23 de marzo de 2020

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Era lunes y el sol brillaba con la imprudencia de aquel que no había entendido la gravedad del asunto. Julia sabía por estar atenta a las noticias que las calles estaban casi vacías y que el pueblo británico estaba al borde del colapso por esperar un lockdown inminente que se hacía rogar. Sin embargo, también sabía por mirar sus redes sociales que la gente había aprovechado lo que seguramente sería el último fin de semana sin restricciones severas para salir a pasear, visitar lugares turísticos en grupos e incluso disfrutar de una cerveza al sol con amigos. Parecía que la estupidez no tenía bandera, y que aquellos que en Argentina habían querido escaparse a Pinamar o juntarse a hacer un asado clandestino tenían su equivalente en la ignorancia inglesa.

Cuando se hicieron las cuatro de la tarde, el cielo todavía estaba azul. Una amiga suya le había dicho que, de haberse dado la cuarentena a mitad de enero, el panorama habría sido mucho más deprimente. Y si Julia tenía que ser sincera, la realidad era que estaba mucho menos angustiada de lo que había esperado. El golpe de orgullo de la noche anterior todavía hacía que su piel vibrara. Ella había elegido omitir estratégicamente la indiferencia de Octavio frente a su reclamo y se había concentrado en repetir el estupor que había delatado al imbécil apenas ella le había dicho que había recordado su primera conversación. Había un lugar recóndito en el cual él no era el dueño del universo y para Julia saber eso cambiaba todo.

Si tenía que ser completamente sincera—y estar encerrada como lo estaba no le dejaba otra alternativa que serlo—lo único que quería hacer era llamar a Facundo para contarle lo que le había dicho a Octavio. Estaba dispuesta a perdonar todo con tal de poder tener acceso a dos minutos durante los cuales la vida pudiese ser lo que siempre había sido. Y sabía que no sólo no debía sino que además no podía, que el daño había sido tan fuerte que las palabras no iban a poder salir de adentro suyo para que él las escuchara, porque donde antes había un camino limpio que hacía que la comunicación fluyera ahora había destrucción y escombros. Pero soñar no sólo era gratis, sino también inevitable. Había una parte adentro suyo que todavía quería hacerlo feliz a toda costa. Era patético pero no podía negarlo, y sabía que a Facundo nada lo iba a hacer más feliz que saber que Octavio había sido humillado. Alcanzaba con imaginar por dos segundos la cara de él al escuchar las últimas novedades para que ella pudiera dibujar el resto de la conversación en su mente. Julia iba a sentirse poderosa y él iba a estar encantado, porque siempre había odiado a Octavio tanto como ella.

La enemistad había empezado en la facultad, justo unas semanas después de esa noche en los serruchos. Octavio era brillante y Facundo era egocéntrico. Incluso en la incondicionalidad de su amor, Julia tenía que admitirlo. Y el problema no era que su novio pretendía que le den las notas que Octavio siempre conseguía, sino que objetivamente, Facundo no era merecedor de ellas. Por meses él había estado seguro de que había una preferencia de parte de los profesores que hacía que él nunca pudiera destacarse, porque la atención estaba enfocada en "el príncipe", como siempre lo habían llamado en complicidad. Fue casi a fin de año que Facundo había tenido que admitir que Ingeniería en Sistemas no era su vocación y se había pasado a Abogacía, donde había podido conseguir los laureles que siempre había querido.

Había ruidos en la cocina y por un momento Julia pensó en retrasar su merienda para evitar cruzarse con Octavio, pero la seguridad en sí misma que había adquirido la noche anterior la convenció de lo contrario. Cuando abrió la puerta, lo encontró a él sentado en la mesa viendo el comunicado diario de Boris Johnson.

— Hay café en la cafetera, — dijo sin mirarla.

Ella se sirvió una taza y se sentó al lado de él, sin hacer ruido. La cadena nacional le interesaba menos que la de Argentina, porque el primer ministro inglés no era quién iba a volver a abrir las fronteras, pero le seguía dando curiosidad.

Hasta que el fin nos separeWhere stories live. Discover now