13. La misión

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Dantalion y Lilen fueron los únicos que siguieron ocupando sus habitaciones

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Dantalion y Lilen fueron los únicos que siguieron ocupando sus habitaciones. Todos los demás firmaron también, según él se enteró, pero por algún motivo dejaron el palacio uno a uno durante los dos días siguientes, en favor de posadas en la ciudad. Gasto e incomodidad innecesarios, si alguien le preguntaba, pero él no tenía tiempo para estar repartiendo consejos, estaba demasiado ocupado.

La biblioteca del palacio de Xolaris estaba abierta durante doce gloriosas horas, desde las seis de la mañana hasta que caía la tarde, y él estuvo allí cada una de esas horas durante días, y eso no fue suficiente ni para empezar a arañar la superficie.

Llenando una torre amplia en el corazón mismo del palacio, la biblioteca era una maravilla que probó estar más allá de sus más locas ambiciones, una fuente inagotable de todo el conocimiento que pudiera querer, y Dantalion bebía de ese manantial con una sed insaciable.

A veces, entre libro y libro, pensaba bastante en su viejo maestro Zasheir, y en lo impresionado que se había sentido por su sabiduría y la colección magnífica de libros en su scriptorium. Todo lo que había aprendido de él parecían trucos para hacer fuegos artificiales en comparación con lo que se encontraba ahora a su alcance. Tenía la sensación de que, si pudiera imprimir en su mente el contenido de cada uno de los libros en ese lugar, sería capaz de erigir con un chasquido de los dedos puertas que ni siquiera un dragón pudiera derribar, podría comandar montañas a obedecer su voluntad, podría doblar el tejido de la realidad con la yema de sus dedos.

Sería un dios.

Las horas del día no le eran suficientes para sentirse satisfecho, pero lo quisiera o no, al caer el sol las puertas del templo al saber se cerraban para todo el que no fuera un erudito del Concejo, o alguno de sus contados, privilegiados, estudiantes, los únicos que podían estudiar los libros de la colección superior.

Incluso consideró abandonar cualquier pretensión de una vida de aventura de inmediato, y enlistarse como aprendiz, pero el Concejo era receloso: los estudiantes eran elegidos a dedo, y debían pagar sumas exorbitantes por la instrucción. El tiefling tenía los bolsillos más llenos de lo que lo habían estado en su vida entera, pero incluso así, tendría que conformarse por el momento con la sección abierta de la biblioteca.

Pasarían años antes de que terminara con todos esos libros, cuando lo hiciera podría reconsiderarlo.

Mientras tanto pasaba las noches estudiando todos los volúmenes que le permitían sacar de la torre, y trabajando en el encargo de la medio elfo.

La idea era lo suficientemente sencilla, tanto, que se sorprendió de que no se le hubiera ocurrido a él mismo la primera vez que vio a Lilen entrecerrar los ojos, enceguecida con el sol. Fue incluso más sorpresivo que Fräey pagó sin inmutarse la nada pequeña cantidad de dinero que él atrevió a cobrar por el trabajo. Después de todo, él era un perfeccionista, y se iba a tomar su tiempo en confeccionar la pieza con toda la delicadeza y atención del caso.

Las crónicas de Dragon FangsWhere stories live. Discover now