6. Pájaro Sin Vuelo

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Narra Aitana

Salí lo más rápido que pude de la habitación de aquel hotel, dejando al hombre al que amaba hecho polvo, sentado en la cama, pensando en que había hecho mal. Porque sí, Luis era así, se sentía culpable de los sentimientos agenos, se hacía daño cuando ni si quiera sabía si realmente él tenía algo que ver.

Retuve las lágrimas. Si por mi fuera me habría quedado aferrada a él toda la mañana. Pero no, tenía que comportarme como lo que era, la mujer de Miguel. Vivía a su sombra. No, no me hacía nada, sé con certeza que a Miguel ni si quiera se le pasaría por la cabeza tocarme ni un solo pelo, pero si que me gritaba en ocasiones cuando no hacía las cosas como y cuando él quería, se celaba hasta del viento y me prohibía hacer ciertas cosas según él "por mi bien".

Estaba cansada. Estaba cansada de ser su perrito faldero. Estaba cansada de ser tan sumisa delante suya. Estaba cansada de obedecer todas y cada una de sus órdenes al pie de la letra. Sé que no lo hacía aposta, él no era cociente de lo manipulador que podía llegar a ser, pero esto tenía que acabar, no podía seguir viviendo así.

Mentí a Luís, realmente era Ana quien me llevaría a casa, pero sabía que si le decía la verdad se empeñaría en ser él mi chófer.

Llegué y metí la maleta en el coche de Ana para después sentarme en el asiento del copiloto.

-¿Qué tal anoche? Por lo que veo te lo pasaste muy bien.- Arrancó y me miró de reojo con una sonrisa pilla.

-No sé de qué me hablas.- Dije mirando por la ventana para evitar el tema.

-¡Ah ah, Aitana, se me ha subido el gemelo, el gemelo!- Exageró imitando a Luís.

Solté una carcajada y le dí un pequeño puñetazo en el hombro.

-Joder Ana, no seas mala, está mayor.- Reí negando.

-Pues si está mayor con 36 años, no me quiero ni imaginar cuando tenga 60.- Ambas reímos ante su comentario. -No, pero ahora en serio, ¿qué tal?- Sonreí tímida y Ana esbozó una gran sonrisa. -Yo me conosco' esa sonrisa.-

-Fue diferente Ana, por primera vez en años me sentí bien y agusto con lo que estaba haciendo.- Ella me acarició el muslo y me dedicó una dulce sonrisa.

-Eso es lo que deberías de sentir siempre Aitana.-

¿Y si tenía razón? ¿Y si Luís era la única persona que había conseguido hacerme sentir segura?

-¿Y ahora que vas a haser'? ¿Volver a casa como si nada hubiera pasado?- Hice una mueca y me dejé caer en el respaldo soltando un suspiro.

-Supongo, no tengo muchas más opciones.- Me miró incrédula y negué. -No Ana, sé lo que estás pensando y no puedo. No puedo dejar a Miguel para irme con Luís. No así de repente, es muy precipitado.- Ella negó arrugando el ceño.

-No Aitana, no es muy presipitado'. Sé que nunca dejaste de querer a Sepeda' y, joder, ahora que tienes la oportunidad, aprovechala.- Me mordí el labio y mire al suelo. -No estás agusto con Miguel, lo sé.- Quise interrumpirle y decirle que mentía, aunque realmente no hacía más que soltar verdades como templos. -No, dejame acabar. Sé que le tienes cariño, han sido muchos años, pero Aitana, admitelo, tú ya no sientes nada. Corrígeme si me equivoco.- Negué y apoyé las manos sobre mis hombros mirando hacia arriba.

Tenía razón, tenía tanta razón que me daba rabia.

"Divorciate y vete con el hombre que te trae loca". Parecía sencillo, pero no lo era, en absoluto.

-¿Hay alguien?- Pregunté cerrando la puerta tras de mí y dejando las llaves en el recibidor.

-Hola cariño.- Miguel apareció por el pasillo y me dio un pico. -¿Qué tal el concierto?- Preguntó dejando mi chaqueta en el perchero de la entrada.

-Bastante bien. Me hubiera gustado que vinieras.- Sonreí triste y él negó.

-Aitana, sabes perfectamente que a mi también me hubiera encantado, pero tenía trabajo. De todas formas he visto algunos vídeos.- Nos dirigimos a la cocina y vi que estaba cocinando sanjacobos.

-¿Esto es para mi?- Dije sonriendo mientras me sentaba en la encimera de la cocina.

Él negó y se coló entre mis piernas.

-¿Cómo que no?-

-Pues como que te lo tienes que ganar.- Sonreí y lo besé.

No me estaba gustando el beso. Lo sentía ageno. Era una sensación extraña. Como si sus labios no me pertenecieran. Ya no encajaban tan bien como antes, ya no movíamos los labios al compás, ya no me atrevía a pedir permiso con mi lengua, ya no besaba mi nariz como al final de cada beso. Algo que debía ser tan especial como la primera vez, se había convertido en una rutina aplastante y aburrida, y él tampoco hacía por cambiarla.

Me separé y le dediqué una sonrisa.

-¿Qué te pasa?- Preguntó acariciandome la mejilla.

-¿Qué me va a pasar?- Sonreí y él negó.

-¿Seguro que no ha pasado nada que tenga que saber?- Negué restándole importancia y un recuerdo invadió mi mente.

{-Aitana, no puedes venir así de repente dos años después de haberme destrozado e intentar cambiar el rumbo de las cosas.- Renegó enfadado.

-Joder, te estoy diciendo que lo siento. Déjame volver a entrar en tu vida. Solo te pido eso.- Susurré apoyándome en su pecho y dejando escapar algunas lágrimas.

Aquella noche había discutido con Miguel. Pero esa vez no había sido como las demás, esa vez había cogido mis cosas, las había metido en una maleta y había salido de casa.

Luis. Luis es la primera cosa que me vino a la mente cuando me hizo la pregunta de "¿tú realmente estás enamorada de mi?". Luis fue el que me hizo dudar y darme cuenta de que tal vez no.

-Anna está embarazada.- Me susurró acariciandome la espalda.

Me derrumbé. Era obvio que había perdido toda oportunidad de volver a ser lo que fuimos. Porque Luis y yo fuimos vida. Porque siempre que hubo fuego quedan algunas cenizas, y en este caso todavía quemaban si pisaba descalza. Todavía tenían ese color amarillo anaranjado. Todavía perforaban mi corazón si dejaba que entraran en mí. Si dejaba que los recuerdos ivadieran cada centímetro de mi cabeza haciéndome enloquecer. Y eso es lo que había pasado. Me había vuelto completamente loca, entendiendo así que me acostumbré a quererlo y que no podía vivir sin él.

Luis era una necesidad para poder subsistir. Era conmigo lo que es el mar a los peces, lo que la brisa al verano, lo que la vida a la muerte.

Me aferré más a él y me dejé llevar. Lloré, lloré mucho. Sabía que él no me juzgaría si lo hacía.

-Lo siento peque.- Negué y sorbí varias veces la nariz.

-Tú no tienes la culpa de nada Luis.- Él apoyó su mentón en mi cabeza y me siguió acariciando la espalda.}

-No cariño, ¿por qué dices eso?-

Tuve la oportunidad de decirle que si. Que me había acostado con Luís.

мe acoѕтυмвre a qυererтe || Aiteda [FINALIZADA] Where stories live. Discover now