sexta flor

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Harry se lamentaba cada mañana el no poder despertarse al lado de Louis, el tener que seguir aguantando a los insoportables de sus amigos y sentir que los días pasaban cada vez más lentos. Tampoco soportaba tener que seguir yendo a clase todos los días y fingir que todas aquellas chicas que se le acercaban eran de su interés. Pero él sabía que no podía alterar aquella parte de su vida, aunque fuera algo que tuviera muchísimas ganas de hacer.

Finalmente había cumplido diecisiete años, lo que significó que sus padres decidieron regalarle un teléfono móvil, uno que en su momento le pareció de lo más moderno, pero que en aquellos momentos le estaba pareciendo lo más anticuado del mundo. No era demasiado exagerado, pero le parecía algo demasiado simple. Tuvo que fingir que había sido el mejor regalo que le habían dado nunca, aunque realmente solo se alegraba de finalmente poder hacer llamadas y enviar mensajes estuviera donde estuviera.

—Ojalá yo tener uno de esos —se quejó uno de sus amigos mientras contemplaba con envidia el iphone que Harry tenía en sus manos—. Pero me tengo que conformar con la mierda de móvil con tapa.

—Eres un pringado —le dijo Harry en tono de broma, aunque realmente lo pensara de verdad.

—Con esto puedes hacer fotos, ¿verdad? —le preguntó otro.

—Qué envidia te tengo, capullo —le dijo otro.

Harry intentó no suspirar.

Mientras sus amigos seguían hablando, él no pudo evitar quedarse mirando la mesa que había apenas a unos pasos de la suya. La mesa de Louis, donde se sentaba con sus amigos, quienes en apenas unos meses acabarían siendo también los suyos. En aquel momento fue cuando recordó que aquella misma tarde sería la primera vez que los conocería. De repente volvieron sus ánimos al pensar que cada vez estaba más cerca, que cada vez se acercaba más al día en que se diera cuenta de que se estaba enamorando de Louis. Sabía que aún ni se lo había planteado, que apenas lo veía como un chico más con el que le habían obligado a hacer un proyecto. Pero a partir de aquel día iba a empezar a considerarlo un amigo, y poco a poco y sin darse cuenta, iría cayendo cada vez más y más.

Aquella tarde salió de casa a dar una vuelta. No era algo que acostumbrara a hacer, pero se sintió lo suficientemente agobiado como para querer salir a tomar un poco el aire mientras miraba las tiendas del centro y el ambiente de las calles. Sabía que hacía demasiado frío como para que cualquier persona saliera por simple gusto, pero él disfrutaba del frío. Así que, con su chaqueta más gruesa, su bufanda y un par de guantes, salió de su casa para poder recorrer las calles tranquilamente.

Estuvo más de media hora caminando cuando decidió entrar a una cafetería a por chocolate caliente, ya sintiendo sus manos heladas a pesar de haber llevado guantes. Al entrar no fue sorpresa para él encontrarse con Louis, quien estaba delante del mostrador esperando por sus bebidas. Harry tuvo que permanecer serio para no alterar demasiado el momento, acercándose poco a poco a él para que fuera el más bajo quien se diera cuenta de su presencia.

—¿Harry?

Alzó su mirada, como quien no quería la cosa.

—Oh, hola —lo saludó.

Louis le sonrió, tímido.

—¿Qué haces por aquí? —le preguntó.

A Harry le encantaba provocar aquel efecto en él.

—Pues...lo mismo que tú, ¿no? —soltó una leve risa.

Louis se puso rojo, pero no por timidez. Harry sabía que en realidad no le había gustado el tono que él había usado y que por ello se había enfado, aunque estuviera haciendo lo posible para no demostrarlo.

memories bring back to youWhere stories live. Discover now