegado al pequeño árbol, parecía ensimismado viendo como las hojas danzaban y anhelaban la suave brisa dorada que oscilaba y resaltaba el listón como una caricia. Cada nueva respiración hacía que sus hojas se menearan en armonía mientras que su lobo se dejaba cobijar con su llegada.


Ahora que hacía memoria, ese mismo estallido de energía en su pecho le impulsó a actuar no hace más de unas horas. Cuando vio a Edward esta madrugada en el claro del cráter, un sentimiento de anhelo embriagó su cuerpo y le demandó el contacto con el mayor. Como si algo dentro de él tuviera una necesidad de estar tan cerca como Edward lo permitiera, una necesidad de tocar y sentir... Tan absorto estaba en ese momento que no se dió cuenta que ese pequeño árbol había brillado con mayor intensidad y que, ese traslucido listón que ahora centelleaba con vida, había cobrado la forma de un árbol incluso más pequeño que el suyo por un segundo; antes de que Edward le apartara...


...su vínculo se estaba formando cuando Edward le apartó


Mirando nuevamente al imponente Were acercarse a las diminutas ramas, una media sonrisa bailó en sus labios, era tan inverosímil que una caricia tan delicada fuera dada por una bestia tan grande.

Début à la fin (Jacob x Edward)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora