Sombras negras

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- ¡Bienvenidos a todos al gran show! -grito en frente de toda esa gente que se ha reunido para verme. Es la hora pactada, como todos los días -¡Quiero agradecerles por haberme acompañado todo este tiempo, sobretodo hoy que será mi última presentación!

Los sentimientos de la gente no se hacen esperar. Quizás, atados a la costumbre segura que les da la vida, algunos dejan escapar unos tristes alaridos.

- ¡Pero la vida es hermosa, señores! ¡Y por eso, hoy los quiero deleitar con esta hermosa pieza! -digo, mientras respiro muy hondo. Acerco el micrófono una vez más y empiezo a cantar una de mis canciones favoritas del autor Roberto Carlos: Abrázame así.

Mientras canto, puedo ver sus rostros de alegría. Algunos parecen complacidos al escuchar esas palabras tan bien pensadas para expresar el amor. En el momento del coro, todos parecen acompañarme.

La canción termina, después de unos instantes. La gente estalla en aplausos. Yo no puedo dejar de sentirme feliz al saber que en poco tiempo he podido ganar algo de simpatía. Eso es espléndido.

- Es uno de los pasos que debo seguir para lograr ese gran sueño -pienso dentro de mí.

A lo lejos de todo el público, puedo distinguir la sombra de una persona que camina muy lentamente hacia el otro extremo de la calle. Noto que trata de pasar desapercibido, pero esa forma de caminar es inconfundible. Dudo por un momento, pero en seguida lo hago.

- ¡Botero!

Él voltea a mirarme. Su rostro luce sorprendido, tal como si no quisiera ser visto. Se escabulle hacia el lado de donde vino, pero ya es muy tarde. Rápidamente, un cúmulo de miradas lo invaden. Su paso disimulado ya no lo es más.

Trato de redirigir la atención hacia mí otra vez.

- Estimado público -aclaro la garganta- Quisiera presentarles a una de las mejores personas que he conocido. Su forma de pensar, su talento y su humanidad es lo que me ha ayudado a ser lo que soy.

Botero mueve los ojos hacia los lados, muy rápidamente. Es como si dijera: "¿Quién es esa persona?". Se lleva una mano al pecho y sonríe de forma leve.

- ¡Esa excelente persona lleva el nombre de Botero Bardales!

El público, de a pocos, empieza a dirigir sus aplausos hacia él.

- Ven, Botero. Yo sé que siempre has querido bailar una canción en frente de todo el público. Ahora, ellos están aquí para disfrutar de tu arte.

- ¡Botero! ¡Botero! -algunos empiezan a gritar de emoción.

Botero permanece estático unos segundos más, pero pronto comprende que los gritos de alabanza no se van a ir. Como si estuviera siendo movido por un sentimiento de convencimiento, camina hacia el improvisado estrado.

- Baila, Botero. Este es tu momento de ser feliz -le digo, apenas lo veo llegar.

- Gracias, Delel -responde, aun sin mirarme completamente.

No hago más pausas, tomo el micrófono y canto una de las canciones más animadas que conozco. El público parece disfrutar aun mucho más nuestra presentación combinada. Botero mueve los pies al ritmo de la música; lo hace de manera tan coordinada que parece un profesional de las danzas.

La canción termina. El público vuelve a gritar y dar aplausos con fervor. El apoyo es mucho más grande, pues la gente parece haberse multiplicado. Botero, deslumbrado, voltea a mirar a su alrededor. Esta vez, no parece estar avergonzado por su apariencia. Él sonríe y se inclina hacia al frente, en señal de agradecimiento. Miles de ojos lo miran y le toman fotos.

Esa misma noche, mientras regresamos a nuestro lugar de descanso, Botero me sigue los pasos por detrás. A pesar del espectáculo, hemos hablado muy poco en el camino.

- Botero, ¿Sigues ahí? -le pregunto, cuando noto que sus pasos empiezan a ser más silenciosos.

- Aquí estoy, Delel.

- ¿Te agradó la presentación? -pregunto.

Pasan unos cuantos segundos. Vuelvo a escuchar sus pasos sobre la tierra.

- Sí -dice en voz baja -Al principio me asusté por lo rápido que pasaba todo...las miradas...los gritos de emoción. Pero descubrí que a veces uno tiene que atreverse en el momento menos pensado.

- Me alegro, Botero.

- Y tú me diste esa oportunidad. Eres, eres un buen amigo.

- Espero que puedas arriesgarte más seguido -río -sobretodo cuando ya no esté. Por fin comprobaste que eras buen bailarín; ahora solo queda explotar ese talento.

- Lo sé, Delel. Gracias.

Continuamos caminando. El cielo de la noche luce hoy, particularmente, más oscuro de lo normal. Estamos más cerca del refugio. Siento que los pasos de Botero van disminuyendo.

- ¿Botero? ¿Estás bien? -vuelvo a preguntar.

No oigo respuesta.

- ¿Botero?

Volteo. No puedo distinguir a nadie. Botero se ha quedado muy atrás.

- ¡Delel! -escucho, de repente. Su voz suena quebrada por un llanto misterioso -¡Delel, perdóname!

- ¿Qué sucede? -corro hacia él.

Sentado sobre una piedra, tiene una mano sobre la frente. Escucho sus sollozos intermitentes.

- Tú eres un buen amigo -dice -Yo no lo soy.

- ¿Por qué lo dices?

Botero detiene su sollozo por un momento. Se levanta y escucho el sonido de unas monedas chocando contra el metal. Me entrega mi lata con dinero. Da un par de respiraciones profundas antes de hablar.

- Huye cuanto antes, por favor.

En ese momento, miles de cosas pasaron por mi cabeza. Por primera vez, sentí un ligero escalofrío recorrer mi cuerpo.

- ¿Qué dices?

- ¡Huye cuanto antes! ¡No mereces lo que hice!

- ¿Qué hiciste, Botero?

- Es difícil decirlo.

- ¡Dilo! ¡Quiero saber por qué voy a huir!

Botero baja la cabeza.

- Los vagos del bloque A sentían envidia por ti. Yo te vendí por un par de monedas.

- ¿Por qué lo hiciste?

- ¡No lo mereces! ¡Huye antes de que te encuentren! ¡Yo los voy a detener!

Volteo a mi alrededor. Me siento acechado. Muy cerca del refugio se asoman dos sombras con forma de persona. Uno parece llevar un palo y el otro, un cuchillo negro.

Siento que es muy tarde.

- ¡Corre!

Lord FerryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora