Capítulo 32

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Todo era un cúmulo de emociones, la perdida de mi único hijo era algo que nunca pasó por mi mente que viviría, la tristeza y dolor son agonizantes, ahora también la furia se sumaba al ver a esos dos tomados de la mano ¿Cuan descarado se puede llegar a ser? Los amigos y empleados comenzaron a marcharse tras darme el más sentido pésame, mientras recibía las condolencias era más doloroso, cabe decir que solo me permití llorar en el hospital, desde entonces mi semblante es serio y firme.

—Señor, lo siento tanto, se cuán importante era Zein en su vida —asentí aceptando las palabras de mi secretaria, pensé que se marcharía, pero su abrazo me tomó por sorpresa.

—Gracias por estar aquí Zenaida— me separé mirando de reojo a mi esposa resoplar, todos se fueron, solo quedamos nosotros tres.

—Quiero que sepas que me duele tanto como a ti lo ocurrido, sabes que Zein era como un hijo, y en cuanto a nosotros, quiero que sepas que...

—No quiero saber nada por ahora —lo interrumpí observando a Agatha— ¿Esta en tu casa?— un rotundo "Sí" me lleno de celos —Ordena que lleven sus cosas a mi casa, es mi mujer y se viene conmigo.

—Pero yo...

—Ya hablaremos a solas— sentencié incapaz de apartar la vista de ella

—Mohammed, antes debes escucharme, somos amigos de muchos años, sabes que nunca te haría una jugada, si dije lo que dije fue por que eres impulsivo, además... Me la debías, hombre pero si hasta me golpeaste.

Por primera vez me fije detalladamente en su rostro, pero que buen puñetazo le ensarte, se lo merece por confianzudo, sostuve a Agatha de la mano apartándola de Abraham, era sólo mía y tenía que quedarle claro a ambos.

—No es el lugar para hablar de esto

Dicho eso salí del cementerio abriendo la puerta del copiloto para meter a Agatha, una vez lo hice también me propuse conducir dejando parte de mi vida en un mausoleo; silencio... El silencio goberno alrededor de 40 minutos hasta que fue ella quien hablo primero.

—Zenaida parece que sabe como consolarte.

—Vaya que si lo sabe, conoce muy bien a su jefe —¿A donde quería llegar?

—Por supuesto, incluso parecía que disfrutabas de su cercanía.

Detuve en seco en medio de la nada para mirarla con incredulidad ¿Celos? Claramente no tenía ningún agrado hacia Zenaida.

—Lo mismo puedo decir ¿La pasaste bien en casa de Abraham?— silencio... Esta vez desvío la mirada— ¿Que ocurrió?— tomé ambas mejillas con una sola mano obligándola a mirarme.

—Tu me corriste de tu lado, estaba destrozada, él estaba ahí en el momento justo para...— maldije bajando del auto azotando la puerta a mi descenso, era ya de noche y había cero iluminación, al menos nadie vería mi cara de imbécil— ¡Mohammed! Por una perra vez ¿Puedes escuchar hasta el final?

—¿Quieres contarme lo que te hizo? Pierdes el tiempo querida, lo he visto con mis ojos, hemos compartido mujeres varias veces, así que ahórrate los detalles— una cosa era lo que decía y otra lo que en verdad sentía, Agatha se aproximó a mi sosteniendo mi mano.

—Eso me lo tienes que explicar, pero no, bueno... ¡Basta! No andaré con bandera de inocente, solo fue un faje y un beso, nada más

—¿Nada más? Eres mía Agatha, y saber que un imbécil te puso las manos encima, yo... Yo...— no pude terminar, he tomado su rostro entre mis manos para tomar sus labios, era un beso ardoroso, sin pudor alguno y cargado de deseo, ella se separó en busca de mis ojos, bendita noche.

—!Oh sí¡Llevo esperando esto tanto tiempo -Murmuro ella agitada.

Agradecía estar en medio de la nada, así que no iba a reprimirme, la he tomado en voladas hasta el cofre del auto donde la incliné hasta recostarla, sobraban palabras, ambos ansiábamos este momento, gracias al vestido a la rodilla que llevaba las cosas se me facilitaron, deslice mis manos por sus suaves piernas llegando al resorte de sus bragas y deshacerme de ellas.

—Depilada como me gusta— mis palabras la estremecieron hasta el punto de hacerla jadear— te gusta ser morbosa ¿No es así? Eso me encanta pequeña.

—¿Vuelvo a ser tu pequeña? Mohammed.

—Siempre lo has sido y lo serás, pero necesitas un recordatorio de que me perteneces, solo yo puedo ofrecerte a otro hombre si se me place ¿Entendido?— mis labios se curvaron ligeramente a su asentamiento.

Sin más preámbulos me lance a su sexo, estaba tan húmeda, señal de su excitación, mi esposa no era consciente, pero yo si quería sabia que las fantasías sexuales la ponían a cien, que cien, a mil por hora... La saboreé, succione sus fluidos y tire de su pequeño botón de placer, un nuevo jadeo hizo que mi erección fuera dolorosa, al separarme relamí mis labios.

—Estar al aire libre me hace imaginarte con una mini falda, tacones y escote esperando por mi en una esquina cada vez que se me plazca— era una fantasía que quería cumplir, claro que como cliente exclusivo.

—Si eso te pone, entonces lo haré.

—!Mierda mujer! Me vuelves loco.

Abrí mi pantalón para dejarlo caer a mis tobillos acompañado por el bóxer liberando así mi miembro, las venas sobresalían ante lo mucho que deseaba a mi esposa, sin más me enterré de una, aquello la tomó por sorpresa ya que se ha retorcido de placer.

—!Sí¡ Más, dame más.

No tenía por que pedirlo dos veces, me retire lentamente solo para entrar de un empellón, Agatha no reprimía sus gemidos y eso me encantaba de ella, escuchar cuanto disfrutaba era todo para mí, continúe el intenso bombeo sintiendo su interior contraerse, pero no, aún no la quería en el clímax, saliendo de ella la baje del auto para darle la vuelta, sujete sus manos encima de su cabeza con una de las mías.

—He sido un imbécil pequeña, te quiero de vuelta, hagamos una vida lejos, empecemos de cero— mencioné susurrando a su oído —Escoje el país que quieras que tal... ¿Italia? —Volví a penetrarla haciéndola chillar — o quizá ¿Francia?— no tuve piedad en mis estocadas a cada país que mencionaba, la rudeza aumentaba.

—¡Dios! Mohammed, no aguantare más... Necesito correrme...

—¡Córrete!— solo mi orden basto para hacerla explotar, entre sus piernas nuestro fluidos se escurrían, me detuve solo para dejarla disfrutar, su sexo me succionaba y ansioso volví al saque, unas entradas y salidas más fueron suficientes para dejarme caer a un vórtice de satisfacción.

—Eres un puto Dios del sexo.

—Sigue hablando así y te lavaré la boca con jabón— me retire de ella dándome cuenta de algo de lo que no me había percatado, esta vez no use preservativo, sacando el pañuelo de mi traje limpie su sexo y restos con cuidado.

—Estas me las quedo yo, volverás a casa sin bragas, es tu castigo por mal hablada.

Aquellas palabras la hicieron soltar una carcajada, tal vez no era un momento de felicidad pleno, acababa de enterrar a mi único hijo, pero vida tenia una y no perdería a mi esposa, Agatha me ha dado un último beso antes de subir al auto y volver juntos a casa.

SantVict

"Todo de ti"©  (#2 De la trilogía En el tiempo equivocado)Where stories live. Discover now