8. Esta Vez Quiero Ser Yo

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Narra Aitana

Miguel se pasó las manos por el pelo y suspiro mientras caminaba de un lado a otro.

-¿Qué coño es esto?- Preguntó serio señalando los papeles sobre la mesa y mirándome.

Yo seguía con la mirada clavada en el suelo, las manos entrelazadas y la pierna inquieta. Me mordía el labio y de vez en cuando miraba los papeles sobre la mesa.

Quizás había sido muy precipitado, quizás todavía no era el momento, quizás me equivocaba y lo que había sentido con Luís aquella noche solo había sido algo puntual.

Levanté la mirada y lo mire a los ojos por primera vez en toda la noche.

-¿Así de repente has pensado que, bueno venga, voy a divorciarme?- Me miro incrédulo y negué. -¿No qué? Aitana, me puedes explicar qué cojones pasa, porque supongo que esto no viene solo de hoy. Viene de ayer, de antes de ayer y así podríamos llevar un mes.- Volví a negar y el resopló. -¿Que no qué Aitana? ¿No qué? ¿No es de antes, ha sido de repente? N-no sé Aitana, explícame porque o yo soy muy gilipollas y no me entero o tú eres muy mala insinuando.- Yo seguía en silencio. Realmente no sabía que responderle. -Es que no sé, esta mañana has llegado y me has dado un beso y todo perfecto y ahora de repente, de la nada, ya no quieres estar conmigo. No lo entiendo, de verdad que no lo entiendo.- Se cruzó de brazos y se quedó parado en frente mía. -¿Vas a decir algo o no sigo perdiendo mi tiempo?-

-No estamos bien Miguel.- Él se pasó los dedos índice y pulgar por el puente de nariz y negó. -Ha-hace tiempo que noto que todo es muy rutinario, siempre lo mismo, no sé, ya no hay chispa. Joder Miguel ¿cuándo fue la última vez que fuimos a cenar juntos los dos solos? ¿Cuándo fue la última vez que fuimos de vacaciones? ¿En la Luna de Miel? Porque que yo recuerde no hemos vuelto a hacer nada fuera de la rutina.- Realmente no era eso, tampoco estaba diciendo nada que no fuera cierto y no se me ocurría nada mejor.

-Pero Aitana, eso es absurdo y tiene solución. ¿Cómo te vas a divorciar porque tu marido no te lleva a cenar o de viaje?- La verdad es que le había puesto una excusa de mierda.

De Luís no le quería decir ni media porque le había cogido una manía impresionante desde aquella noche en la discoteca.

Lo quitaba cuando salía en la radio porque como siempre había sacado temazo. Cuando salía en las noticias porque había conseguido hacer soult out en más de 20 conciertos, decía que era tongo. Y cuando salía el tema de la Academia, me "prohibía" contar nada que estuviera relacionado con él. Técnicamente no me lo prohibía porque yo puedo hablar de lo que me de la gana, pero no le hacia ninguna gracia. Eso no cambiaba el hecho de que yo siguiera hablando de él con otra gente.

-No te centres solo en eso, son ejemplos. E-es todo Miguel, q-que ya no hay...- Intenté buscar bien las palabras. -Ya no hay amor, ya no siento.- Asintió y sonrió leve mirando al suelo.

-¿Hay otro verdad?- Era más listo que el hambre. Lo mire incrédula y negué. -Aitana, no me mientas, sabes perfectamente que si es así lo sabré antes o después.- Volví a negar pero esta vez más vulnerable, con más miedo a que se destapara todo. -¿Quién es? ¿Cepeda?- Volví a negar y note como se me aceleraba el pulso. -Por el amor de Dios Aitana, ¿de qué coño eran esas miradas y esas sonrisas? ¿de odio?- Me quedé callada y él frunció el ceño. -Podrás engañar a más de media España con tu estúpida frase de "yo a Luís le tengo mucho cariño" intentando dar a entender que solo sois compañeros de Academia, pero a mí no Aitana.- Me levanté y me puse delante suya enfadada.

-¿Y tú que sabrás? No sabes nada de mi Miguel, nada, ¿y sabes por qué? Porque tú nunca me has querido, porque nunca nos hemos querido. Porque tu fuiste buscando salseo que dar a la prensa y aprovechaste que yo estaba rota, recién salida de una relación, para salir conmigo y engordar tu fama. ¿Y qué pasó? Que yo me enamoré y a ti no te importó casarte conmigo, si total, luego te follabas a otras. ¿Me equivoco?- Se quedó en silencio y clavó su mirada en la mía. -Pues eso.- Había explotado, había sacado toda la mierda que tenía dentro, había empuñado el arma y se la había clavado en el punto exacto. El de la verdad.

Me dirigí al que por desgracia se había convertido en nuestro cuarto y empecé a hacer una maleta con lo justo y necesario. No me cabía todo, y muy a mi pesar debía volver a llevarme mis cosas.

-¿A dónde vas?- Preguntó cruzandose de brazos en el marco de la puerta.

-No es de tu incumbencia.- Cerré la maleta y la dejé caer sobre el suelo estirando el asa. -Volveré a por lo que no me cabía en la maleta, espero que tengas los papeles firmados, los míos ya lo están.- Me dispuse a salir pero me retuvo agarrandome de la muñeca. -Sueltame.- Ordené seria intentando zafarme de su agarre.

-Te he preguntado que a dónde coño vas.- Exigió él apretandome la muñeca.

Otra tal vez hubiera sido sumisa, hubiera agachado la cabeza como un perro mojado y hubiera entrado de nuevo al cuarto a sentarse a hablar con su marido. Pero no, yo no. Ni él ni nadie iba a achantarme y mucho menos iba a mandar sobre mi.

-Y yo te he dicho que no te importa.- Me solté con fuerza y salí dando un portazo.

Bajé por las escaleras, no quería arriesgarme a que el ascensor tardara mucho y a que el muy loco saliera a buscarme.

Abrí la puerta del portal y me quedé paralizada.

Luis Cepeda Fernández iba vestido con camisa blanca, llevaba un ramo de rosas en la mano y buscaba entre los botones el que minutos antes había sido mi piso.

-¿Luis?- Capté su atención y dio una pequeña encogida hacia atrás posando una de sus manos sobre su pecho. -¿Qué haces aquí?- Creo que era obvio qué hacía allí.

Estaba nervioso, intentó buscar bien las palabras pero entonces captó la maleta y me miró preocupado.

-¿Ha pasado algo?- Negué sonriendo.

Sabía que él sabía que sí, que sí que pasaba algo, que no estaba bien.
Pocos fueron los segundos que tardé en asentir y borrar esa sonrisa de la cara.

Me aferré a él, muy fuerte. No quería que me volviera soltar, no quería tampoco que fuera yo la que decidiera soltarse de su agarre para volver a caer en ese pozo sin fondo, ese que cada vez se hacía más estrecho y más oscuro, ese que cada vez me fue alejando más de él.

Me permití llorar, me permití mancharle la camisa blanca recién planchada de maquillaje, me permití ser de una vez yo misma, romper los trozos de cristal pegados con celo que había dentro de mí desde aquel 7 de octubre de 2018.

-¿Te vienes conmigo a casa peque?- Asentí todavía hundida en su pecho.

El camino en coche se me hizo eterno, nadie decía nada, él me miraba de reojo de vez en cuando y yo no me atrevía a mirar a otro lado que no fuera la ventana.

мe acoѕтυмвre a qυererтe || Aiteda [FINALIZADA] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora