9. Cariño Espérame

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Narra Cepeda

-No hagas mucho ruido porfa, está la peque durmiendo.- Susurré abriendo la puerta de mi piso mientras ella asentía.

Nos metimos en la cocina y Aitana se sentó en la encimera.

-¿Quieres un café?- Pregunté encendiendo la cafetera.

-No gracias.- Contestó con la voz apagada y con la mirada fija en el suelo.

Me subí a la encimera también y me puse a su lado. Pasé un brazo por detrás de su espalda y coloqué mi mano en su hombro atreyendola hacia mi. Ella apoyó su cabeza en mi hombro y suspiro cansada.

-¿Qué te pasa enana?- Noté como su moflete chocaba con mi cuello dándome a entender que había esbozado una sonrisa.

Como añoraba esos momentos, esos momentos de risas, de abrazos, de lágrimas con el consuelo del otro, de amistad. Siempre pensé que se nos fue de las manos, de que tal vez nos habríamos querido mucho como amigos; pero yo era de esas personas que no se arrepiente de nada de lo que hace, siempre he pensado que cada acción que realizamos la hacemos porque sentimos en ese momentos que debemos hacerla así, y que a lo que nosotros llamamos "errores" en realidad no lo son, son aprendizajes.

La miré sonriendo y ella volvió a agachar la mirada.

-Me voy a divorciar.- Se me paralizó el corazón y tragué saliva. -No aguanto más.- Susurró para después romper a llorar y aferrarse a mi torso.

-Ey, no me llores.- Susurré acariciandole el pelo  y posando mi barbilla sobre su cabeza.

Y entonces vinieron las dudas, las ilusiones, el miedo al fracaso, el rencor. Joder, el puto rencor, se nos había clavado en el pecho y no había manera de sacarlo, y nos dolía, nos rasgaba si intentábamos quitarnoslo, nos ardía.

Ella se separó un poco de mi y me miró directamente a los ojos. Los suyos estaban hinchados y cristalizados, pero seguían siendo hermosos. Vi como desviaba la mirada a mis labios y volvía a subir a mis ojos. Se acercó un poco más y dejó caer sus párpados. Me acerqué también y, no sin antes mirarla para que me diera permiso, apresé sus labios con los míos. Nuestras bocas se movían a ritmo lento y ella tenía los ojos cerrados.

Le acaricié la mejilla mientras la besaba y sus dientes chocaron contra mi labio superior cuando esbozó una sonrisa.

Desvíe la mirada para el lado y vi a mi hija parada en el marco de la puerta con su dinosaurio de peluche arrastrando por el suelo. Me separé del beso despacio sin apartar la vista de Triana.

-¿Qué haces despierta a estas horas cariño?- Mi hija se quedó mirando a Aitana.

Me acerqué a ella y me puse de cuclillas para estar a su altura.

-Ey peque, ¿qué pasa?- Le acaricié el hombro y ella me miró haciendo pucheros. Me abrazó fuerte y comenzó a llorar.

-M-mamá.- Consiguió decir entre sollozos mientras se aferraba más a mi.

-¿Has vuelto a soñar con mamá peque?- Asintió hundida en mi cuello y le acaricié la espalda.

La cogí en brazos y ella intentó rodear mi torso con sus pequeñas piernas. Apoyó su cabeza en mi hombro.

Me giré para ver a Aitana que había derramado algunas lágrimas y me acerqué a ella. Le acaricié la mejilla y le dejé un beso en la frente.

Recosté a Triana en su cama y le acaricié el pelo.

-Papá, cantame la canción.- Sonreí y cogí la guitarra que tenía apoyada en el marco de la puerta.

-¿Tu favorita?- Ella asintió y me senté en el borde de la cama. -Es un reloj, que no señala las horas.- Canté en un susurro.

Terminé la canción y vi como se había quedado dormidita. Su respiración era relajada y sus rosadas mejillas ya no estaban húmedas. Sonreí enternecido y le dí un besito en la frente.

-Yo también la echo de menos.- Se me formó un nudo en la garganta y se me humedecieron los ojos. Sorbí varias veces la nariz y trague saliva.

-Luis.- Susurró Aitana desde la puerta llamando mi atención. -Creo que me voy a ir, ¿vale?- Dijo tímida.

-¿Dónde piensas dormir?- Se encogió de hombros y sonreí. -Anda ven, tengo una habitación de sobra.- Ella me devolvió la sonrisa.

La llevé a la que era mi habitación y le preparé un colacao mientras se duchaba.

-¿Se puede?- Pregunté entornando la puerta.

-Claro pasa.- Entré y la vi con el pelo totalmente empapado y con una camiseta enorme.

Sonreí. Era mi camiseta. Era la camiseta que me robó hace seis años. Todavía la tenía.

-Tengo la esperanza de que algún día me la devuelvas, sigue siendo mía.- Reí dándole la taza. Ella me devolvió la sonrisa algo tímida.

-¿Tu dónde vas a dormir?- Le dio un pequeño sorbo al colacao.

-En el sofá.- Ella negó arrugando el ceño.

-Si hombre, quédate tu aquí y yo me voy al salón.- Esta vez fui yo el que negó mientras sonreía. -Luisssss, que sí, no se hable más.- Se dispuso a irse pero la agarré del brazo.

-¿Puedes dormir en el lado de Anna... conmigo?- Sabía que la pregunta le impactaría, pero hacía mucho tiempo que ese lado de la cama no se hundía.

-¿La estás sustituyendo?- La pregunta me pilló por sorpresa.

¿Y si Aitana tenía miedo a ser solo un parche? Eso no era así, en absoluto. Aitana Ocaña Morales me tenía completamente loco desde aquel 23 de octubre de 2017.

Se aferró a mi fuerte y apoyó su cabeza mojada en mi pecho empapando mi camiseta.

-Pe-perdón, sé que no es así... pero tengo.-

-Tienes miedo, lo sé.- La interrumpí. -Aitana.- Se apartó y me miro. -Yo nu-nunca dejé de quererte.- Me miró extrañada y le acaricié la mejilla. -La gente dice que nunca llegué a pasar página, y tal vez sea verdad, pero simplemente me acostumbré a quererte entendiendo así que no podía vivir sin ti.- Ella apoyó su mejilla en mi mano y sonrió tierna. -Que no puedo vivir sin ti Aitana.- Tragué saliva.

Me acababa de decir que se iba a divorciar, que las cosas no estaban bien y yo voy y me declaro. Tal vez escogí un mal momento, pero sabía que si no lo hacía en ese instante no lo haría más tarde.

-Te esperé, te esperé meses y no te dignaste a aparecer.- Me reprochó mirando al suelo.

Y ahí estaba. Ahí estaba el error. Ambos nos habíamos estado esperando pero ninguno de los dos se atrevió a dar el paso. Ninguno de los dos se atrevió a plantarse en la puerta de su casa, tocar el timbre y decirle lo que sentía al otro.

-Aitana, tenías pareja, ¿qué esperabas? ¿Qué fuera a decirte que seguía enamorado de ti y que dejaras a tu novio para venirte conmigo?- Yo también tenía cosas que reprocharle.

-También tenía novio cuando follaste conmigo en los camerinos de Cadena Dial.- Escupió mientras yo apretaba la mandíbula. -Y no recuerdo que te importara si yo le estaba siendo infiel o no, ¿por qué? porque fuiste un puto egoísta.- Fruncí el ceño y reprimí las lágrimas.

-No era yo el que debía tomar la decisión de parar.- Elevé un poco el tono. Estaba enfadado.

-¿Sabes qué?- Preguntó cabreada. -Que te voy a besar.- Dijo arrugando el ceño.

-Pues me parece correcto.- Contesté cabreado también antes de que nuestras bocas comenzaran a devorarse.

мe acoѕтυмвre a qυererтe || Aiteda [FINALIZADA] Where stories live. Discover now