Capítulo 17.

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Desseo [Hot]: 3Er Round

Narra Michael:

Ante sus palabras, tan excitantes e inocentes al mismo tiempo, un ronco fuerte gruñido se escuchó desde el fondo de mi pecho. La tome de las caderas e hice que se inclinara hacia adelante, tal como estaba cuando se secaba el cabello.

-Agárrate del tocador-. Le ordene y ella de inmediato lo hizo. Levanté su camisón y baje sus bragas y cayeron hasta el piso y de inmediato sacó sus pies de ellas. Con mi rodilla hice que las abriera y ahí estaba tal como quería, inclinada con todo su culo a mi disposición y sus tetas colgando, pero para que disfrutarla mejor, tome el camisón y se lo saque por la cabeza para que quedará completamente desnuda.

-¡Mike!-. Dijo mientras se retorcia y sé perfecto lo que quiere, porqué yo quiero lo mismo, quiero hundirme en ella.

-Ah no nena... ya sabes cómo me gusta.

-¡Tío! Cógeme... cógeme ya-. Dijo con la cabeza gacha y con un tono de desesperación.

-Levanta la cabeza... Quiero verte-. Y así lo hizo, nuestras miradas se cruzaron de nuevo a través del espejo. Tome su cabello y lo enrede en mi mano para que no me tapara la vista de sus tetas en el espejo. Y de una fuerte embestida entre en ella y arqueo la espalda mientras abría la boca y un grito de placer salía de su boca. Le di una nalgada fuerte con mi mano libre y la tome con fuerza de la cintura y comencé a entrar y salir de ella a un ritmo rápido e intenso.

Apreté mi dentadura para ahogar mis gritos y el aire salía con fuerza entre ellos, ella gemia y gemia una y otra vez y eso era un estímulo para mí. Verla por el espejo, gritar, gemir, abrir la boca, fruncir el ceño excitada y lo mejor ver a sus amigas balancearse adelante y atrás, es de lo más erótico que jamás he experimentado. Bendito espejo, recuérdenme poner uno enorme en mi habitación. Jalaba de su cabello levantando su cabeza y seguíamos mirándonos mientras cogíamos de pie, con mi mano libre deje de manosear su trasero y fui a su clítoris y comencé a estimularlo. Lo pellizque y se estremeció y lanzó un grito haciendo que mi liberación estuviera cerca, me incline hacia ella y con la lengua recorrí toda su columna, su piel suave y sudorosa, era deliciosa.

-Tío... mírame... mira cómo me vengo para vos-. Oh por Dios, que mujer... qué mujer.

Esas palabras fueron como música para mis oídos así que me incorporé y la mire, pellizque de nuevo su clítoris y explotamos juntos una vez más.

Caímos de rodillas en el piso, el orgasmo que nos invadió fue algo increíble que nos dejó sin fuerzas. Cuando me di cuenta la tenía abrazada de la cintura por su espalda y estábamos acostados como cucharita en la alfombra mientras nuestras respiraciones se calmaban. Me encantan estos momentos, es increíble la relajación que me embarga.

-¿Cómo está Mickey?-. Pregunto divertida y con voz suave, parece que también está relajada.

-Muy bien, más que bien. Aunque-. Subí mis manos y acaricie sus pechos-. Ellas también necesitan un nombre.

-Me gusta esa idea. ¿Qué se te ocurre?

- No lo sé aún, pero ya se me ocurrirá algo-. Sonreí y bese su mejilla... ¿eh? ¿por qué bese su mejilla? Esto es... sexo, salvaje, demasiado salvaje, sexo para satisfacer nuestras necesidades físicas, no tengo porque besarla así con dulzura, o, esto... diablos.

Mire el reloj de la pared, las 2:50, mierda es tardísimo. Me levanté de golpe, carajo, espero que Ana no se despierte.

-¿Qué pasa?-. Me preguntó confundida mientras se incorporaba para sentarse.

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