Libro I (Indice)

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La devastación de Roma no fue castigo de los dioses debido al cristianismo.

CAPÍTULO PRIMERO. De los enemigos del nombre cristiano; y de cómo éstos fueron perdonados por los bárbaros, por reverencia de Cristo, después de haber sido vencidos, en el saqueo y, destrucción de la ciudad
CAPÍTULO II. Que jamás ha habido guerra en que los vencedores perdonasen a los vencidos, por respeto y amor a los dioses de éstos
CAPÍTULO III. Cuán imprudentes fueron los romanos en creer que los dioses Penates, que no pudieron guardar a Troya, les habían de aprovechar a ellos
CAPITULO IV. Cómo el asilo de Juno, lugar privilegiado que había en Troya para los delincuentes, no libró a ninguno de la furia, de los griegos, y cómo los templos de los Apóstoles ampararon del furor de los bárbaros a todos los que se acogieron a ellos
CAPÍTULO V. Lo que sintió Julio César sobre lo que comúnmente suelen hacer los enemigos cuando entran por fuerza en las ciudades
CAPITULO VI. Que ni los mismos romanos jamás entraron por fuerza en alguna ciudad de modo que perdonasen a los vencidos que se guarecían en los templos
CAPITULO VII. Que lo que hubo de rigor en la destrucción de Roma sucedió según el estilo de la guerra, y lo que de clemencia provino del poder del nombre de Cristo
CAPITULO VIII. De los bienes y males, que por la mayor parte son comunes a los buenos y malos
CAPITULO IX. De las causas por qué castiga Dios juntamente a los buenos y a los malos
CAPITULO X. Que los Santos no pierden nada con la pérdida de las cosas temporales
CAPITULO XI. Del fin de la vida temporal ya sea breve ya sea larga
CAPITULO XII. De la sepultura de los cuerpos humanos, la cual, aunque se les deniegue, a los cristianos no les quita nada
CAPITULO XIII. De la forma que tienen los Santos en sepultar los cuerpos
CAPITULO XIV. Del cautiverio de los Santos, y cómo jamás les faltó el divino consuelo
CAPITULO XV. De Régulo, en quien hay un ejemplo de que se debe sufrir el cautiverio aun voluntariamente por la religión, lo que no pudo aprovecharle por adorar a los dioses
CAPITULO XVI. Si las violencias que quizá padecieron las santas doncellas en su cautiverio pudieron contaminar la virtud del ánimo sin el consentimiento de la voluntad
CAPITULO XVII. De la muerte voluntaria por miedo de la pena o deshonra
CAPITULO XVIII. De la torpeza ajena y violenta que padece en su forzado cuerpo una persona contra su voluntad
CAPITULO XIX. De Lucrecia, que se mató por haber sido forzada
CAPITULO XX. Que no hay autoridad que permita en ningún caso a los cristianos el quitarse a sí propios la vida
CAPITULO XXI. De las muertes de hombres en que no hay homicidio
CAPITULO XXII. Que en, ningún caso puede llamarse a la muerte voluntaria grandeza de ánimo
CAPITULO XXIII. Sobre el concepto que debe formarse del ejemplo de Catón, que, no pudiendo sufrir la victoria de César, se mató
CAPITULO XXIV. Que en la virtud en que Régulo superó a ,Catón se aventajan, mucho más los cristianos
CAPITULO XXV. Que no se debe evitar un pecado con otro pecado
CAPITULO XXVI. Cuando vemos que los Santos hicieron cosas que, no son lícitas, ¿cómo debemos creer que las hicieron?
CAPITULO XXVII. Si por evitar el pecado se debe tomar muerte voluntaria
CAPITULO XXVIII. Por qué permitió Dios que la pasión del enemigo se cebase en los cuerpos de los continentes
CAPITULO XXIX. Qué deben responder los cristianos a los infieles cuando los baldonan de que no los libró Cristo de la furia de los enemigos
CAPITULO XXX. Que desean abundar en abominables prosperidades los que se quejan de los tiempos cristianos
CAPITULO XXXI. Con, qué vicios y por qué grados fue creciendo en los romanos el deseo de reinar
CAPITULO XXXII. Del origen de los juegos escénicos
CAPITULO XXXIII. De los vicios de los romanos, los cuales no pudo enmendar la destrucción de su patria
CAPITULO XXXIV. De la clemencia de Dios con que mitigó la destrucción de Roma
CAPITULO XXXV. De los hijos de la iglesia que hay encubiertos entre los impíos, y de los falsos cristianos que hay dentro de la iglesia
CAPITULO XXXVI. De lo que se ha de tratar en el siguiente discurso

La ciudad de Dios: Libro IWhere stories live. Discover now