3. Tentador desliz

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— ¡Buenos días!

Fabrizio se sorprendió al ver a Loreley aparecer. Ella lo abrazó con fuerza por la cintura y luego se separó rápidamente, mostrándole una radiante sonrisa a la que él correspondió con cariño.

— ¿Qué haces despierta a estas horas? —preguntó él.

—Adriano va a pasar por mí —respondió Loreley, rodeando la isla de granito de la cocina y sentándose en la banqueta alta. Él observó su desayuno a medio terminar mientras la escuchaba hablar—. Me invitó a un día de campo en casa de su abuelo.

—Ya veo. ¿Lo sabe tu hermano? —inquirió Fabrizio.

—Le avisé que iba a ir.

—Ajá, ¿cuándo fue eso? —preguntó con una sonrisa al ver que Loreley se sonrojaba. Le gustaba cuando eso sucedía porque dejaba en evidencia los sentimientos de Loreley hacia Adriano, quien trabajaba en la casa de los Berlusconi.

—Hace unos días atrás —contestó ella, alzando la vista hacia Fabrizio—. Me dijo que me comporte —bufó enojada y apartó el flequillo de su rostro que le molestaba en los ojos—. No sé qué está pensando al decir eso.

—Quizás trata de decir que eres una adolescente y que tienes edad para interactuar con el sexo masculino y...

— ¡Ya basta, por favor! —exclamó Loreley, enrojeciendo por completo. Tanta era su vergüenza que ocultó su rostro con las manos. Él rió a carcajadas—. ¡No es gracioso!

—Tienes razón. No lo es. Lo siento. Sin embargo, no hay nada de malo en hablar del tema —dijo Fabrizio, queriéndola como si fuera su propia hermana menor. Se sirvió un poco más de café y ocupó la banqueta de enfrente—. Vamos, Loreley, no te escondas. El sexo no tiene que ser un tabú para nadie. No tengas miedo de tocar el tema.

—De todas formas, Adriano no me ve de esa manera —dijo, quitando las manos de su cara. Su voz sonaba triste y decepcionada.

— ¿En verdad? —preguntó Fabrizio, sorprendido.

Fabrizio y Giovanni estaban plenamente conscientes del amor que Adriano sentía por Loreley. Habían crecido juntos desde la infancia, compartiendo experiencias y vínculos que habían evolucionado con el tiempo.

Adriano siempre mostraba un cuidado especial hacia Loreley cuando estaban juntos. Se notaba que la quería muchísimo. Sin embargo, Fabrizio no podía evitar sentir que Adriano guardaba sus verdaderos sentimientos, quizás atribuyéndolo a la diferencia de edad. Aunque para él, cinco años no parecían ser una brecha tan significativa como para justificar esa reserva.

—Y al parecer tiene novia.

— ¿Qué? —Fabrizio dejó la taza sobre la mesa y frunció el ceño al escuchar la noticia.

— ¿No me estás escuchando? —murmuró.

—Sí, pero por un segundo me desconcentré. ¿Qué dijiste?

—Que al parecer Adriano tiene novia —repitió ella en voz baja.

— ¿En serio está saliendo con alguien? —La voz de Giovanni provenía desde la puerta de la cocina. Vestía un impecable traje color azul marino. Sirvió un poco de café en la taza que le había regalado su hermana, la cual tenía impreso el mensaje "hoy todo saldrá de maravilla", y se sentó junto a ella, observándola fijamente—. Pensé que estaban juntos.

—Somos amigos —intentó sonar segura, pero su voz no transmitía convicción. Se sentía diminuta bajo la mirada escrutadora de Giovanni—. Buenos amigos. Nada más.

—Eso sí que no me lo esperaba. Tal vez tenga que hablar con él para...

— ¡No! —Loreley sacudió la cabeza con vehemencia y se levantó de la banqueta, fulminando a Giovanni con la mirada—. Deja de avergonzarme. Adriano no sabe lo que siento. No arruines nuestra amistad. No quiero que me vea diferente si se entera.

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