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Las lágrimas son insignificantes bajo la intensidad de una lluvia helada. Es ella quien comprende su sentimiento, con su suave repiqueteo golpeando el asfalto con charcos abundantes de agua sucia por el lodo, que reflejan su rostro abatido.

Jimin permanece ahí, plantado en su sitio. Su mirada se pierde entre las luces que alumbran bellamente el suelo húmedo a sus pies. La avenida, como predijo hace unas horas, comienza a ser transitada por aquellos que vuelven de trabajar o viajes cortos a otra provincia.

La inspectora Shin le ofreció llevarlo con ellos para que estuviese presente en todo el proceso de arresto de Usagi, mas prefirió negarse, incapaz de enfrentar de nueva cuenta aquella mirada cuyo único brillo era esa terrible idea de haber sido traicionado de la peor manera. Sabe que ese pensamiento se estancó en la mente de su amado.

Sus manos se hacen puños a los costados de su cuerpo. Está empapado, con frío, pero no puede moverse. No cuando sigue siendo atormentado por los fantasmas de su pasado.

Había vuelto a perderlo todo.

Frente a sus ojos.

Hey, muchacho, ¿Está todo en orden? —Es la voz de un hombre mayor. Algo desgastada por la vida.

Lo toma del brazo, y aunque es un toque muy sutil, el creciente pánico hormigueando en sus manos provoca una violenta reacción, apartando la mano ajena de un fuerte manotazo.

Todo su mundo da vueltas. Las luces de la ciudad son un borrón cuando cruza la calle estando el semáforo en verde y es casi atropellado por un auto que toca la bocina sonoramente y le maldice asomándose por su ventana, aunque es un eco lejano.

Su juicio se ve perjudicado por el ataque de pánico que llega tardío. Sus manos buscan con desespero las llaves de su automóvil estacionado, pero llega a la conclusión de que Jungkook se las ha llevado consigo cuando únicamente encuentra su billetera entre sus bolsillos.

Emite un grito cargado en frustración. Los transeúntes a su alrededor le miran por cortos segundos antes de continuar como si lo que está sucediendo con él fuese una situación cotidiana, pasando de largo.

Su espalda se desliza por el relieve humedecido de su automóvil mientras sus manos tallan sin cuidado su rostro desfigurado por el llanto, que lo quiebra como un hielo delgado y frágil, dejando ver el fondo de un océano oscuro sin vida en un polo inhabitado.

— P-Perdóname, J-Jungkook...

Se siente impotente. De haber podido tener una mejor reacción, ¿Qué habría hecho?

¿Qué habría hecho?

Sus manos buscan su móvil, que afortunadamente sigue intacto en el bolsillo de su chaqueta de mezclilla.

El contacto de Hana aparece entre su larga lista, y aunque vacila unos minutos en los que la pantalla se empapa tanto como él, presiona el botón de marcar hasta que después de cuatro timbres, la muchacha responde.

Hey Jim, ¿sucede algo?

Hay movimiento, puede escuchar sus sábanas rozar con su piel y música al fondo. Hay voces que intuye provienen de una película y también distingue a Yoongi cuestionar su identidad con algo de pesar.

Un sollozo, largo y lastimero, escapa de sus labios. Aquel gesto escandaliza a la mujer al otro lado de la llamada, quien rápidamente pausa todo aquello esté sucediendo a su alrededor para prestar atención por completo a su persona, que es un penoso desastre que no para de temblar.

— ¿Jimin? ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras?

H-Hana...

— ¡¿Qué sucede?! Estás asustándome.

Hate Me (Kookmin).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora