DIECISÉIS

86 19 15
                                    

Al amanecer llegamos a una ciudad costera inundada. Los edificios se hunden en el agua salada y las algas y el musgo cubren las ruinas. Paramos para recargar las baterías con la luz solar. Hace tiempo que dejamos atrás la nieve. La temperatura es algo más cálida aquí, pero al mismo tiempo hay mucha más humedad. Las nubes cubren el cielo y le dan un aspecto lúgubre al amanecer que tiñe de colores rosados el horizonte. Cuando me bajo del coche observo atónita la masa de agua que se extiende tras la playa de runas. He visto fotografías del mar y en las películas lo suelen utilizar como elemento decorativo, pero jamás lo había visto con mis propios ojos ni tampoco había imaginado lo inmenso que parece. Se extiende más allá de donde alcanza la vista y su olas calmadas lamen la orilla, depositando espuma blanca sobre la arena. Fiko corre y ladra hacia el agua. Se encara con las olas que le empapan las patas.

Le sigo sin llegar a mojarme. No sé nadar y el agua me da mucho respeto. El perro empieza a ladrar cuando el agua se retira lentamente de la orilla y un soplo de viento le agita el pelaje.

—¡Yadei, sal de ahí! —chilla Sensa.

Pero es demasiado tarde, siento como una ola se abalanza sobre mí y el mar me traga. Intento agarrarme a algo, mis manos tan solo se topan con puñados de barro y rocas que el agua me arrebata de las manos. Contengo la respiración y agito los brazos para salir a flote. La corriente sigue tirando de mí, me agita la ropa, que se me enreda en los brazos y me impide moverme. El tiempo pasa y siento que me fallan las fuerzas, empiezo a convulsionar.

Entonces noto unos brazos fuertes que me rodean y me sacan a flote. Cojo aire con todas mis fuerzas y me agarro con energía a quien me ha salvado. Siento que nada rápido y al cabo de poco me saca del agua. Alguien me abraza entonces y me coge en brazos, llevándome hacia el campamento. No soy capaz de ver por la sal. Unos dedos me quitan el agua de los ojos y veo que Hyo me quita el abrigo mojado. Me sienta junto al fuego y me frota los brazos. Misuk está empapada, con los brazos en jarras y una expresión de preocupación.

—El mar es traicionero, Yadei —dice.

—Gracias por sacarme —balbuceo tiritando.

—Métela en el coche con una manta térmica, ahí dentro hace más calor que aquí —recomienda Sensa.

Hyo obedece y de repente siento que estoy tumbada sobre algo mullido. El androide me aparta unas cuantas trenzas de la cara y me mira con sus ojos pardos.

—Pronto entrarás en calor.

Yo asiento lentamente y me quedo adormilada en el coche. Hago un esfuerzo por mantenerme despierta. No puedo parar de temblar. Oigo sus conversaciones de lejos. Yaroc masculla algo y los demás discuten.

—Nos marcharemos al atardecer, en cuanto las baterías estén listas

—No vamos a irnos sin Fiko —reconozco la voz de Hyo.

—Fiko se habrá ahogado ya.

—Aun así tenemos que buscarlo. Los perros saben nadar.

—No seas tonto, no vamos a perder tiempo por ese animal.

—Ni siquiera lo soportas.

—¡Y qué! A Yadei le importa.

—Pronto se habrá olvidado de él.

—Ella no es así.

—Claro que lo es.

—Se nota que no la conoces.

—¿Y tú sí? ¿Crees que la conoces?

Siguen discutiendo, pero sus voces se hacen cada vez más lejanas. Me cuesta pensar con claridad y la angustia de pensar que Fiko podría haberse ahogado me invade. No sé si lloro, porque ni siquiera soy consciente del paso del tiempo.

Errores | Completa | HO 2Where stories live. Discover now