5. El Beso De La Vida

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No se en qué momento terminamos así, pero todos nuestros compañeros habían subido a sus habitaciones y las nuestras quedaban más arriba.

Estaba en frente de ella. Aitana tenía su mirada clavaba en la mía. Estábamos en silencio, no era un silencio incómodo. El ambiente era agradable y sentía que ella me estaba devorando con la mirada.

-Luis.- Dijo sin parar de mirarme a los ojos.

-Dime.- Soltó un suspiro largo y pesado.
-Esto es absurdo.- La miré extrañado.

Me cogió la cara y junto sus labios con los míos. Todo fue muy rápido, no me dio tiempo a reaccionar, en ese momento solo sabía que lo único que quería es que no terminase.

Era un beso cargado de amor, de deseo, de añoro, de desesperación, de sed. Era agresivo pero dulce, no quería conflicto pero si quería guerra.

No sabía si era efecto del alcohol o si realmente ella lo sentía, pero parecía tan real que me daba exactamente igual que solo fuera una noche.

Nuestras lenguas danzaban al mismo tiempo que nuestras manos revolvían el pelo ajeno.

El ascensor se abrió y Aitana se subió a orcajadas enrollando sus piernas en mis caderas. Ya comenzaba a notar la falta de aire, pero eso no impidió que nuestras bocas se separan ni un solo centímetro.

Abrí la puerta de mi habitación de hotel con dificultad mientras Aitana me besaba salvaje, sin compasión alguna. Me mordía, me chupaba para aliviar el dolor y me volvía a besar.

Cerré la puerta tras de mí y la apoyé en esta mientras le seguía el beso. Aitana volvió a poner los pies en el suelo y yo la acorralé contra la pared. Me separé del beso y traté de asimilar lo que acababa de pasar.

La miré. Tenía el pintalabios esparcido y los ojos llenos de deseo. Por lo visto no era el único que se había estado comiendo el coco con lo mismo.

Pasó los brazos por detrás de mi nuca y me acarició el pelo mientras jugaba con mis rizos.

Me miró y sonrió tímida para después esconder su cabeza en mi cuello. Pude notar el calor de sus mejillas sobre mi piel lo que me provocó una sonrisa.

-¿Te has sonrojado princesa?- Asintió aún escondida en mi cuello y soltó una leve risilla.

{-Espera un momento que trato de olvidarte
espera un momento que me desenrede
esperate un momentito que me quede a solas- Anna entró a nuestra habitación y se sentó a mi lado.

-Luis, ¿estás bien?- La miré extrañado y dejé la guitarra a un lado de la cama. -Te noto distante.- Me miró preocupada y me acarició la mano.

-Estoy perfectamente cariño.- Sonreí leve y le besé la cabeza. Ella negó.

-No soy quién para controlarte, pero, ¿qué hacías ayer con Aitana?- Preguntó en un tono suave y calmado. Sabía que no quería comenzar una discusión.

Me quedé petrificado. No podía decirle lo que había pasado, no podía contarle algo así a ella, y menos estando embarazada, no quería arriesgarme.}

La mire a los ojos y ella me miró a mi.

-La echo de menos.- Susurré.

Aitana me abrazó muy fuerte y yo me aferré más a ella. Sabía que con Aitana podía ser yo mismo. Daba igual que fuera mi compañera, mi amiga, mi hermana pequeña, mi novia... daba igual. Podía contarle lo que sentía sin tapujos, sin mentiras.

-Luis.- Susurró apoyada en mi hombro. -Quiero estar contigo, pero no quiero ser un parche. Quiero estar contigo para hacerte feliz, no para hacerte olvidar.-

¿Realmente añoraba las caricias, los besos, los mimos, las risas y los abrazos de Aitana? Si. Yo estaba enamorado de ella. Nunca lo dejé de estar. Tal vez ese fue mi error. Que nunca aprendí a dejar de querer. Porque yo amaba a mi mujer, amaba a mi hija y amaba a Aitana.

-No eres ningún parche Aitana.- Ella me miró y me sonrió dándome a entender que confiaba en mi.

* * *

Abrí los ojos poco a poco y pude notar su respiración relajada sobre mi nuca. Tenía las piernas enrolladas en las mías y sus brazos abrazaban mi torso.

Me giré con mucho cuidado para no despertarla. Era preciosa.

Apoyé mi codo el la almohada y la cabeza sobre la palma de mi mano y me limité a observarla. Era perfecta. Los segundos pasaban y estos se convertían en minutos. Ojalá poder parar el tiempo, me hubiera quedado esta vida y la siguiente mirándola. Examinando y memorizando cada poro de su piel, cada peca, cada lunar, cada grieta de su labio, cada pestaña de su ojo. Todo, memorizando todo para poder recordarla bien el día que decidiera irse.

Ella se removió despacio y abrió los ojitos poco a poco.

-Buenos días princesa.- Sonrió al verme y me abrazó escondiendo su cara en mi cuello.

-Vamos a dormir un poquito más por favor.- Susurró adormilada mientras dejaba un beso en mi cuello.

-Aiti, nos están esperando.- Se incorporó lentamente y se frotó los ojos.

-¿Has dormido bien?- Movió la cabeza a modo de más o menos.

-Luis, no hay quien pueda dormir con tus ronquidos.- Rio y me dio un pico para después levantarse y empezar a vestirse. -Luis una cosa.-

-Dime.- Contesté mientras me ataba los cordones de las zapatillas.

Se acercó a mi poniéndose de cuclillas y tragó saliva.

-Oye, lo que pasó ayer fue maravilloso.- Sonreí y ella me acarició la mejilla. -Pero tengo que volver a casa con Miguel y...- La mire extrañado.

-¿Con Miguel?- Asintió y en cuestión de una milésima de segundo me derrumbé.

¿Aitana seguía con Miguel? Joder, ¿en qué momento se me pasó por la cabeza que ella seguía enamorada de mi?

-Agradecería que hicieras como que esto no ha pasado, ¿vale?- Sonrió y me dejó un beso en la frente.

-Pe-pero ayer me dijiste que...- Puso su dedo índice en mis labios y sonrió de medio lado.

-Ayer iba borracha como una cuba Luis, no recuerdo nada. Debo irme, no me gusta ver a Miguel enfadado.- Eso último lo dijo con cierta vulnerabilidad.

¿Cómo que no le gustaba ver a Miguel enfadado? ¿Y si la maltrataba? ¿Y si le hacía lo mismo que Vicente a Ana? No, no, no. Me estaba imaginando lo peor. Miles de imágenes volaban por mi cabeza como una bandada de pájaros emigrando en verano.

La agarré de la muñeca con firmeza y la miré preocupado.

-¿Te hace algo?- Ella me miró preocupada también y se quedó callada.

-N-no.- Contestó con una sonrisa de medio lado a los pocos segundos.

Era falsa. Sabía que su sonrisa y sus palabras eran falsas. No era un perro ni podía oler el miedo, pero sabía perfectamente que estaba asustada y que algo se me escapaba de las manos.

мe acoѕтυмвre a qυererтe || Aiteda [FINALIZADA] Where stories live. Discover now