7. Garras pluma y pelo

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El plan original había sido rentar caballos, pero con el asunto de la poción, la idea fue descartada por completo así que tuvieron que hacer el camino a pie.

La ciudad estaba a un par de horas a pie del bosque, así que no era una tragedia, para la mayoría.

Dhaerow la estaba pasando mal.

Fräey no estaba sorprendida; en la profundidad, la oscuridad reinaba sin oposición. Para ella, la luz del sol en el camino abierto que transitaban debía ser agobiante, un asalto violento a los sentidos, casi suficiente para enceguecer por completo sus ojos, tan sensibles, capaces de ver con claridad en la más completa oscuridad.

Casi le daba lástima, pero el desagrado ahogaba por completo esa sensación, dejando dentro de ella otra cosa que era más bien una irritación profunda que no se sosegaba.

¿Qué demonios se suponía que estaba haciendo en la superficie? Debería estar con los suyos, lejos, entre las demás criaturas de la oscuridad, donde sólo pudieran hacerse daño entre sí, en vez de estar allí con ellos, tratando con tanto ahínco de ir en contra de su naturaleza y acaparando gran parte de la atención de Fräey, que simplemente no podía convencerse de que darle la espalda y no mantenerla vigilada era una buena idea.

Especialmente no después de la forma como la había visto moverse la noche anterior, una silenciosa sombra danzante, veloz, letal.

De todas formas, debía ser menos peligrosa cuando estaba medio ciega bajo el sol.

Por supuesto, el paladín fue quien se compadeció de ella, y decretó que hicieran un alto en el camino, para el profundo cabreo de Tálandar, que rodó los ojos y refunfuñó acerca de la gente que no era capaz de al menos no ser un estorbo.

Animam hablaba quedo con ella, tan gentil y en apariencia preocupado que sólo lograba irritar más a la medio elfo, así que apartó la mirada aprovechando el momento para continuar su otra vigilancia. Dhaerow no era la única cosa a la que no quería darle la espalda.

Ya se habían desviado del camino principal, que rodeaba el bosque, y ella miró a su alrededor tratando de aguzar la vista y el oído, y asegurarse de que no había nadie tras ellos. No lograba dejar de pensar en qué hubiera pasado la noche anterior si no hubiera habido gritos que les alertaran de la presencia de las criaturas. Podía imaginarse las sombras entrando por su ventana y...

No sería la primera vez.

Pensar eso la hizo sentir un sabor amargo en la boca. Maldijo por lo bajo y miró de vuelta al equipo, su estómago haciéndose un nudo de inquietud al verlos. Casi no los soportaba, pero eso no significaba que quisiera que cosas horribles les pasaran, si no se las habían buscado.

¿Se había apresurado? Quizás había sido un error de juicio el haberse juntado con tantas personas. Había parecido una buena idea al principio, hacer algo diferente, y ese asunto de esconderse a plena vista. Ya no estaba tan segura.

En verdad deseaba que los secuestradores hubieran mandado esas cosas para intimidarlos, porque la otra opción era mucho más preocupante.

Sacudió la cabeza y respiró hondo, haciendo lo posible por desprenderse de la desazón, necesitaba mantener la cabeza fría. No había indicios de nada que debiera alarmarle, y si algo pasaba...

Pues bien, cruzaría ese puente cuando llegara a él.

Empezaron a moverse de nuevo después de un poco menos de media hora, después de todo, no había mucho caso en detenerse en la mitad del camino abierto; el sol aún brillaba impasible sobre ellos, y serían vistos con facilidad por cualquiera que quisiera seguirlos. Fräey se sentiría mucho mejor cuando estuvieran bajo las copas de los árboles.

Las crónicas de Dragon FangsWhere stories live. Discover now