segunda flor

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Abrió la puerta del baño de golpe, casi provocando que su hermana cayera al suelo al abrirla tan bruscamente. Pero Harry solo pudo fijarse en su cara, entrando totalmente en pánico en cuanto realmente vio delante suyo a una Gemma de 17 años con el ceño fruncido y empezando a pegarle gritos.

—¡Joder, Harry, casi me das! —se quejó, mirándolo mal.

Acto seguido le dio un leve empujón para que se apartara y finalmente ella pudiera entrar al cuarto de baño, cerrando la puerta detrás suya y dejando a Harry totalmente solo en el pasillo.

Se quedó quieto, sin saber qué hacer o decir. Miró todos los detalles de las paredes, el color gris que años después cambiaron a azul pastel, los cuadros de fotos viejas que él recordaba haber cambiado de sitio. Aquello no podía ser real. ¿Cómo podía haberse dormido el primer día de enero de 2020 y despertarse diez años atrás?

Tenía que ser un sueño. Realmente tenía que serlo. Él no podía estar viviendo una situación así. Simplemente no.

Cogió aire profundamente y lo soltó lo más lento posible, intentando calmar sus nervios de aquella manera. Bufó y movió su pelo hacia atrás con una de sus manos, gesto de total desesperación. Entonces pensó...bien, si era un sueño, tendría que intentar despertar. ¿Cómo? No tenía ni idea. Tampoco entendía cómo aquello podía sentirse tan real, pero...no podía serlo. Así que no tendría más remedio que acoplarse a la situación por más surrealista que le pareciera. Realmente pensó que en algún momento debía despertarse.

Caminó hasta su habitación, pensando en qué era lo qué debía hacer en aquel momento. ¿Cómo podía despertarse? ¿Debería gritar, hacer algún ruido, golpearse más veces la cara?

—¡Harry! ¿Aún no estás listo? ¡Vas a llegar tarde!

Su madre lo estaba esperando en la puerta de su habitación, con sus manos posadas encima de su cadera mientras miraba fijamente a su hijo.

Harry se quedó quieto. Volvió a fruncir el ceño mientras contemplaba a su madre con detalle.

—Dios, qué joven... —dijo casi en un susurro.

—¿Qué has dicho? —alzó una de sus cejas—. Hijo, vas a llegar tarde al primer día de clase. Te dije que estas navidades no debías levantarte tan tarde porque después ibas a mal acostumbrar el cuerpo —lo regañó.

No pudo evitar soltar una leve risa al recordar lo que era tener aquel tipo de riñas con su madre.

—Ah, sí, sí... —dijo—. Yo... ¿tengo que ir a clase?

—Harry, como no te vistas en menos de cinco minutos olvídate de tu paga semanal —dijo totalmente seria, apuntándolo con el dedo para después caminar hasta la cocina.

Aquello había sido...raro. Siguió pensando en cómo podía sentirse tan real y en lo familiar que le era aquella situación, como si hubiera pasado exactamente de la misma manera. Primer día de clases del segundo trimestre de su primer año de bachillerato, él levantándose tarde y su madre regañándolo... ¿aquello había pasado de verdad?

Un recuerdo. Estaba soñando un recuerdo.

De nuevo empezó a darse fuertes pellizcos en las mejillas, a la vez que se dio leves golpes con la palma de su mano. Quería despertar. Realmente quería hacerlo. Aquello se sentía demasiado raro y no lograba entender absolutamente nada.

Estuvo así por lo menos tres minutos seguidos, hasta que desistió por completo. Aquello no iba a funcionar y él ya no sabía qué más hacer. Así que caminó hasta su habitación totalmente desanimado, pensando en que quizás si seguía el día con normalidad en algún momento lograría despertarse. Realmente no veía otra opción. Así que se vistió, casi entrando en pánico al ver su armario, aquellas prendas de ropa que tanto había lucido a sus dieciséis años y que ahora veía como el peor delito de todos. Lo único decente que pudo encontrar fueron unos pantalones tejanos y un jersey gris de lana, además de una converse negras. Antes de salir de su habitación con la mochila ya colgada en su hombro, recordó que no tenía teléfono móvil. Aquello definitivamente no podía ser peor.

memories bring back to youWhere stories live. Discover now