Capítulo IX

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—¿Se puede? —Era Pedro, asomaba la cabeza con su cabello húmedo, recién bañado.

—Pasa —El chico iluminaba la habitación con su sonrisa y frescura. Se acercó de inmediato a Andrea.

—Te ves mejor —Ella sonrió, alegre.

—Sí, me siento mejor —al verla así de despreocupada ante el adolescente sintió una punzada de celos, con él parecía relajarse.

—Pedro, regresaré por la tarde, no te irás hasta que llegue, ¿bien?

—Sí, patrón, no se preocupe, yo la cuidaré bien.

—Te advierto que no es una paciente fácil... así que no te confíes —Matías colocó una mano en el hombro mientras observaba a Andrea fingiendo molestia. Ella se sonrojó enseguida desviando la mirada. Esas reacciones lo desarmaban, le generaban unas ganas terribles de recorrer la distancia que los separaba y darle un enorme beso que la dejara de verdad sin aliento.

—Sí, patrón, ya sé, cuando quiere puede ser muy enojona —al escucharlo decir eso la joven lo fulminó entornando los ojos, divertida.

—Y tú un poco flojo, ¿no es cierto? —El muchacho metió las manos en las bolsas de su pantalón, apenado por lo que acababa de decir. Matías los vio interactuar entretenido, asombrado por el grado de complicidad que ya manejaban.

—Ya te dije que no iba a volver a pasar...

—Y yo te dije que si así era yo me volvería a enojar —ambos discutían por algo que no comprendía, pero lo hizo reír. Parecían dos chiquillos discutiendo.

—A ver... yo debo irme y ustedes traten de no discutir todo el tiempo, ¿les parece? —ambos asintieron mirándose con complicidad. Él se acercó a ella y se sentó a su lado ignorando a Pedro—. Cuídate y no te excedas, ¿sí? —Al verlo tan cerca su gesto se tornó serio y asintió completamente presa de ese encanto que ejercía en su sistema nervioso. Él sujetó su mano para darle un pequeño beso—. Come bien... te veo más tarde.

—Sí —ya se iba a levantar cuando volvió a girar.

—No lo hagas renegar demasiado —Andrea sonrió al escucharlo bromear.

—Lo intentaré —un minuto después salió de la habitación dejándola con Pedro.

Tomó una larga ducha intentando de nuevo bajar la temperatura de su cuerpo. Media hora después comprendió que era inútil, sentía su aroma impregnado en todo su ser. La noche que pasó a su lado dejó sus pulmones llenos de su olor. Resopló frotándose el rostro con desespero. Estaba seguro que jamás podría ya borrar esas horas de su memoria, no recordaba haber vivido algo tan íntimo con alguien estando vestido. Andrea le estaba demostrando, con una sola mirada, lo que era compartirlo todo, y diablos, vaya que moría por hacerlo literalmente.

—¿Cómo pasaron la noche? —María le sirvió el desayuno.

—Bien, amaneció mejor —de pronto Inés entró cargando unos trapos. Al darse cuenta que ahí se encontraba su patrón, abrió los ojos buscando pasar desapercibida.

—Buenos días, Inés... —saludó observándola ásperamente, no pensaba regañarla por lo que sucedió el día anterior, sabía que con María había tenido más que suficiente, esa mujer era implacable generalmente. No obstante, debía dejarle las cosas claras personalmente—. Te voy a pedir un favor —la chica se detuvo quedándose congelada en su lugar.

—Te están hablando, Inés, por lo menos ten la decencia de mirar a los ojos —María le hablaba duramente, como solía hacer, era por eso que sus actitudes con Andrea siempre lo desconcertaron tanto.

Belleza atormentada © ¡A LA VENTA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora