-10- Uno más

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Pasaron cinco meses antes de que los humanos decidieran mostrar su interés por una batalla

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Pasaron cinco meses antes de que los humanos decidieran mostrar su interés por una batalla. En una carta que fue dejada en la orilla del bosque; pegada a un árbol de su territorio con un clavo y un poco de suciedad. Ahí explicaban los errores que cometió Raku en aquel territorio. Desde el caos causado en el hospital del lugar hasta la muerte de uno de los socios más cercanos de su presidente. Un deceso y ellos lo llevaría a tal derramamiento de sangre.

La primera mañana de julio, Mika ya estaba en la puerta de su hogar, sus manos pegadas a la mochila que cargaba y una pequeña mano ajena sujetando el polerón que llevaba. El Gamma sonreía con gran felicidad mientras aspiraba aquella brisa mañanera, la que le había dado los buenos días. Sus zapatillas negras y pantalón negro, pronto se empaparían en el lodo más asqueroso del lugar. La razón: el pequeño niño que estaba a su lado perdió su juguete de madera en aquel oscuro y maloliente sitio.

El pequeño niño le había agarrado cierto cariño en cuanto llegó a la manada. Un pequeño lobo café que en su forma humana tenía el cabello pelirrojo y varias pecas adorables en sus mejillas regordetas. La primera vez que se vieron, Kato había salido a una de las misiones de su padre para buscar apoyo en lo que se avecinaba con los humanos. Al estar solo, el Gamma quiso dar una vuelta y así intentar que las asperezas con cualquier integrante de la manada sean limadas. Quería estar bien con la familia que Kato tenía y apreciaba.

Ren, el pequeño de ocho años, corrió a él aquella noche. Mika no reaccionó sino hasta sentir las pequeñas manos del niño abrazando una de sus piernas. Tiempo después descubrió que el pequeño tenía muy mal sentido del olfato, no podía distinguir a su familia por el aroma, solo por la apariencia. El niño omega corrió a Mika porque el dulce y excesivo aroma de un Gamma hizo que finalmente un aroma acariciara su nariz. La emoción fue tanta que abrazó al desconocido. Días después se volvieron cercanos.

Al pequeño le gustaba en especial los pequeños juguetes de madera. Mika le hizo uno. Pasó un mes entero perfeccionando los detalles del rostro y cada aspecto del cuerpo que había plasmado en madera. Su esfuerzo valió la pena al terminar, en sus manos tenía la perfecta versión miniatura de Kato en madera. Quizá demasiado perfecto, el Gamma entró en una extraña lucha mental esa noche, había tomado cierto cariño al muñeco y se negaba a dárselo al pequeño, sin embargo, dos semanas después, en el cumpleaños del pequeño envolvió el prototipo de madera y se lo dio.

Ahora aquel mismo muñeco volvía a él. Primero debía ir a buscarlo por supuesto. En una jugarreta infantil, Ren dejó que el muñeco se soltara de sus manos y volara varios metros hasta hundirse en el lodo viscoso y maloliente que estaba antes de llegar al lago. Mika por eso tenía tanta determinación en su mirada, recuperaría al muñeco, no dejaría que su arduo trabajo acabara en un sucio lugar, se negaba.

Ren lo guió por todo el lugar, su manita sujetando el borde de su polera mientras sus pequeños pies tenían prisa por llegar hasta el lugar en el que había perdido a su amigo. Salieron de la manada y entraron al bosque, Mika supo que llegaron en cuanto el olor fétido tocó su nariz. Esta vez debía ser demasiado valiente.

El Lobo Y El Zorro (Omegaverse) [Gay]Where stories live. Discover now