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El sonido del reloj es casi sardónico en un ambiente apaciguado por su nostalgia. Ese mismo reloj, que se descompuso hace algunos años atrás por una caída bruta desde los metros que lo distancian de su suelo cubierto por la cerámica de la losa, ahora marca las siete y media de la mañana.

A su lado, hay un movimiento suave. El roce de la frazada con su piel ligeramente bronceada se extiende hasta que su par de grandes manos descansa debajo de su mejilla izquierda abultada, observándole con ambigüedad.

Sus labios trazan palabras que nunca alcanza a recitar. Jimin le mira de vuelta, acomodándose sobre su costado derecho. Ambos, así, están cara a cara analizando al otro.

Al principio no es incómodo. Jungkook está detallando en cada diminuta imperfección del rostro con piel blanquecina del detective. No son muchas, en realidad. Son cicatrices de golpes, u otras simple rastro de una espinilla que murió víctima de la ansiedad de su dueño y dejó marca.

Al final, Jimin se siente ligeramente apenado por la mirada del alfa sobre sus labios hinchados, por lo que termina girando y encarando un techo liso recién pintado de blanco. El alfa a su lado ríe con mucha suavidad, imitando su acción pero acomodando sus manos sobre su pecho desnudo.

El omega no logra acostumbrarse a la idea de convivir de esa manera con alguien más que no sea Namjoon. De igual forma, anhela poder disfrutar al cien por cien de la calidez que Jungkook le ofrece cada que duerme con él.

No son pareja, pero parecen serlo. Es extraño, a veces cómico.

— Así que... es... interesante haber conocido a tu hermana menor.

Han pasado un par de días. Su estancia en la residencia de sus padres en Busan ha sido tranquila, plagada de inquietantes cuestionarios por parte de su madre hacia él y su supuesta "pareja", quien también parece ser del agrado de la exigente mujer con estándares extraordinariamente altos.

Hay un suspiro largo antes de su respuesta, escueta, algo áspera— Lo es.

Hace el amago por levantarse. Sus pies descalzos tocan el suelo, pero antes de que logre alcanzar su bata de seda, una mano lo detiene por el brazo y tira de él hasta que está sentado de nuevo sobre el mullido colchón.

El único brazo tatuado del menor rodea su esbelta cintura y su mentón está reposando sobre su hombro derecho. De pronto, sus mejillas están encendidas en un tono rojizo, pues puede sentir la firmeza de su abdomen recargarse en su espalda desnuda.

— ¿A dónde vas?

— Quería... tomar una ducha.

— Es muy temprano aún, deberías descansar un poco más.

— No... puedo. O, al menos, no quiero retrasar nuestro vuelo de vuelta a Seúl.

Jungkook chasquea su lengua. Sus labios están demasiado cerca de su cuello, largo y pálido. A unos centímetros está aquella cicatriz de su marca de enlace. Los relieves blancos le han dado grima por mucho tiempo.

Jimin traga en seco cuando el alfa parece leer el rumbo de sus pensamientos, llevando su índice sobre la zona para trazar un camino que luego seguirá con un par de besos que logran provocar mariposas en el estómago de su destinado.

Su lengua, húmeda, es la entrada previa al platillo principal, que son sus sobresalientes colmillos que le provocan cosquillas cuando acarician la piel que fue marcada por otra persona.

Jimin tiembla con anticipo. Su mano aterriza en el muslo del castaño cuando a través de un espejo paralelo a ellos, sobre su pared, puede ver que sus ojos se han teñido de carmín vibrante.

Hate Me (Kookmin).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora