No tienes oportunidad

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Cada vez me deslizo mejor sobre este riel.

Las luces me han permitido ver a las personas y distinguirlas con cierto grado de nitidez. Ya no son solo sombras que simplemente se mueven, ahora corren. Tampoco son manchas las que me tapan la luz del sol; ahora son seres con forma distintiva.

En esos días, algo extraño me pasó.

Me encontraba yo andando sobre esta pista, realizando mi último recorrido del día, cuando uno de mis vagones se detuvo. Fue una sensación siniestra la que me invadió. Pensé que había llegado el momento de cambiarme. Aceleré con más fuerzas y no pude evitar quedarme atascado.

Entre la muchedumbre que había ya clavado su mirada amenazadora sobre mí, hubo alguien que sobresalió del resto. Sus ojos acaramelados me observaron, con un aire de ingenuidad. Una ligera sonrisa se empezó a explayar sobre su rostro y luego permaneció ahí, mirándome.

Admito que quise contemplarla más, pero el tiempo apremiaba. Tal como inició el desperfecto, este terminó; y mis típicos pasajeros no me iban a dar ningún tiempo más libre. Ellos solo querían su viaje. Y tal como si yo fuera un caballo de carga, me gritaron al compás de un látigo imaginario.

- ¿Quién es ella, Rosbey? -pregunté anonadado en la reunión de esa noche. Su mirada instrusiva me había provocado un magnetismo insólito. Aún recuerdo que una tela rosada cubría su tronco, mientras unos pantalones sueltos le cubrían las piernas.

- ¿A quién te refieres?  -dijo Rosbey, interrumpiendo mis pensamientos- A este parque viene mucha gente

- Hoy vi a la elegancia hecha persona. Solo una muestra de la belleza humana

- No la conozco, Ferry. Pero me sorprende la rapidez con la que estás tomando conciencia de tus alrededores

- Quisiera conocerla algún día. Entablar conversación con ella

De repente, Rosbey calló por unos momentos. Por primera vez, noté una sensación suspicaz en su silencio.

- Lord Ferry, ¿Te das cuenta de lo que dices? -cuestionó Viridian, atrapada en su caseta de mandos

- ¿Dije algo malo?

- Es que uno no puede aspirar a tanto -pronunció Rosbey- por más que lo quisiera

- ¿Por qué no?

- Somos máquinas. Y las máquinas no se enamoran de los seres humanos

Trato de defenderme. No tengo la mínima idea de qué es a lo que se refiere con enamorar, pero debo decir algo a mi favor:

- ¿Y quién dice que estoy enamorado? Si solo la admiro

- Lord Ferry, tengo entendido que hasta los humanos sufren por amor. Unos luchan, otro se rinden. Y unos se vuelven locos al no ser correspondidos. Yo no quiero que te pase -sentenció 

- No te preocupes. Ella no será mi extinción

Me contuve de contar el resto de la historia. En la segunda vuelta, también la pude ver. Y en la tercera, también. Me di cuenta de que llevaba una pulsera sobre el brazo, una bufanda de lana y un refresco sobre la mano derecha. Sus rasgos eran tersos, tenía el cabello corto y los ojos delineados. Ella volteaba hacia mí, pero aún permanecía en su mismo lugar; quieta.

Las palabras de Rosbey me desalentaron. Aquella chica misteriosa era quizás el único anhelo que podía tener en la vida, y ahora el paradigma de ser una máquina me lo quitaba todo ¿Por qué Rosbey me hablaba de paradigmas y vida humana si al final no podía realizar nada? Yo quería realizar todo, tal como la vez en que puse todo de mi parte para tener fuerza de voluntad.

Y lo logré. Logré moverme a voluntad por los rieles en que me encuentro ahora. Pero nada más. Tengo limitaciones.

Los seres humanos deben ser las personas más felices del mundo.


Lord FerryWhere stories live. Discover now