4. Sombras en la noche

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La posada no tenía muchas habitaciones, así que acabaron acordando que Amahrot iba a compartir con Dantalion, mientras que el soldado y el otro dragonborn dormirían juntos. Las mujeres tomaron una alcoba propia cada una. Con suerte, esa disposición limitaría la posibilidad de que alguien amaneciera muerto la mañana siguiente.

El paladín había prometido mantener a la medio elfo en línea en un intento de sembrar la paz en el equipo, pero reflexionando en ello más profundamente, se preguntó si realmente tenían alguna posibilidad de cumplir una misión de forma exitosa teniendo en cuenta que salvo él y quizás Lilen, todos parecían demasiado inconformes con la composición de la compañía.

No entendía que podía haber visto Teryonir en ellos, y tenía la inquietante idea de que simplemente no iban a saber de qué estaban hechos como equipo hasta que quizás fuera demasiado tarde.

Junto a él, Tálandar bajó su tarro de hidromiel y lo miró fijo, captando de nuevo su atención, sus ojos como amatistas tomando una tonalidad casi magenta bajo la luz cálida de las antorchas de la cantina del bar.

—¿Por qué dijiste que esperabas que tomara el trabajo? —le preguntó, y si los dragonborn pudieran sonrojarse de vergüenza, Amahrot lo estaría en ese momento.

Estaba mortificado, por supuesto que había hecho el ridículo de sí mismo, pero no había sido capaz de contener la curiosidad.

Vaciló pero se recompuso pronto, aferrándose a lo conocido. Ante la duda, la honestidad primero.

—La verdad, es que esperaba poder trabajar con usted —admitió—. Verá, yo nunca había visto a otro como yo.

Su congénere hizo una pequeña expresión de sorpresa y después se acomodó mejor en su asiento, mirándolo detalladamente sin disimulo alguno.

—Eso significa que no fuiste criado por tus padres —dedujo—. Dundragon no es el nombre de tu clan.

—No. Es el nombre de mi maestro —dijo—. Fui abandonado en un monasterio de nuestro señor Bahamut, cuando aún estaba dentro de mi huevo.

»Fui criado por hombres, y el monasterio fue todo lo que conocí durante toda mi vida.

—Ya veo, ¿y qué cambió? ¿Por qué estás aquí?

Amahrot inclinó la cabeza, y meditó en la pregunta por unos momentos.

—Creo que me di cuenta de que estaba incompleto —admitió—. He tomado mis votos. Soy un paladín sagrado de nuestro señor Bahamut, y he jurado extender su justicia divina sobre el mundo. No podía hacerlo desde detrás de los muros del monasterio. No podía proteger un mundo que no comprendo.

—Entiendo.

—Pero creo que también temí que no podría comprender el mundo si no podía comprenderme a mí mismo primero —continuó—. Así que dejé el monasterio hace un año, y he estado viajando desde entonces, conociendo el mundo, tratando de comprenderlo, y tratando de descubrir acerca de mi origen.

»He visto apenas unos cuantos de nuestra raza, pero ninguno de nuestro color. Se imaginará mi entusiasmo cuando le vi entrar por esa puerta. Me disculpo si le he incomodado.

El otro lo miró en silencio por unos minutos, y Amahrot temió haber dicho demasiado.

—Bueno, puedo decirte que los dragonborn plateados somos muy escasos —dijo al fin—. Nunca he visto otro fuera de mi clan...

»Pero no estoy seguro de que eso signifique algo, mi gente no deja su clan, y menos para abandonar uno de los nuestros tan lejos de su hogar. Sé que hay otros dragonborn afuera de nuestro color, pero son muy pocos.

Las crónicas de Dragon FangsWhere stories live. Discover now