Capítulo III

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Andrea llegó puntual. Pedro ya la esperaba con una gran sonrisa. Ambos comenzaron a trabajar inmediatamente. Conforme pasaron las horas el dolor en los brazos disminuyó de intensidad sin que desapareciera del todo, pero el escozor de los dedos y heridas que se estaban creando iban en rápido incremento. Ignorar eso no le fue fácil, pero con Pedro hablando sobre la vida de la gente allí, hacía que pudiera distraerse. Al parecer conocía a prácticamente todo el pueblo y se sabía la historia de cada uno de ellos. Resultaba entretenido y un distractor eficaz.

—Sabe, seño... perdón, Andrea... —dijo el chico, hacer la aclaración un rubor cubrió el moreno rostro. Ella sonrió y continúo cosechando–. Irma... la hija de Lorenzo —al notar cómo la nombraba, Andrea se dio cuenta enseguida de que el muchacho estaba enamorado de aquella chica–, dice que soy un ig... ignorante... y pos, no es que sepa muchas cosas, pero... esa palabra pos es muy fuerte, ¿no crees? —Andrea asintió riendo–. Ella ya está terminando la secundaria y dice que pos alguien como yo no va a prospe... prospre... bueno.

—Prosperar —lo corrigió al darse cuenta de lo que quería decir.

–Sí, eso. La verdad es que no le entiendo mucho pero... —se rascaba ahora la cabeza pensando en algo.

–Pedro, Irma te gusta, ¿no es cierto? —El muchacho la miró atónito como si no entendiera la manera en la que se había enterado.

—¿Cómo lo supo?

—Pues, lo adiviné —le mintió la joven riendo. No quería decirle que era obvio por cómo se expresaba de ella. El rostro del chico enseguida se ensombreció asintiendo.

—Sí... pero pos ella dice que no puede estar con alguien tan burro como yo.

—Y, ¿te gustaría aprender? —quiso saber curiosa. Una idea comenzaba a formarse en su cabeza.

—Pos... sí... la verdad es que sí... Pero como dice mi apa; ya es muy tarde —parecía abatido y triste al evocar esas palabras.

—Si tú de verdad quisieras, yo... podría ayudarte —Él dejó de hacer lo que estaba haciendo y la miró pestañeando varias veces, perplejo.

–Uste... digo... tú, ¿me enseñarías? ¿Haría eso? —Andrea asintió tranquila. No tenía ni idea de cómo se enseñaba a alguien a escribir, sin embargo, siempre se le había hecho fácil explicarle a sus compañeros cosas que no entendían y que ella siempre tenía muy claras. No tenía que ser muy diferente—. Pero... —se acercó a ella susurrando—. Nadie se debe enterar... Mi apa se molestaría mucho y el patrón, uyyy, ni le digo —la joven frunció el ceño extrañada ante aquella confesión.

—¿Por qué se molestaría? No tiene nada de malo querer aprender —de pronto escucharon la voz de uno de los capataces cerca y siguieron trabajando. Unos minutos después volvió a preguntarle–. Pedro... ¿Dime, por qué Matías se molestaría?

Belleza atormentada © ¡A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora