10. Nada es lo que parece

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—¿Alguien planea moverse o empezamos a sacar los sacos de dormir? —espetó Tálandar tan pronto Amahrot, el último de ellos, llegó al fondo del pozo y estuvieron todos juntos. Sonaba furioso e impaciente, más que cualquier otra cosa, pero la oscuridad casi completa no era suficiente para esconderlo de Lilen, que podía ver perfectamente sus puños apretados, y la forma como temblaban.

Así que el mago había estado en lo correcto.

Y era evidente que estaba muy satisfecho de sí mismo. Él y la chica podían no ser elfos de las profundidades como ella, pero ambos contaban con buenos ojos, capaces de ver con claridad a unos cuantos metros a su alrededor incluso en oscuridad completa, así que también echaban vistazos entretenidos al dragonborn, y se enviaban entre sí miradas elocuentes.

—Yo me adelanto —respondió ella empezando a moverse—, puedo ver mejor que ustedes con antorchas.

El túnel era largo, bastante más de lo que había esperado, y era significativamente angosto y de techo bajo, tanto que Amahrot tenía que mantener la cabeza baja. Estaba construido con losas enormes de piedra, y un olor a tierra húmeda nítido pero sutil, llenaba el ambiente.

Fräey y Dantalion la seguían de cerca, los demás llevaban la retaguardia con antorchas cuya llama parpadeaba con una corriente de aire, su luz apenas suficiente para no tropezarse con sus propios pies.

Recorrió el camino con cuidado, siguiendo la severa instrucción del mago, tratando de descubrir cables de disparo o losas sensibles a la presión, pero lo único que llamaba su atención era la respiración superficial del brujo, cuyo sonido reverberaba en el estrecho pasillo junto con los pasos de todos.

Finalmente llegó al final del túnel, donde la construcción daba paso a una amplia caverna natural.

Uno a uno entraron a la estancia, Tálandar se abrió paso entre los demás, tomando bocanadas de aire como si acabara de salir de debajo del agua, para el desconcierto de la mitad del equipo, y el entretenimiento sin disimulo de la otra mitad.

Allí descubrieron algo mucho más parecido a lo que esperaban encontrar arriba. Barriles y cofres de madera estaban apilados contra las paredes, y lo que parecía un mueble enorme estaba cubierto por una tela blanca que ondeaba con la corriente de aire, debajo de la que asomaba una pata de madera labrada.

Una mirada rápida alrededor les bastó para resolver una de las dudas, esta parte no había estado abandonada por mucho, no había ni de cerca tanta suciedad como en la cabaña.

—Tengan cuidado —repitió el tiefling en voz alta cuando todos empezaron a ir en direcciones diferentes—. Puede que lo que tenga las trampas no sea la habitación sino los objetos.

—A estas alturas estoy seguro de que ya nada tiene trampas —contestó Animam acercándose a uno de los cofres más grandes.

—No te confíes —le advirtió Lilen al hombre.

Los barriles tomaron algo de maña y esfuerzo para destapar, pero dentro no había nada importante, vino en algunos, frutas en conserva en otros.

—Esto es una bodega —se quejó Dantalion con las manos en puños en la cintura—. No tiene sentido. Pensé que iba a haber oro, piedras preciosas, ¡algo!

—Ya veremos después de revisar bien. A veces las cosas más valiosas no son ni de cerca tan llamativas como las gemas y las monedas —contestó la medio elfo con tranquilidad.

A esas alturas, la chica ya había abierto uno de los cofres (que resultó estar lleno de botellas de tinta), forzándolo con notable facilidad ayudada por un par de ganzúas que había sacado de alguno de los muchos bolsillos en su cinturón, y ahora trabajaba con practicada dedicación en el siguiente, ante la mirada levemente escandalizada de Amahrot.

Las crónicas de Dragon FangsWhere stories live. Discover now