III

1.8K 149 22
                                    

Aburrido, el estadounidense tomó el control y apagó el televisor, pues lo único que estaban transmitiendo eran comerciales. Pensó en que cosas tenía pendientes por hacer, tal vez papelería o documentos, tratados u otra cosa aburrida que lo único que hacían era agotarlo.
A su mente llegaron la guerra comercial que tenía con China y el tratado de armas nucleares entre él y Rusia.
Esperen, Rusia; ¿no tenían una cita ese día?

Soltó una pequeña al recordarlo; "es cierto, lo había olvidado" pensó.
Aunque tampoco es como si pensase ir, su ego no se lo permitía, y su definición de divertirse se retorció tanto que ahora, ver a otras country's humillarse era su fuente de entretenimiento.

Recordó el "te amo" que había dicho al euroasiático al haberse despedido en una junto; en su estómago comenzó a sentir un revoltijo de emociones, mas él aseguraba que no eran por amor, si no por la satisfacción de ver a una potencia mundial doblegarse ante él; pero claro, hay que recordar que él nunca supo lo que quería.

Removió aquella camisa blanca que llevaba puesta mientras reía al recordar las expresiones de los hermanos del ruso al ser presentado oficialmente como su novio.
El bicolor celeste-amarillo lo miró con desagrado mientras le susurraba a Rusia "¿no encontraste algo mejor?". La chica de bandera peculiar lo observaba deprimida y aprovechó un momento para retirarse de aquella presentación, encerrándose en su habitación. Kazajstán, al nada mas quedarse solo con USA, lo miró con desaprobación; "no sé si mi hermano es ciego o masoquista. Todos sabemos como eres y aún así te eligió" soltó.
Tomó una de sus camisas favoritas, la cual llevaba el logo de Naza, y se la puso, observando los documentos sobre la mesa.

Tomó un pantalón de mezclilla azul claro mientras repasaba el como había sido la semana para él; y la verdad es que no tenía nada que destacar, el presidente pisándole los talones con la guerra entre él y China, las pruebas nucleares que se realizaban, las constantes llamadas, cartas y mensajes de texto enviados por el ruso eran pan de cada día, y lo confirmó al ver la correspondencia que -seguramente- había metido Canadá.
Sin embargo, el estadounidense solo contestaba los mensajes de texto de vez en cuando, mandando cosas como "estaba ocupado, perdón", "estoy cansado, luego hablamos", y le parecía raro que este no se cansace todavía.

Por esto, aquellos comportamientos lo llevaban a amar ser la primer potencia mundial, pues hacía que aquellos países no pudiesen hacer nada mas que mantener la cabeza gacha.

Caminó hacia aquella mesa y se sentó, comenzando a tomar los papeles uno por uno para analizarlos, topándose con el tratado ya roto que tenía su presidente con Vladimir Putín, documento que expresaba que el tratado ya no era válido al ambos dejar de seguirlo, por lo que la mejor solución era dejarlo en el olvido.
"¿Cómo reaccionó Rusia al saber que ya no tendría contacto conmigo por los tratados?" se preguntó.

Una vez separó las hojas en dos, el asunto de China y el de Rusia, iba a tomar mas importancia sobre la guerra comercial, pero el timbre de la casa sonó, haciendo que se levantase.

Abrió la puerta expresando serenidad en su rostro. Una vez abierta, tuvo que elevar un poco la vista para poder ver a su pareja a los ojos.

-- ¿Por qué no estás arreglado? --preguntó Rusia cruzándose de brazos.

-- ¿Qué pensabas que iba a hacer si tu país y China me enviaron mas trabajo? --contestó poniéndose a la defensiva.

-- No es como que la ruptura de un tratado te dé mas trabajo --lo miró serio.

-- La guerra entre China y yo sí --finalizó.

-- ¿De verdad vas a posponer de nuevo la cita? --su tono de voz mostraba indignación.

-- ¿Ves que tenga de otra? --sobó su sien-- Si quieres puedes pasar.

El ruso se abrió paso, confirmando lo que USA dijo al ver el papeleo en la mesa de la sala.

-- ¿Sigues pensando que miento? --preguntó burlesco mientras se encaminaba a su asiento.

-- Entonces, ¿cuándo será nuestra cita? --sonaba deprimido.

-- Lo siento honey, pero no es mi culpa que los problemas aparezcan --confesó fastidiado-- Además, soy tu novio, no tu psicólogo.

Lo observó con indiferencia mientras Rusia miraba al suelo, pensativo.

-- Bueno, te dejo --dió media vuelta dirigiéndose a la salida mientras maldecía susurrando.

-- Adiós --se despidió sin siquiera mirarlo, escuchando como la puerta se abría y era cerrada, dejando escapar una leve risa.

Sus ojos pararon en un sobre en el cual había una carta; la tomó y la observó con mas detenimiento, percatándose de que la carta era de Venezuela.

"La típica carta del enamorado" se dijo mientras arrojaba el sobre junto con la carta al otro extremo de la mesa.

Tomó la primer página y comenzó a leerla, mas su teléfono sonó, distrayéndolo.
Ignoró rotundamente aquella notificación, pues sabía que era un mensaje y sabía de quien.

Cuando iba a seguir leyendo, su estómago rugió, recordándole que no había comido aún; miró hacia la cocina y se percató de que había una colorida caja roja con una sonrisa amarilla.

Se levantó confundido comenzándo a caminar hacia la cocina, tomando un pequeño posti que estaba pegado a un costado de la caja: "No tuve tiempo para hacer de comer, tuve que ir a hablar con Ucrania, sorry".
Arrojó el papelito luego de arrugarlo a un pequeño bote de basura, tomando un plato de la alacena y colocándola de lado derecho de la caja, abriéndola y sacando la hamburguesa.

Iba a dejar de lado la caja de no ser porque algo llamó su atención. Metió una mano de nueva cuenta, sacando un pequeño juguete. Este era una pequeña caja roja con brazos y piernas blancas, mas en vez de tener si característica sonrisa, esta mostraba infelicidad.

Giró el pequeño artefacto y se dió cuenta de que venía unas palabras grabadas, casi impercibibles: "¡Seguirás viniendo por mas!"; sonrió al leer eso, pues instantáneamente pensó en Rusia.

Dejó al pequeño muñeco en la barra de la cocina y acercó una silla para comenzar a comer, pensando en que estrategias puede proponer para elevar su nivel de exportación y así, ganarle al asiático.

Se levantó y se acercó a la mesita donde había dejado si celular, prendiéndolo y arqueando una ceja al darse cuenta de que tenía ya cuatro llamadas perdidas de Rusia.

-- ¿Acaso te gusta que te trate así? --murmuró mirando la pantalla.

La prueba más grande de insatisfacción propia es el buscar la infelicidad en otros individuos, siendo que eso nos hace ver aún más infelices.

Unhappy meal- Melanie
Martinez

1104 palabras.

21 Formas De Enamorarse De México Where stories live. Discover now