Ciudad Thoromyr estaba bastante tierra adentro en el continente, pero se sentaba a la orilla de uno de los ríos que eventualmente se encontraban en el Dominio de las Venas, así que, tras un par de horas de cabalgata a través de la ciudad, llegaron al muelle, y no les costó trabajo encontrar transporte que los llevara río abajo, al puerto del que zarparían hacia la isla de Zou.
Compraron pasaje en un bote de carga pequeño, porque parecía ser veloz. Iban a pasar una cantidad de tiempo considerable en alta mar, y no querían alargarlo en el tramo del río hasta la costa.
Inicialmente, todos estuvieron contentos de que el viaje fuera principalmente sobre el agua, ningún caballo podía igualar la velocidad de una nave, ni se detenía la nave para acampar y hacer guardia en medio de la noche.
Pero apenas entrada la mañana del segundo día de navegación, se estaba haciendo claro que el trayecto no iba a ser tan sencillo como el paladín había esperado.
—¿Qué tan rápido crees que podamos llegar a la isla? —le preguntó al señor Tálandar, que estudiaba concienzudamente el mapa. Amahrot, el señor Animam y el otro dragonborn, estaban sentados en la cubierta tomando un desayuno rápido y discutiendo la situación.
—No he navegado mucho —admitió él—, pero si conseguimos un barco que vaya al menos a la misma velocidad de éste, podríamos hacer el viaje en quince días.
—Pero este barco va río abajo, ¿no nos moveremos más lento en altamar?
El dragonborn de ojos púrpura se encogió de hombros y negó con la cabeza.
—No tengo idea.
—Es difícil de saber —intervino el humano—. Depende enteramente del viento. Podrían ser quince días como dice él, con buen tiempo. En contra del viento y las corrientes marinas, podría ser hasta el doble.
» Tendrás que pensar bien en qué nave hacer el viaje, cuando lleguemos a Waterspool.
El paladín asintió, ahora lamentando que el Concejo no hubiera tenido a bien darles una misión en tierra firme, o en su defecto enviarles lejos a través de un conveniente círculo de teletransportación.
Porque como estaban las cosas, incluso en el mejor de los casos, quince días era demasiado tiempo en altamar.
La señorita Lilen había enfermado casi tan pronto como puso un pie en el barco, y no había mejorado ni remotamente durante la noche entera. Él había intentado aliviar su malestar, canalizando dentro de ella la bendición de su señor, como lo había hecho antes, pero la mejoría que eso logró probó ser apenas momentánea. Animam trató, durante horas, de medicarla con un té de jengibre y especias que los tripulantes les vendieron, asegurando que era capaz de sanar hasta el peor de los males de mar, pero sin importar cuantas veces lo bebiera, no hubo forma de que lograra retenerlo en el estómago.
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Las crónicas de Dragon Fangs
FantasySeis aventureros son contratados por una poderosa organización para una crucial misión de rescate. Los mercenarios son excelentes en su especialidad, pero ninguno es muy bueno para compartir. Pero la recompensa prometida es casi demasiado buena para...