CUENTOS PARA MONSTRUOS | 𝐒𝐓𝐑𝐀𝐘 𝐊𝐈𝐃𝐒

Estrellas dormidas

Dos pobres muchachos, rotos y desgastados, contemplaban una enorme fogata.

En aquel lugar sólo había coyotes, cactus y pedazos de luna regados en la tierra. Detrás de ellos se dibujaba una cabaña, la cual serviría de refugio hasta que la madrugada se muriera.

El menor, Minho, con las pupilas fijas en las llamas, dejó que el pasado viniera por el. Los recuerdos de un hermano que no alcanzó a cumplir los 17 años le volcaron la cabeza. La muerte le había robado sus risitas y el amoroso calor de sus abrazos sorpresa. Encontraron el cuerpo de su Jeongin en uno de esos rincones incompletos de la ciudad, en un mal intento de Bang Chan porque nunca fuese descubierto.

Minho se vio tentado a dejarse caer en la fogata mientras su memoria repetía el nombre de su hermano letra por letra. Su felicidad y Bang Chan se habían escapado.

Y ambos eligieron la misma noche.

Hyunjin, por su parte, buscaba entre las chispas que soltaba la fogata el rostro de su mejor amigo. Jisung, quien se quedó a medio camino de los 17 años, su sonrisa de luna era uno de esos majestuosos espectáculos que él nunca se tomó el tiempo de apreciar. Su muerte trajo consigo una pena con dientes y garras.

El chico de piel blanca que tanto observaba a su mejor amigo, Bang Chan, había tomado lo que le interesaba del chico y había botado el resto, dejando sólo un cadáver inanimado.

Todas las estrellas estaban dormidas cuando Bang Chan se fugó.

Ahora, tras conocerse unos meses antes, aquellos muchachos con los corazones encogidos se habían reunido en ese lugar fuera del alcance de todos, en un desesperado intento porque sus historias encajaran. Se tomaron fuertemente de la mano, lo cual no fue una señal de romanticismo, sino un gesto de solidaridad. Sus miradas contemplaban cómo la fogata se alzaba hasta casi rasgar las estrellas.

Una fogata imperial, una fogata llena de rabia, una fogata que masticaba, una y otra vez, el cadáver de Bang Chan.