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Actualmente...

Island se dirigió hacia el enorme monumento y como esperaba, había varios guardias que impedían su entrada. Se acercó a uno de ellos quien automáticamente apuntó su enorme lanza hacia ella. El guardia comenzó a decirle algo, pero no pudo entenderlo. Al terminar de hablar, un holograma apareció delante de Island preguntando: «¿Desea traducir del hindi?». Seleccionó la opción de aceptar.

—No está permitido el paso a nadie que no sea de la realeza. Aléjese si no quiere morir.

«Vaya, ¡qué directo!», pensó un poco asustada.

Island se alejó unos cuantos metros y se sentó a lado de la enorme fuente frontal del palacio. Sostuvo su cabeza con sus manos y se apoyó en sus rodillas.

«¿Y ahora qué hago?», pensó.

Después de unos momentos de reflexión, se levantó y comenzó a caminar dando vueltas. No lograba pensar en una solución para su problema. Minutos después vio que un joven huía sosteniendo un diamante entre sus manos. Las personas sombrías lo seguían por todo el lugar. El joven se defendía lanzando bolas de fuego, reduciéndolos a cenizas.

«¿Tiene poderes? ¡Pero creí que eso era en el modo libre».

Island abrió su inventario y la misma voz femenina indicó: «Objetos de decoración. Objetos recolectados. Atuendo. Armas».

—Muéstrame mis armas —demandó.

—Tienes cuatro armas: Hidroquinesis, Electroquinesis, Telequinesis, Umbraquinesis —contestó la voz.

—¿Hidroquinesis? ¿Electroquinesis? ¿Qué es eso? — preguntó.

—Hidroquinesis: habilidad de mover el agua y los cuerpos líquidos con la mente. Electroquinesis: habilidad de manipular la electricidad con la mente. Telequinesis: habilidad de mover objetos con la mente. Umbraquinesis: habilidad de alumbrar en la oscuridad y manipular la intensidad de la luminosidad. Señorita Castel, cuando requiera información de nuevo llámeme Tera.

—Gracias, Tera.

Después de un rato de persecución, el joven se detuvo y se escondió detrás de unos arbustos cerca de donde se encontraba Island. Vestía una camisa blanca, pantalones blancos y una manta parecida a la de ella, solo que la de él le caía desde el hombro hasta la cadera y era dorada. Su cabello era rubio ceniza, lacio, y sus ojos marrones.

Sacó su holograma frente a ella y pudo observar que el joven había recolectado diez diamantes

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Sacó su holograma frente a ella y pudo observar que el joven había recolectado diez diamantes. A Island le dio curiosidad, así que decidió preguntarle.

—¡Hey! ¡Tú! —lo llamó.

El joven la miró por unos instantes y luego volvió a voltear hacia su holograma.

—¿Qué, no me escuchaste? —insistió.

Después de unos segundos, frente a ella apareció una solicitud de mensaje: «Aaron Tebas ha enviado un mensaje. Seleccione "Sí" para abrirlo. Seleccione "No" para rechazarlo».

—Sí.

—Deja de gritar. Te van a escuchar y nos irá mal a los dos. Ahora, déjame completar mi misión, no me estorbes.

*Contestar*

—¿Qué es lo que ocurre aquí? ¿Quiénes me escucharán?, —preguntó ella.

«Tiene una solicitud de amistad de Aaron Tebas. ¿Desea aceptar o declinar?».

«Aceptar».

«Aaron Tebas se ha añadido a su lista de contactos. Ahora puede saber su ubicación exacta, su inventario, su cantidad de vidas disponible y sus características».

Aaron le hizo señas para que se acercara a él, Island lo intentó, pero cuando estaba aproximándose le hizo señas para que parara.

—¿Y ahora qué sucede? ¿Por qué me paras?, —preguntó Island confusa.

Detrás de ti, —respondió él.

Island volteó y se dio cuenta de que las personas que antes se encontraban caminando por todo el lugar, se habían detenido y la miraban.

—Aaron, ¿qué está sucediendo? —preguntó.

—Se dieron cuenta de que eres una jugadora. Antes de que te alteres, necesito que te quedes exactamente donde estás, no muevas ni un músculo —contestó él.

Aarón comenzó a correr.

Las personas comenzaron a perseguirlo permitiendo que ella quedara sola. Aaron y la multitud se perdieron de su vista, hasta que le volvió a llegar otro mensaje:

«Estoy detrás de ti».

Island volteó y no vio nada.

«¿Qué? No veo nada».

Unos segundos más tarde, Aaron apareció frente a ella haciendo que se sobresaltara. 

—Tranquila —dijo él—, solo me hice invisible por unos instantes, el tiempo imprescindible para deshacerme de esas molestias.

—¿Ya podemos hablar normal?

—Así es.

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