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—¡Vamos, tía! —chilló la menor con dos años y medio. Era la quinta vez que iban a ese jardín.

—Ahora voy —la pelirosada estaba irritada, mirando su celular. Se detuvo y contestó una llamada: —¿Hola? ¿Se confirmó? —sonrió forzadamente —¡Bien! ¡Gracias! —gritó. La infante sonrió.

—¡¿No es emocionante?! —dio un brinco y se abrazó a ella. Ella miró mal a la infante y siguió hablando por teléfono con Yellow y Blue.

—Oh... Claro —susurró, haciéndole señales. Ella no entendía, por lo que seguió dando brincos. —Gracias —colgó y suspiró.

—¡Oh, dios! ¡Vas a ir a otro país a vivir! ¡Es muy emocionante! —dio brincos. —¡Podemos ir juntas!

—Oh, claro —susurró y miró la puerta del jardín. —Oye —la miró. —Tengo que irme.

—Claro, vamos —la tomó de la mano y ella frunció el ceño. Se zafó del agarre bruscamente. —¿Tía? —ella bajó la mirada.

—Oye... —susurró. —Entiendo que seas pequeña——

—¡Dos y medio! —chilló. Ella rodó los ojos.

—Yo tengo veintiuno y no tienes que seguirme a todos lados —la menor ladeó la cabeza.

—¡Pero quiero! —ella la miró enternecida y miró al cielo, suspirando.

—Perla... —negó con la cabeza. —... Spinel —susurró y le acarició la mejilla. —Juguemos a un juego.

—¡¿Será divertido?! —rió.

—Muy divertido. Debes quedarte quieta, ¿bien? —asentió. —Debes esperarme, iré por algo de comer y nos iremos las dos del país.

—¡Está bien, tía! —sonrió.

—Por favor, Spinel... Quédate quieta, no me sigas —sonrió con dulzura y se paró.

Ella se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia la puerta del jardín de flores. La infante permaneció ahí y juntó sus manos.

Al cabo de unas horas, la menor estaba jugando con sus pies desanimada.

Blue entró al jardín, preocupada con lágrimas.

—¡Spinel! —gritó y abrazó con fuerza a la infante.

—¿T-Tía Blue? ¿Por qué lloras? —la miró sin entender.

—Nos preocupaste mucho, ¿dónde está Pink? —miró alrededor.

—F-Fue por algo de comer —Blue miró alrededor y miró un celular en el piso. Ella se separó y lo agarró. Comenzó a mirarlo y se paralizó, tapando su boca. —¿Tía...? —Blue tiró el teléfono al suelo y lo pisó.

—Vámonos, Spinel —extendió su mano a la infante. Ella miró a la peliazul y la tomó con cuidado, siguiéndola.

“Hola, amorcito, nos vemos en el aeropuerto, ¿tienes los boletos?”.

“Por supuesto, Greg, los tengo”.

Autismo | Stevnel [Human Au] Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz