28 - The End

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-Omnisciente-

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-Omnisciente-

Arlette se encontraba tumbada en el sofá de la sala común de Slytherin. Pensaba y pensaba en aquel chico que veía, pensaba en su melena rubia y en su ropa moderna, su mente viajaba a la clase de adivinación donde vio aquella profecía y se formó un laberinto de pensamientos sin salida.

Pasaron dos semanas desde la prueba final del torneo de los tres magos y las dos escuelas invitadas tomaron rumbo a sus hogares con sus familias, dejando a Hogwarts tan refugiada y desolada como al principio del curso.

Al otro lado del castillo se encontraba Tom Riddle en la biblioteca paseando por la sección prohibida con un auguro invisible rodeando su silueta. Tenía un mal presentimiento y necesitaba apaciguar ese sentimiento. Había pasado las últimas noches escribiendo en su diario, el cual Arlette le devolvió al fin.

—Riddle—le llamó una voz desde una esquina de la biblioteca.

Allí se encontraba Dumbledore observándolo sin pudor alguno, con las primeras canas empezando a brotarle y sus desconfianzas flotando en el aire.

—¿Desea algo, profesor?—preguntó Riddle con su típico tono de voz que recurría cuando hablaba con los profesores.

—Noto algo raro en Arlette, ¿Usted sabe a qué puede ser?

Tom dio un paso hacia delante, sujetando su diario y observando al profesor.

—Me he fijado. No tengo ni idea de lo que pueda ser, profesor, pero presiento algo.

Aquel muchacho no era de su agrado para el profesor Dumbledore, siempre sospechó de él y de todas sus maldades, pero estaba seguro que decía la verdad respecto a Arlette, porque ella era importante para él. El monstruo aprendió a amar, la serpiente siseó.

—La mantendré vigilada—dijo sin más—¿Qué hace aquí?

—He venido a buscar un libro de pociones-se excusó el joven Riddle.

Albus no era ingenuo, sabía todas sus jugadas.

—Eres excelente en pociones, no te hacen falta libros.

Un duelo de miradas comenzó en ese instante. Tom lo odiaba porque sabía que el profesor sospechaba de él, pensaba cada jugada con antelación y repasaba cada paso.

—¿Qué hace usted aquí?—remató él.

—No es de su incumbencia.

—Entonces debería de irme.

Dumbledore alzó su barita y atrajo su diario con un simple «accio». El diario terminó en sus manos y lo abrió para leerlo. El profesor era muy sabio, no sabía hablar pársel pero sabía leerlo y lo entendía, así que leyó las primeras palabras antes de que fuera requisado de sus manos.

Aᥣmᥲs Coᥒᥱᥴtᥲdᥲs · Tom Rιddᥣᥱ [1] ✔Where stories live. Discover now