La biografía de una estrella

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A partir de aquel día, Lord Ferry daba un paseo todas las noches. Una vez que todos se hubieran ido, volvía a quedar a solas con su mente y nadie más. Se enfrascaba en una discusión muy típica de si con sus propios pensamientos. Algunas veces, parecían convencerlo de abandonar todo tipo de esperanza; mientras que otras, lo convencían de que nada estaba escrito hasta el final.

En muchas ocasiones, la discusión llegaba tan lejos que a Lord Ferry se le escuchaba sollozar. En esos momentos, sus pensamientos negativos ganaban. Las demás máquinas sabían que no era para menos, pues aquel tren había sido una de las últimas máquinas en desarrollar conciencia; y por lo tanto, una de las últimas en enterarse de la cruda verdad.

Avanzando sobre los rieles que lo sostenían, aquellas palabras se repetían una y otra vez:

- Solo hay una forma de volvernos humanos; y es logrando que alguien nos trate como genuinos humanos en nuestro estado actual. Como comprenderás, nadie hace eso.

Él racionalizaba. Incluso, había pensado en salirse de la vía como la otra vez. De esa forma, quizás pensarían que él estaba vivo. Pero aquel pensamiento, pronto se desbarataba por un hecho de la realidad que le había informado Rosbey:

- Ellos jamás creen que tú estás vivo. Prefieren creer que tú estás hechizado, y que la voluntad pertenece a alguien más.

- ¡No puede ser! -exclamó en su mente. Cada intento de salida a aquel laberinto parecía taparse. A pesar de que las estrellas y el cielo brillaban en su máximo esplendor; esta era una de las noches donde se podían escuchar sus lamentos.

- Murieron creyendo que iban a vivir, amigo Ferry; pero la tierra se los comió. Volvieron al depósito y vivieron el infierno de su propia oxidación. Jamás sus ruedas se volvieron manos. Jamás un corazón latió.

- ¡No! -volvía a exclamar dentro de si.

Pero, ¿Qué podía refutar él? Rosbey era su mayor fuente de conocimiento; el único que entendía lo básico sobre el funcionamiento de las cosas allá afuera. Lord Ferry, a veces, deseaba haber pertenecido a un manicomio humano. La mayoría de esas máquinas veía su sueño cumplirse en algún momento; pues los internos solían confundirlas con alguien de su misma especie.

Todo formaba parte de un nuevo orden de la materia que hasta ese momento se desconocía. Los científicos se pasaban la vida tratando de entender cómo es que la materia muerta podía, de pronto, volverse materia viva y pensante. Nadie estaba cerca de la respuesta.

Lo único que habían descubierto muchas de las máquinas alrededor del mundo era que los seres humanos les podían dar conciencia si se exponían lo suficiente. Sin embargo, muy pocas sabían que podían volverse humanos completos si se les trataba como tales.

- Tú tan libre, y yo, atrapado en este cuerpo -pensó, Ferry, mientras miraba las estrellas. Un sentimiento de angustia y congoja lo invadía durante sus horas críticas de tristeza. Después de aquel ritual acostumbrado, solía bajar hacia donde se encontraba Forteen para poder seguir leyendo acerca de ella.

Lord Ferry conocía cada vez más sobre aquella estrella famosa que había decidido poner los pies sobre el parque de diversiones. Mandala Baptiste había filmado algunos programas de televisión durante su juventud. Su vida privada era poco conocida, pues casi nunca se dejaba hacer entrevistas. De hecho, algunas críticas malintencionadas se atrevían a llamarla estrella inalcanzable y soberbia.

Pero él sabía que no era así. Los ojos que él vio aquel día no podían ser de una chica soberbia con la vida. Ni si quiera el de una mujer mala. Él sentía que Mandala era muy diferente a todas las demás chicas que había llevado en sus vagones durante años.

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⏰ Poslední aktualizace: Jan 19, 2020 ⏰

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