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Aunque la escuchó, no sintió la presión necesaria para hacer un mayor esfuerzo por levantarse e ir. Tras varios segundos se paró de golpe y se dirigió hacia la puerta, hasta que escuchó que su madre comenzaba a discutir con su padre:

—Vaya, te dignas a aparecer —dijo su madre.

—Es el cumpleaños de nuestra hija, ni modo que no la felicite —respondió él.

—Pudiste hacerlo con un mensaje, así nos hubieras ahorrado la incomodidad de tener que recibirte.

—No creo que mis hijos sientan lo mismo.

—A mí no me importa lo que creas o no.

—¿No?, pues a mí me importa bien poco lo que tú y tu pareja piensen de mí y mi situación.

Antes de que pudieran seguir discutiendo, Island bajó rápidamente; tenía los ojos un poco hinchados y estaba despeinada.

—Te dejo con tu desperdicio de padre, cierra cuando se vaya.

Su madre, molesta, y su marido subieron al piso de arriba.

—Island, no tengo mucho tiempo. Me alegra mucho verte, hace tanto que no nos veíamos, hija mía. ¿Cuántos años tienes ya? ¿Dieciséis? ¿Diecisiete? —parecía agitado y nervioso.

—Dieciocho, pero...

—Bueno, no importa. Lo que realmente quería decirte es... —

—Genial, ¿no me trajiste regalo verdad? —contestó indiferente.

—Ehmm... Yo...

Island se asomó por la ventana del carro de su papá y pudo ver un aparato metálico con detalles de plasma. En seguida se dio cuenta de que se trataba de un dispositivo que se colocaba en el oído; le resultaba familiar su moderno diseño, y enseguida pudo analizar qué era: un VRM (Virtual Reality Mess). El VRM era lo más innovador y moderno en cuanto a las nuevas tecnologías, la mayoría de gamers deseaba tenerlo, y ahora ella tenía la oportunidad de tenerlo.

Wow, ¿me trajiste un VRM? —preguntó sarcástica. Sabía que lo más probable era que no fuera para ella y procuraba no ilusionarse demasiado.

Su padre se quedó pensativo unos instantes, y al cabo de unos segundos, respondió con nerviosismo y sudor en su frente:

—S... s... sí.

—¿En serio? Yo lo decía de broma, no quiero presionarte.

—Sí, es para ti... ehmm... Tómalo... —miró nerviosamente a su alrededor—. Disfrútalo, feliz cumpleaños, hija mía.

Island tomó cuidadosamente el aparato, y después de unos segundos, su padre se despidió de ella y se retiró.

Al entrar a casa subió rápidamente a su habitación con el aparato entre las manos y al llegar, cerró la puerta de un portazo. Se sentó al borde de la cama y comenzó a observar su nuevo juguete; ella sabía en qué consistía, sin embargo, no sabía cómo se utilizaba con exactitud. Se tumbó en la cama y tras voltearlo entre sus manos, decidió colocárselo en la oreja izquierda. Al principio no ocurrió nada. Pasaron no más de cinco minutos cuando escuchó una voz femenina en el interior de su cabeza: «Bienvenido. Bienvenido».

La voz repitió la palabra «bienvenido» siete veces y después de unos segundos cedió de forma inesperada; la voz se escuchó distorsionada y se apagó.

«Pero ¿qué...?» pensó, cuando de inmediato volvió la voz.

«Bienvenido. Usuario: Island Castel. Edad: dieciocho años. Tipo de sangre: O+. Bienvenido».

—¿Cómo sabe mis...?

Y de repente, ya no se encontraba en su habitación.

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