Epílogo

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Nadie festejó la victoria de aquella batalla pues las pérdidas que dejaron eran muchas

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Nadie festejó la victoria de aquella batalla pues las pérdidas que dejaron eran muchas. Con eso los humanos no volvieron a molestarlos.

La manada completa había perdido a su próximo líder y quizá no fue tan doloroso hasta ver a Mika acercarse con lentitud hasta el cuerpo de Kato. Porque Karim llegó a ellos antes de que el traidor se atreva a levantar un arma. Mika llegó a su alfa, su rostro se descomponía más a cada segundo y las lágrimas... cuando las lágrimas escaparon de sus ojos entonces todos supieron que aquello era real.

Kato había muerto.

Lo más doloroso fue ver el rostro del Gamma. Mika se arrodilló frente a su pareja y con las lágrimas en los ojos intentó hablar con él, esperando una respuesta que nunca volvería. Entonces, cuando el primer grito de dolor salió de los labios de Mika, el llanto se extendió a todos los demás. El llanto se intensificó, gritos rotos mientras las manos de Mika se negaban a apartarse del rostro magullado de su pareja, esperando que aquello realmente sea un sueño.

El cielo lloró con él.

Su deber como Gamma era morir a su lado, como cualquier otro de su especie. En cuanto un Gamma perdía a su pareja el dolor los mataba. Mika era diferente, él no sintió la muerte acechándolo, no vio su final aquel día. El lobo de Kato, aquel que estaba en su interior le dio la fortaleza suficiente para soportar su pérdida.

Mika sobreviviría hasta que aquella fuerza de su alfa se agote y vuelva a su dueño.

La manada pasó a manos de Dena. El omega aceptó cuando Mika rechazó aquel puesto que se suponía le correspondía. El gamma pidió salir de la manada y tener una cabaña a la orilla del lago. La nostalgia de los recuerdos que tenía dentro de aquel lugar le arrebataban lo poco de felicidad que le quedaba.  Por el bien de él y de su bebé salió de aquel lugar y se refugió en una pequeña cabaña que Karim construyó para él.

Nadie dijo nada pues sabían del dolor intermitente del Gamma. El lazo que se había roto no pudo acabar con su sufrimiento en una muerte esperada porque Kato le entregó toda la fuerza de su lobo. Mika era tan fuerte como un alfa. La fuerza que le habían regalado empezó a desvanecerse después de varios años criando a su pequeña hija.

Dena tuvo que tomar el puesto de líder en la antigua manada de Kato. Lo hizo con sinceridad y amabilidad tal como era él. Y en su unión con Zem su manada y la del este se unieron creando una gran alianza que infundía respeto. Dena era feliz.

Karim se apartó de Dena en cuanto supo de aquella relación. El Delta se negó a seguir el destino que la luna o sus antepasados habían hecho para él. Karim quería ser dueño de su propia vida. Por eso encontró su felicidad en su propia manada, con su gente. Se volvió el líder de todos los deltas y a pesar de que aquella enemistad entre alfas y deltas estaba en el pasado él se aseguraba cada día de que la paz no se acabara. Sin olvidar que cada fin de semana pasaba por la casa de Mika para ver su estado. Le prometía a Mika que cuando él se fuera se haría cargo de aquella pequeña que se ganaba el amor y cariño de todo el mundo que la conociera. Él encontró su felicidad en sí mismo.

—Tío Dena me dijo que mañana las cosas estarían bien, sin importar nada —Su sonrisa era grande, la pequeña paleta entre sus manos la provocaba—, también me dijo que no te mencionara nada sobre las paletas de colores que compró para mí.

Karim sonrió igual que ella. Su mirada se elevó al cielo.

—Tengo buen olfato —El delta señaló su nariz, orgulloso—, puedo encontrar cualquier cosa.

—Mi olfato es mejor —susurró ella.

Tenía el cabello castaño, igual al de Mika, sus ojos eran rojos igual a Kato. La pequeña ya tenía siete años, había aprendido sobre la efímera que era la vida cuando le contaron la historia de su padre. Kato era su héroe. Como cada niña de su edad ella veía a sus padres como grandes héroes. Karim secundaba esa idea cada vez más.

Atrás de ellos Dena salió de la pequeña cabaña. Sus ojos estaban rojos por la falta de sueño y el llanto constante. Karim no era diferente en ese instante sus ojos mantenían rastros de llanto.

Cuando el omega negó suavemente con la cabeza Karim sintió su pecho estrujarse en un nudo que se guardó para no asustar a la pequeña a su lado. El delta observó el cielo con una sutil sonrisa y a escondidas, sin que nadie notara aquella lágrima deslizándose por su mejilla entonces se despidió.

Mika había sobrevivido a un lazo roto y a un parto. Su estado Gamma pudo haberlo matado hace tanto años, pero el alfa de Kato lo protegió incluso después de muerto. Aquel lobo que ahora se hallaba en el interior de Mika prestó gran porción de fuerza en cada momento de vida del Gamma. Mika tuvo la oportunidad de ver nacer a su hija y de educarla. Solo que incluso una fuerza tan grande como la de un alfa debía evaporarse algún día.

Hace algunos meses Mika perdió al lobo de Kato, este lo dejó una noche, cuando su fuerza ya había sido completamente dada. Mika había agotado el regalo que Kato le dio antes de morir. Desde ese momento Mika empezó a enfermar, el peso del lazo roto recién le tomó factura, después de siete años.

Karim y Dena intentaron contactar con los mejores médicos de todos los clanes, pero la fuerza de un Gamma siempre fue limitada. Su debilidad estaba marcada por su propia especie. Mika al menos tuvo la oportunidad de ver crecer a su hija. Hasta ese momento.

Finalmente aquella mañana, con el sol cubriendo la cabaña entera todos supieron que era el último día de Mika. Su cuerpo ya no podía levantarse de su cama y sus ojos apenas se abrían. Su mente ya había pasado al otro lado. Mika estaba ausente. Su cuerpo seguía vivo, pero su alma parecía haberse ido junto al lobo de Kato.

—Mañana es tu cumpleaños ¿verdad? —preguntó el delta volviendo la vista a la pequeña niña a su lado— ¿quieres algo en especial?

—Voy a irme con Dena y Zem desde mañana —susurró la pequeña, sus ojos habían perdido el brillo en ese instante—, voy a estar bien. Papi Mika siempre dijo que soy fuerte y voy a ser una gran alfa.

—Yumi.

—Estoy bien —incluso con esas palabras ella estaba llorando— soñé con mis padres anoche. Vi a mi padre. Se disculpó —su voz empezaba a entrecortarse, ella intentaba con todas sus fuerzas tragar el nudo en su garganta—, dijo que siempre me cuidaría. Creo que estaré bien.

Karim sonrió, sus ojos ya no ocultaron su llanto y una vez más observó el cielo. Ahí donde Mika y Kato estaban en ese instante. Los imaginaba observándolos y Karim prometió que cuidaría de aquella niña hasta dar su último suspiro.

—Karim —ella se levantó, limpió las arrugas de su pequeño vestido rosa y bajó la visa hasta el delta. Ella lucía tan madura, nadie dudaba de la gran alfa en la que se convertiría— tú crees que...

—Yo creo ¿Qué? —Karim la invitó a continuar y Yumi tragó duro antes de hacerlo.

—¿Crees que volveré a verlos?

Karim volteó a verla y limpió sus lágrimas.

—¿Quién sabe? —El delta suspiró y recordó todo aquello antes vivido— en mi anterior vida juré volver con mi alma gemela una vez más y en esta vida pude hacerlo —la nostalgia hizo que cerrara los ojos— nos reunimos otra vez.

Ella volteó, dispuesta a ir a la cabaña donde el cuerpo de su padre descansaba. Quería despedirse de Mika.

—Entonces —soltó antes de avanzar— ¿debo morir para volver a verlos?

Karim negó y se levantó para acompañarla, él igual quería despedirse.

—No —respondió— debes vivir para recordarlos. 

El Lobo Y El Zorro (Omegaverse) [Gay]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora