3. Sígueme

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-¿Tú me quieres?- Aitana dio una pequeña encogida y se puso la mano sobre el pecho mientras soltaba un suspiro de alivio.

-Joder Luis que susto.- Me coloqué a su lado en la barandilla y saqué el paquete de tabaco.

-¿Tú me quieres?- Insistí encendiendome el cigarro.

-Claro.- Sonrió ella dándole una calada al suyo.

-Deja de fumar.- Ella rodó los ojos y dejó escapar una pequeña sonrisilla. -La que no iba a fumar nunca.- En un acto reflejo le arrebate el cigarrillo de la boca y lo chafé contra el cenicero apagándolo.

-Ey, ¿de qué vas?- Me miró con el ceño fruncido y me encogí de hombros con indiferencia.

-Sé que no fumas de normal Aitana, y si lo haces es porque te pasa algo.- Negó y la mire levantando las cejas.

Se mordió el labio. Sabía que no podía mentirme, no le serviría de nada, la conocía demasiado.

Jugó con los anillos de sus dedos y le acaricié la espalda.

-¿Qué pasa?- Intenté sonar lo más empatico posible, no quería que se sintiera en la obligación de contármelo si realmente ella no quería.

-No es nada, simplemente estoy agobiada. La gira, las firmas, las promos, las ruedas de prensa, ahora el concierto de OT que es muy importante para mí.- No la dejé acabar. La cogí de la barbilla para que me mirara a los ojos y le sonreí.

-Por eso no te preocupes Aiti, lo estás haciendo genial. ¿Que es agobiante? Sí, puede, pero piénsalo, mucha gente mataría por tener lo que tienes.- Asintió y sonrió.

-¿Puedo darte un abrazo?- Alcé una ceja y sonreí de medio lado.

-¿Desde cuándo me preguntas eso?- Reí y ella se hundió en mi pecho.

Ella era hogar. Sus abrazos eran vida. Los años pasaban y seguía notando esa calma, esa paz, eso que solo su tacto me provocaba. Ese escalofrío recorriendo toda mi columna vertebral y provocandome un pequeño espasmo al llegar a la última vértebra. Porque dos éramos nosotros después de uno y uno. Porque de cada abrazo hacía un nudo. Porque éramos la diferencia.

-¿Por qué no hicimos tanto daño?- Susurró aferrándose más a mi.

Y de repente otra vez las dudas, el miedo, el coraje, el rencor, el dolor, la tristeza, sus manos temblorosas agarrandome con fuerza la tela de la camiseta por la espalda.

Mis lágrimas luchando por salir y mi lagrimal reteniendolas como a rehenes en un conflicto bélico. Las suyas empezando a empapar mi pecho.

Su labio tembloroso callando sollozos. El mío destrozado porque ya había comenzado a acribillarlo de nuevo.
Pero dolor, sobretodo dolor. Ese que se nos hundía en el costado como si de clavos ardientes se tratase, matándonos por dentro, dañándonos. Rompiendonos en pedazos y haciéndonos sentir culpables de todo. Porque sabía que su pensamiento no era muy diferente al mío. Nos sentíamos débiles, vulnerables. Vulnerables por el hecho de pensar que el sufrimiento del otro era responsabilidad nuestra, aunque en realidad ambos tomamos la decisión de corrompernos por dentro.

-¿Por qué te fuiste?- Reproché.

Ya habíamos vuelto al mismo puto campo de batalla. Ya había vuelto a retarla a un duelo y había empuñado la espada.

Esperaba que perdiera los estribos, me empujara, me metiera una hostia y me dijera que era un puto gilipollas, que le hice daño, que jugué con ella, que qué cojones iba a hacer con un hombre de 30 años, que a los tres meses y medio de ella serle infiel a Miguel en los camerinos yo me fuera con otra mujer.

Pero no, no fue así. Su llanto enmudeció y se aferró más a mi.

-Lo siento.- Consiguió decir con la voz quebrada.

Negué y me separé de ella, notando un enorme vacío al no notar su tacto, sus brazos rodeando mi torso.

La quería, era una de las personas que más me habían marcado, pero eso no tapaba el hecho de que le tuviera rencor, de que me daba miedo mirarle los labios y tener que aguantar esas ganas locas de comerle la boca, de que no quería mirarla a los ojos, porque sabía que me volvería a enamorar, sabía que lo haría, y no quería volver a sufrir por si ella decidía volver a marcharse.

-Aitana, ¿tú sabes como me dejaste?- Ella se mordió el labio y yo suspiré intentando soltar toda la tensión por mi boca. -Joder, ¿qué pretendías con ese polvo Aitana?- Ella negó y eso solo me desesperó más. -¿No qué?-

-Que no lo sé.- Susurró deslizándo los dedos índice y pulgar por su frente con frustración.

-¿Que no lo sabes? Bien, pues haberlo pensado antes de bajarme el pantalón.- Escupí para después irme.

Había sacado los trapos sucios, y sí, había sido lo más rastrero y asqueroso que podría haber hecho, pero lo sentía, sentía que necesitaba quitarme toda la mierda que llevaba arrastrando durante seis putos años.

Pasé la noche sentado en el bordillo de la acera de en frente del hotel. A la interperie, congelandome. Mal por mi parte, ya que me pondría malo y al día siguiente era el concierto del reencuentro. Pero me daba exactamente igual, me autocastigue por capullo. Debí haber dejado pasar la pregunta y ya. Debí haberme aferrado a ella, haberle acariciado la mejilla y besarle la sien y haberle dicho que todo estaba bien seguido de un buenas noches.

Me pasé la noche en vela, llorando, sintiéndome como un completo gilipollas por hacerle daño cuando ella solo quiso saber por qué no habíamos vuelto a hablar, por qué no la había invitado a mi boda junto con algunos de mis compañeros de OT, por qué no le había presentado a mi hija, por qué me había comportado como un crío de 18 años guardandole rencor por una relación que duró poco más que un verano, por qué no había ido a buscarla la noche de después de que me dejara hecho una mierda y haberle dicho lo que sentía, que me tenía loco, que la quería, que si ella se iba años después estaría feliz con otra mujer pero en parte vacío por dentro.

-Luis, Luis, ¿estás bien?- Alguien me zarandeaba y yo empezaba a notar el frío del asfalto contra mi sien.

-¿Qué hora es?- Pregunté medio adormilado mientras me sentaba en el bordillo y me frotaba los ojos.

-¿Cómo que qué hora es? ¿Tu sabes el susto que nos has dado joder?- Por lo visto me había quedado dormido en la calle como un vagabundo. -¿Qué hasias' durmiendo a la interperie con el frío que hase'?- Preguntó Ana quitándose su chaqueta y pasándomela por mis hombros.

-No quería molestar.- Ana me miró incrédula y suspiré. -Me he "peleado" con Aitana.- Resoplé haciendo comillas con mis dedos.

-¿No llevan ni un día juntos y ya están así?- Me encogí de hombros y miré al suelo mientras jugaba con las piedrecitas del asfalto. -¿Pero tú estás bien Sepeda'?- Preguntó acariciandome la espalda y dedicándome una de sus preciosas sonrisas que tanto añoraba.

мe acoѕтυмвre a qυererтe || Aiteda [FINALIZADA] Where stories live. Discover now