«seis»

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MONTSE

—Señor Vélez levántese de una vez, debemos llevar a los niños al parque, pasar a recoger a Ezrha y luego debemos ir a comer. Y tú ahí, todo pancho. —gruño mientras camino a abrir las cortinas cafés. Christopher se remueve en la cama y se tapa por completo cuando la luz del sol se adentra por la ventana. Doy media vuelta y le mando dagas por los ojos. —no me saques de mis casillas, ¡Levántate de una vez! —demando.

Mi esposo se levanta de la cama y me mira feo. ¡Es peor que mis dos hijos juntos!

—Cámbiate y bajas a comer. —hablo y salgo.

Admito que estos días eh estado más irritante de lo normal, no quiero que Chris me tome en la forma sexual, me incómoda. Además que al señor le da por tener antojos de tarta de crema con chocolate, a diario.

—¿Papá? —pregunta Catriel. Mi hijo ya está cambiado con unos shorts negros y la polera de los Golden Knigts que le regaló su padre.

—Ya baja. ¿Amy ya hizo el desayuno? —pregunto al ver que una de las chicas que trabaja no está. Pero veo a nuestro mayordomo entrar por la puerta de la cocina, tan elegante. Aunque yo le pida que no se arregle mucho.

—Señora Montserrat buenos días, el desayuno ya está servido. La señorita Aisha está comiendo ya de su plato. —

Camino detrás de él.

—Gracias John, no sé que haríamos sin ti. —lo alago. Es verdad. John trabaja en casa desde hace seis años, es el hombre al cual le confío la vida de mis hijos, y me atrevo a decir ,de mi esposo. Pues si no fuera que John se hace cargo de las dos mucamas y siempre está pendiente a lo que queremos.

Le doy los fines de semana libres como a Amy, Yuridia y Elmer. Teniendo en cuenta que Yuridia y Elmer son pareja y también buenos trabajadores desde hace dos años con nosotros. La única que me da problemas es Amy, esa chica aparece y desaparece, pero me ganó la pena al ver que su madre está enferma y ella es hija única, la muchacha, con cortos quince años, es de admirar, aunque si es muy despistada, mi marido le ayudó a entrar al mismo colegio privado que de mis hijos y mi sobrina. Es una de las mejores en su clase, en eso sí no me debe fallar y ella lo sabe. Normalmente voy a recoger sus calificaciones junto a las de mis hijos y a veces, también recojo las de Ezrha.

—¡Mami! —exclama mi niña al verme entrar por la puerta, su boca está embarrada como si tuviera bigote por la leche. Sonrío ante la vista de mi princesa. Mi niña se abraza a mis piernas y yo la levanto. Mi hijo nos mira a mi lado, con su rostro serio como siempre, jalo de su brazo para abrazarlo a él también. Aunque no le guste admitirlo, sé que adora tener al menos un gramo de atención, es algo que solo puedo notar yo. Las comisuras de los labios llenos y rosados de mi hijo se elevan. Lo sabía.

—¿Cómo durmieron mis dos amores? —les pregunto a ambos mientras reparto besos en ambas mejillas de mis hijos. Dios, los amo tanto.

—Seguro más que yo. —el gruñido de mi esposo hace que los tres nos demos media vuelta, está cabreado por el hecho de que anoche no deje que hiciéramos el amor. Pero es que no me apetece.

Dejo a mi hija en el piso y suelto a Catriel. Me acerco a paso calmado, no me gusta estar peleada con él.

—Apenas terminemos de desayunar te dejaré en paz, quédate si quieres dormir. —le hablo con una voz un poco venenosa, le doy un beso en la mejilla y vuelvo a darme la vuelta.

Normalmente no quiere salir de casa más que para llevar a los niños, ¡Es más! Ya ni para eso, Elmer es quién los lleva y recoge. Me da un poco de rabia que desde que dejó de jugar Hockey se ha vuelto un holgazán.

Overtime +18 Joel Pimentel - Christopher VélezWhere stories live. Discover now