Capitulo 31

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¿Tú has matado alguna vez?

El Olimpo todo pareció explotar en caos a penas vieron como es que Atenea reclamaba a su hija

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El Olimpo todo pareció explotar en caos a penas vieron como es que Atenea reclamaba a su hija.

Aún peor, al saber de la mano de quién venía. La diosa estaba casi tirando humo al notar quien venía a un lado de su hija. Demonios.

¿¡Es qué siempre sus hijas parecían babear por ese enclenque!? ¿Qué diablos estaba pagando?.

Respiro hondo.

Su padre; Zeus; estaba hablando sobre lo que significaba tener a Percy entre ellos otra ves. Era malo. Lo sabía.

No por nada las cosas habían ocurrido y las pruebas de que Percy no era un buen héroe para el Olimpo estaban ahí.

— Hay que llamarlos, y hay que saber qué traman. No podemos permitirnos que Percy Jackson este entre nosotros, para empezar ya nos hizo ver cómo unos inútiles cuando todos notaron que no murió después de que liberamos a las peores bestias para que fueran a por el. Sobrevivió, ¿Qué haremos ahora? — siseo Artemisa. Atenea estaba en blanco. No podía entender cómo Hades había ocurrido todo eso.

— Sí, hay que llamarlos. Una reunión con ellos sería bueno. — dijo Ares, pero, sus ojos demostraban algo más.

El quería sangre.

Cuando Quiron se hubo enterado del mandato de los dioses sólo pudo suspirar e ir a donde estaban los mestizos.

Para su sorpresa, estaban sentados, junto a Hazel, Will y Nico, hablan pacíficamente, aún que la hija de Atenea tenía una mirada perdida y no parecía participar mucho en la plática que los otros tenían. Camino lentamente, no quería romper esa aura armoniosa que los mestizos tenían.

Hazel fue quien notó al viejo centauro, y se detuvo abruptamente, y los acompañantes tardaron poco en detenerse y mirarlo.

— ¿Pasa algo Quiron? — vaciló Percy mientras alzaba una ceja.

— Si Percy, ya sabes cómo son los dioses exigen una reunión contigo y con la señorita Reddington. — dijo el.

— ¿Así que los dioses quieren ver al matrimonio Jackson-Reddington? — sonrió Percy y Quirón observó al ex-héroe del Olimpo sorprendido. ¿Se había casado? ¿Cuándo exactamente?

De igual manera asintió.

— Bien, vamos — y al parecer así como Little Red termino esa frase saliendo de su nebulosa, se vieron rodeados de una niebla, cuando está se dispersó, se encontraban en el gran e imponente Olimpo.

— Perseus Jackson — escuchó el siseo de Zeus.

Percy observó, ahí había varios campistas. Líderes más que nada. Y los siete junto a Reyna, además a un lado de la diosa de la caza estaban sus fieles seguidoras, Percy quiso sonreír, ahí estaba su prima.

Ninguno demostró nada en su mirada.

— Hola de nuevo diosecillos — sonrío el chico con tanta burla, que Artemisa esperaba poder atravesarlo con una flecha.

— ¿Que estás haciendo aquí? ¿Y por qué mi hija llegó contigo? — preguntó Atenea.

- Porque es igual a mi...

—Es una mestiza...

— No — le cortó ______ — Yo soy _____ Reddington — miro a los dioses, a Ares le brillaron los ojos, reconocía ese apellido, donde fuera. Atenea la miró con seriedad — Y si, soy igual a Percy, soy hija del criminal más buscado del mundo, encabezó la lista negra junto a él, y Percy, Little Red es una desalmada, horrible, una perra sin sentimientos. — les sonrío con maldad y camino.

— Tú no te ves nada mala — escuchó la voz de Annabeth lejana.

— Dime Rubia...¿Tú has matado? — preguntó.

— Monstruos, si, muchos — la risa suave de Little Red se escuchó por el lugar, haciendo que Artemisa y Atenea fruncieran el ceño.

— No, dulzura, no me refiero a Monstruos. Me refiero a humanos, personas, mortales, como tú y como yo, tal vez con menos poder o divinidad... — dijo y Artemisa se inclinó.

¿Qué estaba tratando de decir ahora?

— No, los héroes no matamos mortales. He visto a muchos morir, demasiados, pero yo no lo he hecho. — dijo la rubia, segura de sus palabras.

Percy se preguntó una vez más, ¿Cómo es que estuvo con alguien como ella?.

— Y aquí está lo que nos diferencia, yo sí he matado, a demasiados, dulce hija prodigio...no mates, no lo hagas, porque ese día pierdes el miedo— miro a los dioses, estos también la observaban, la chica parecía una amenaza — cuando sientes el poder sobre la vida y la muerte de tus enemigos. Y ya no esperas que algún dios haga justicia divina, la haces por tu mano. — dijo la chica, y tomo de nuevo su chicle, ahora miraba a los dioses, Artemisa respiro hondo.

Eso estaba fuera de lugar.

— Pero Percy el no mata, a nadie...— comenzó Piper.

— ¿Yo? ¡Por una mierda Piper! Soy igual a ella. Es divertido ver a esos enclenques pedir por su vida, jurando que no llamarán a mi esposa la debilidad de su padre. — sonrío con diversión el hijo de Poseidón.

Entonces los cambios en Percy parecieron resaltar para los dioses.

Seguro. Frío. Frívolo. Egocéntrico. Con poca conciencia. Seguía siendo leal, pero, ya no a ellos si no a esa chica que estaba a su lado, y que sonreía orgullosa. Y el peor de todos: Iba a matar si la situación lo ameritaba.

— Tú no eres Percy Jackson — dijo Artemisa.

— Claro que no Artemisa — dijo Percy con diversión. — Me dicen Incógnito por ahí...y es tan divertido ser yo — río cerrando los ojos.

— ¿Qué quieren ustedes? Que no tenemos todo el día — la sonrisa inocente de Little Red hizo rabiar a varios dioses.

— ¿Por qué vinieron al campamento mestizo? — dijo Poseidón

— Porque teníamos una emergencia — dijo Percy.

— ¿A dónde irán después? — Preguntó Apolo

— A un sitio seguro. — sonrío Little Red

— ¿En dónde? — escupió Ares, estúpidos mocosos que no le estaban contestando una simple pregunta.

— En Estados Unidos, claramente — se burló Percy.

— No podemos decirles, entiendan. Somos los malos, es lo que hacemos, desaparecemos, aparecemos, hacemos desorden, amamos el rojo de la sangre, tenemos un sentido del humor muy extraño, pero, a pesar de todo somos una familia unida, que no se traiciona, sin verdaderas pruebas — y ese fue justo el golpe que los dioses no querían oír.

El haber tratado a Percy Jackson de Traidor.

Pero el lo era.

— El es un traidor...

— Pues yo quiero ver qué fue lo que hizo mi esposo como para que lo vetaran de traidor, por favor — dijo y entonces, algo lejos, Annabeth jadeó en voz baja.

Mierda.

Nota;

Ya llegué! Wujuuu

Espero les haya gustado Sissi, debo irme.

Estoy en servicio Sisi, bai! Comenten y díganme que les a parecido. Uwu

¡Oh! dulce venganzaWhere stories live. Discover now