VEINTITRÉS

57 17 17
                                    

Cojo el papel donde tengo escritas las coordenadas. Están encriptadas, usando unos caracteres que inventé cuando era niña. El agua ha castigado el papel, pero aún puedo leer lo que pone. Las recito lentamente, asegurándome de decirlas bien, no me apetecería acabar en medio del desierto. La androide tarda unos segundos en saber el camino y, después de descansar un poco nos obliga a seguir por las calles de arena.

Yaroc camina lento, con el rostro torcido en una mueca de pavor. Su fachada se ha derrumbado en cuanto ha comprendido que Misuk nunca se aseguró de proteger a su madre. Peor aún, es posible que ya esté muerta. Es posible que muchas de las personas que conocí en el Exterior ya estén muertas. Pero no tengo tiempo para llorarlas. Me pongo al lado de Yaroc, no para consolarlo, ni para regodearme, sino porque quiero que vea que soy una aliada. Y lo cierto es que le necesito. En el búnker consiguió desenmascarar a Misuk sin que nosotros nos diéramos cuenta. ¿Cuánta información sabrá en realidad? De todas formas, si consigo que averigüe la forma de parar lo que sea que Misuk vaya a empezar en el Centro de Mando, podría impedir que miles murieran.

Es un plan descabellado. Y seguro que saldrá mal. Pero es lo único que se me ocurre por el momento. Es lo único a lo que me puedo aferrar. Dicen que la esperanza es ciega, que muchas veces no ve más allá. Pero yo no creo que sea así. Creo que la esperanza fortalece, te da el impulso necesario para seguir. ¿De qué vale moverte, vivir, si no tienes ningún objetivo? A lo largo de mi vida siempre he cumplido pequeños objetivos, metas que se encontraban a mi altura. Ahora me encuentro con una misión que me supera en todos los aspectos. Voy un paso por detrás cuando creía ir uno por delante. El mundo a mi alrededor, mis aliados, todo se ha desmoronado. Y lo que me impulsaba en un principio se ha convertido en una niebla lejana. Pero ahora sé, que por muy mínima que sea, hay una oportunidad de salvar muchas vidas. Y eso es lo que me da las energías necesarias para continuar.

Observo nuestro entorno. Edificios que alguna vez fueron blancos se hunden en la arena. Hay rastros de grandes estructuras, edificios que en su tiempo debieron ser muy modernos, pero que ahora se han convertido en un simple montón de chatarra. Todo el metal está oxidado y el sol parece haber blanqueado todas las ruinas. Algunas plantas que parecen secas sobresalen por los recovecos más imposibles, árboles con pocas hojas han crecido entre los edificios y en algunas zonas la arena desaparece casi por completo para dar paso a superficies rocosas.

Atardece antes de lo que esperaba y la temperatura desciende demasiado. Vuelvo a ponerme el abrigo. Yaroc presenta un espectáculo cuanto menos curioso. Su prótesis chirría a la par que él cojea. Se abraza a sí mismo y mira al suelo con los ojos perdidos. Misuk comprende que necesitamos descansar y escoge uno de los edificios ruinosos para encender un fuego. Comemos algo de lo que nos queda.

Yaroc se tumba sobre una esquina y se queda mirando fijamente a la nada. Y lo cierto es que, a pesar de que sigue sin caerme bien y de que sigo viéndolo como el estúpido integral que es, me da pena, mucha pena. Yo me sentí fatal cuando me enteré que Hyo me había ocultado la verdad sobre el Vínculo, así que no puedo ni imaginar qué se siente cuando alguien te miente y utiliza tal y como ha hecho Misuk con Yaroc.

¿Cómo me sentiría yo si supiera que mi madre está en peligro? Haría cualquier cosa por protegerla, por mantenerla a salvo. Y, aunque no haya nada que me relacione con Yaroc, sí que compartimos eso. Ambos sentimos una conexión especial con nuestra madre, es lo único que nos queda. Y, aunque no puedo olvidar la forma tan cruel en la que me habló el chico, sé que yo tampoco he sido la mejor persona con él. Y también sé que ambos compartimos un sentimiento de rencor hacia Misuk. Solo que él lo expresa mostrándose tal y como es en realidad, un niño perdido y solo, mientras que yo me hago más fuerte.

Me siento junto a él.

—Tenías razón —susurra con una voz que apenas reconozco. Ni siquiera me mira.

—Oye, tranquilo... —le pongo la mano en el hombro.

Empieza a sollozar.

—Mi hermana está muerta, mi sobrino también, mi madre, mi padre. Y es posible que mi tío también...

Con dedos trémulos intenta rehacerse la trencita que se ha deshecho en parte por las olas del mar. Yo le aparto las manos y se la hago con cuidado, colocando los hilos más o menos en el mismo lugar donde estaban antes. Me doy cuenta entonces de que a mí se me han deshecho unas cuantas trenzas del flequillo, pero no tengo forma de rehacérmelas porque he perdido los lazos que las mantenían sujetas.

—No sabes si ellas están muertas —digo refiriéndome a su hermana y su madre—. Así que no las des por perdidas.

—¿Qué voy a hacer ahora?

—No hundirte.

Eso le hace sonreír levemente.

—Lo dice la que no sabe nadar.

Le doy un leve codazo. Me quedo un rato en silencio.

—Te necesito —digo al fin—. Necesito que me expliques todo lo que sabes.

Yaroc se encoje de hombros.

—Ya te lo conté todo.

—Hemos de buscar alguna forma de detenerla —dirijo mi mirada hacia Misuk, que está limpiando el arma—. Aquí no, porque le bastan dos disparos para acabar con nosotros. En cambio... en el Centro de Mando...

—Sería mucho más sencillo huir ahora, aquí. No sabemos qué podemos esperar de ese sitio. No me apetece tener que enfrentarme a quién sabe cuántos guardias.

En parte tiene razón, ¿pero qué podríamos hacer nosotros dos maltrechos y cansados?

—Hyo me habló de lo que es el Centro de Mando, de lo que pudo ver.

Empiezo a explicar. Al parecer, el Centro de Mando es como una ciudad de los Pentágonos, pero que en vez de estar rodeada con un campo de fuerza se encuentra construida bajo tierra. Viven personas normales y corrientes, que fueron criadas con las mismas enseñanzas que yo: les hablan sobre un Exterior inhóspito y prácticamente inhabitable. Aunque, viendo lo que nos rodea, no me extraña. Lo cierto es que esta ciudad sumida en el desierto no parece el mejor lugar para vivir. Lo que esa gente no sabe es que su ciudad, el Centro de Mando, es el lugar desde donde se coordinan todos los Pentágonos, y que es la cuna del Proyecto Replika, un proyecto que fue creado hace varios siglos y que, al parecer, continúa con un objetivo bastante similar al original.

Y allí, entre todas esas personas ignorantes de la verdad, se oculta el Vínculo, conocedores de todo lo que me ha explicado Hyo. Y quién sabe si algo más. Al llegar, quizás haya alguna forma de impedir a Misuk que haga lo que haga. Quizás encontremos la forma de pararla.

Yaroc lo escucha todo y asiente.

—Depende de lo que nos encontremos quizás podamos hacer algo —ya está algo más calmado, pero no parece muy convencido. Añade—: En realidad, no has traicionado a Hyo, ¿verdad?

Me muerdo los labios y desvío la mirada.

—Necesitaba que Misuk pensara que estaba en su contra —me duele pensarlo—. Pero ya no sé qué pensar...

—Tranquila, seguro que él está bien. Te perdonará. Es una buena persona.

Otra vez volvemos a quedarnos callados. Suspiro y me acomodo en la pared. Observo a Misuk, me aseguro que continúe allí, como si pudiera controlarla... Me pesan los párpados, y aunque no tardo en cerrar los ojos, soy incapaz de dormir. Oigo que Yaroc se quita la prótesis. Me toca el brazo.

—Te ayudaré —hace una pausa—. Después de lo que has pasado mereces ser feliz.

No reconozco a Yaroc en esas palabras. Su tono es calmado, decidido. Y me recuerda a Gathol. Antes de que mi amigo cambiara. Contra todo pronóstico, ahora le echo mucho de menos. En verano solíamos explorar unas casetas abandonadas en la Zona Agrícola y a veces nos quedábamos a hacer la siesta sobre la hierba fresca. Y no sé a qué viene ese recuerdo, porque este sitio no se parece en nada a aquello.

El corazón me late rápido. Cada paso que dé en estos momentos o bien me acercará más a casa o bien a la muerte. Pero no tengo tiempo de pensar en negativo, así que aparto ese último pensamiento de mi cabeza e intento dormir.

Errores | Completa | HO 2Where stories live. Discover now