Juntos disjuntos

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He terminado mi segunda vuelta del día.

La gente hoy no parece motivada a subirse a mi atracción. Solo he tenido dos vueltas desde la mañana y ahora me encuentro aquí, estático e impaciente sobre mi estación.

He visto de lejos a Katrina, la cámara de seguridad. Ella siempre lo ve todo. He sentido una incipiente curiosidad de acercarme a ella, preguntarle y cuestionarle sobre esa chica. Sin querer, un impulso casi automático me impulsa reptando hacia a ella.

Es la única que podría darme la información que necesito tener. 

Pero me detengo en seguida. Empiezo a mirar a mi alrededor. Debo tener cuidado o podrían darse cuenta de que me he movido de mi lugar.

Vuelvo a avanzar con cautela. Presumo que nadie va a estar tan desocupado para ver como le hablo a una cámara de seguridad. Después de todo, hoy no habido mucha gente.

Un sentimiento de congoja me invade todo el cuerpo. Y es que también he recordado algo de lo que no podía olvidarme. Algo tan obvio para nosotros que a veces prefiero olvidarlo. 

- Somos seres inertes -me dije- demasiado inertes.

Aquí, nadie sospecharía que he soñado con ella. De hecho, nadie pensaría en lo mínimo que he desarrollado una conciencia igual que ellos. Pero yo siento, oigo, miro, anhelo...

Y, sobretodo, sueño. Hoy, sus ojos pintorescos me miraron a lo lejos y ella escudriñó con sus manos un gesto que me invitaba a acompañarla. Yo corrí hacía ella. Tenía pies. Pero todo terminó tan pronto me había acercado. Ella se esfumó y mi sueño también.

¡No puede ser! -exclamé para mí-  ¡Solo tengo una oportunidad! Si me descubren, que ellos sepan que las máquinas también sueñan. Que se enteren que tenemos voluntad.

Katrina se encuentra a solo unos cuantos metros de donde yo estoy. Me acerco a interrogarla.

- ¿Quién era ella? -digo, con total curiosidad.

Katrina dobla su cuello metálico hacia mí. Su único ojo examina discretamente el panorama hasta que logra verme.

- ¿Quién ella? -me responde, extrañada.

- La chica a la que vi. Fue hace siete días, casi a esta misma hora. Fue en el momento en que sufrí un ligero desperfecto y todos voltearon a verme.

- No tengo idea de quien me hablas, Lord Ferry -responde.

- Llevaba una prenda rosada sobre su tronco. Tenía el cabello corto y pantalones sueltos. Era única en su clase, Katrina.

- Puede serlo, querido Ferry, pero a este parque viene mucha gente.

- No puede ser -Aunque ella tenía razón.

- Lo es.

- ¿Y no hay forma de saberlo? -exclamé, con mis esperanzas disminuidas- Pueden ser miles de personas, pero ella debe estar guardada en algún lugar de tus registros.

- Déjame ver qué hago -replicó- Quizás sea hora de probar mi funcionalidad de reconocimiento facial.

- ¿En serio puedes hacer eso?

- Según mi fabricante, sí. Y con la ayuda de internet, puedo compararla con millones de rostros hasta encontrar su nombre.

Me sorprendo de sobremanera.

- ¡Waw! No esperaba tanto. Eres la mejor.

- Dime la fecha y hora exacta; y veré qué puedo hacer por ti.

- Gracias, Katrina.

En mi fuero interno, he comenzado a cavilar sobre muchas cosas. Algunas son dudas; otras, ciertamente deducciones estremecedoras. 

¿Y para qué quiero saber de ella? Si mi futuro es uno solo.

Bajo la velocidad y doy marcha atrás. Ha pasado más tiempo del debido. A lo lejos, escucho ligeros murmullos que se van acrecentando. De hecho, era lo que me temía desde un comienzo:

- ¡Este tren se ha movido de su lugar! ¡Ya no hay medidas de seguridad! ¡Son unos incompetentes!

Acto seguido, el furibundo pasajero grita de ira y patea un contenedor de basura hacia mi riel.


Lord FerryWhere stories live. Discover now