10. Antes De Ti

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Narra Aitana

Luis estaba tumbado, completamente desnudo, igual que yo, tapados con las sábanas blancas y desvelados.

Le contaba los lunares de la espalda y él no apartaba la mirada de mí.

-¿Cuántos tatuajes tienes ya?- Luis me sonrió y apoyó la espalda sobre el respaldo de la cama.

-El reloj que no señala las horas.- Sonreí tierna y me dio un besito en la nariz. -Beggings y values, los dos de la cadera.- Ambos reímos. -La rosa del pecho con las dos golondrinas y este, mi favorito.- Alargó la mano y dejó ver en la parte inferior del dedo gordo un solecito, un círculo pequeño con cuatro rayas. -Esta es Anna.- Dijo señalando una de las rayas. -Esta es Triana y este soy yo.-

-¿Y la cuarta raya?- Pregunté curiosa.
Él tragó saliva y sonrió de medio lado arrugando el ceño.

-Luis.- Se acarició el tatuaje y sorbió varias veces la nariz. -Mi hijo.- Lo mire extrañada y él me sonrió triste. -Nació a los cinco meses de Anna estar embarazada.- Tragué saliva y lo mire preocupada. -Y n-no respiraba.- Sonrió de medio lado y se le escapó una lágrima. Lágrima que pillé al vuelo acariciando su mejilla.

Me dedicó una amplia sonrisa y me dio un beso en la frente.

-¿Dormimos princesa?- Asentí sonriendo.

Ya no recordaba esas mariposas en el estómago que revoloteaban dentro de mi cuando me decía princesa. Era algo que siempre me había gustado de Luís.

Él lo había pasado muy mal y aún así cuidaba y mimaba a su hija e iba todos los putos días con una sonrisa, haciendo como si nada hubiera pasado, fingiendo ser el hombre más feliz de la faz de la Tierra. No hacía falta que me lo jurara, yo sabía que Luis estaba roto por dentro, que tenía el corazón en ruinas, la sangre maltratada y que aún así llevaba la cabeza alta. Supongo que había entendido que el alma no se vende, no le merecía la pena vivir angustiado, tampoco quitarse del medio, pues tenía a muchísima gente al rededor que lo quería con locura.
Era un valiente sin fe en la Tierra de nadie. Intentaba ocultar que no le afectaba, que era feliz en su desgracia, pero cuando uno está solo y se mira al espejo sale quien realmente es, y el espejo de Luís no estaba roto porque sí, no tenía los nudillos reventados por gusto.

Los rayos de sol que se colaban por las pequeñas aberturas de la persiana me despertaron.

Escuché risas desde la otra punta de la casa y pude comprobar que no estaba al otro lado de la cama. Me levanté y caminé descalza y medio despeinada hacia la cocina.

-¿Quién viene esta noche mi vida?- Preguntó Luis batiendo una crema blanca.

-Papá Noel.- Contestó Triana metiendo el dedo en el merengue para después chuparselo.

Luís levantó la mirada y sonrió al verme.

-Buenos días Bella Durmiente.- Se acercó con el bol entre las manos y me besó la frente.

-Papá.- Triana tiró de la camiseta de su padre para llamar su atención. -¿Puede quedarse Aitana a ayudarnos con la casita de galleta?- Preguntó tímida.

Luis me miró y asentí sonriendo ampliamente.

-Pues claro que si cariño.- Dijo Luis acariciandole la mejilla.

Después de dos horas de risas y peleas entre Triana y Luis sobre quién decoraría el árbol de Navidad, terminamos la "casita", si se le podía llamar así.

Luis miró la referencia que tenía en el móvil y se echó a reír.

-Hemos hecho lo que hemos podido.- Se encogió de hombros y miró a su hija.

-¿Qué dices papá? Si es súper bonita.- Contestó su hija apreciando nuestro intento de casita de gengibre.

Sonreí tierna y Triana se acercó a su padre y le dijo algo al oído.

-No mi vida, Aitana tiene familia.- Dijo acariciandole el pelo.

-Por favor papá.- Suplicó ella haciendo pucheros.

-Otro día, ¿vale?- Triana se cruzó de brazos y arrugó el ceño.

-¿Qué pasa?- Pregunté curiosa.

-Triana quiere que pases la Noche Buena con nosotros, pero supongo que ya tienes planes.- Sonreí negando y me puse de cuclillas para acariciarle la mejilla a Triana.

-La iba a pasar con Miguel, así que no creo que haya ningún problema.- Ella sonrió ilusionada y me abrazó fuerte.

-Gracias por hacer feliz a papá.- Me susurró mientras se aferraba más a mi.

Supongo que no había visto sonreír a su padre desde que tenía uso de razón. Anna falleció cuando Triana a penas era un bebé.
Quería que eso no siguiera siendo así, tal vez yo era la clave para que Luis pudiera crear de nuevo una familia, para que Luis pudiera volver a reír y a ser feliz.

-No papá, estás haciendo trampas.- Dijo tirando del brazo de su padre para que le dejara lanzar un dardo.

-Dime tu que trampas se pueden hacer en los dardos.- Luis y yo cruzamos miradas y un recuerdo invadió mi mente descolocandome por completo.

{-Pero es que tu haces trampas.- Reí dándole un pequeño puñetazo en el hombro.

-Dime que trampas se pueden hacer en los dardos.- Volvió a lanzar otro y este se clavó justo en el medio.

-Y el unicornio de peluche es para el hombre de la camisa de cuadros.- El señor que llevaba la pequeña caseta de la feria le dio un unicornio de peluche enorme.

-Ay Luís, dámelo, es prechiocho.- Dije intentando arrebatarle el peluche de las manos.

-No no, ha dicho para el hombre de la camisa de cuadros.-}

Creo que él también recordó esa noche, mi primera vez con él, pues me sonrió ampliamente. Le devolví la sonrisa algo tímida y me mordí el labio leve.

-Triana, es tarde, ¿vamos a la cama?- Triana negó e intento arrebatarle el dardo de las manos a su padre. -Cariño, si no te duermes Papa Noel no podrá venir a dejar los regalos.- Poco tardó en correr hacia la habitación y acostarse en su cama.

Luis fue a arroparla y yo de mientras aproveché para empezar a ponerme el pijama.

Estaba tumbada en la cama cuando escuché a alguien golpear y entornar la puerta.

-¿Has pedido algo por Navidad?- Negué sin entender muy bien la pregunta. -¿No? Pues yo tengo algo para ti.- Y cuando me sonrió pícaro fue cuando entendí sus intenciones.

-No sé de qué me hablas.- Me hice la desentendida y me puse a mirar el móvil dándole la espalda.

Él se acercó a la cama y me abrazó por detrás.

-Sigo teniendo el unicornio de peluche.- Susurré dejando el móvil en la mesilla y sonriendo.

Luis alargó su mano derecha y me enseñó aquel coletero que le regalé en la academia.

-¿Piensas que no duermo con tu jersey cuando Miguel no está en casa?- Él soltó una pequeña carcajada y me dio un beso en la sien.

-La pregunta es ¿alguno de los dos tiró algún regalo del otro?- Ambos negamos a la vez y me giré para mirarlo a los ojos. -¿Qué vas a hacer?- Lo mire extrañada. -¿Vas a volver a casa con Miguel o... vas a quedarte?- Sonreí tierna.

-Voy a quedarme.- Susurré.

мe acoѕтυмвre a qυererтe || Aiteda [FINALIZADA] Où les histoires vivent. Découvrez maintenant