Sabine

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Un día, poco después de comenzar a trabajar, entré en la biblioteca de investigación, necesitaba un libro sobre derecho internacional. Encontré uno que parecía perfecto, pero estaba en alemán. Podía hablar el idioma decentemente, y podía leer un periódico, pero un libro de texto legal era todo un desafío. Sin embargo, fue lo mejor que pude encontrar, así que lo agarré y me dirigí a mi escritorio.

Y fue de camino cuando, sin saberlo, tomé la decisión de cambiar mi vida para siempre.

Ella estaba sentada en una mesa de la biblioteca, era delgada y grácil. De pecho plano, caderas recortadas y cabello corto y oscuro, Sabine podría fácilmente confundirse con un hombre joven. Pero obviamente era una mujer. Tal vez 10 años mayor que yo, y así como ella misma, cautivadora. Tan pronto como la vi, supe que tenía que conocerla. Nunca antes, o desde entonces, había sido flechada tan fuerte por alguien. Pero quién podría culparme, ella era hipnotizante.

Llevaba un suéter azul, con cuello de pico, sobre una camisa, y parecía haber escogido cuidadosamente los pantalones y zapatos. Estaba distraída mordiendo una patilla de sus gafas, mientras reflexionaba sobre algo que estaba leyendo. Entonces arrugó la nariz, de la manera más adorable que he visto nunca, frunció el ceño, y comenzó a garabatear en una libreta a su lado.

Ella me vio en frente suya y levantó la vista. Echó un vistazo a mi ropa americana, observó mi torpeza, y una sonrisa cruzó su rostro.

—Hola —dijo en inglés con acento alemán, mordiendo sus lentes mientras me miraba.

—Hola —respondí nerviosamente—, um... soy Kate. Soy nueva aquí, y yo... bueno, estaba buscando un libro... —mi voz se apagó con incertidumbre.

Me quedé allí, cual estúpida, sosteniendo un libro que en verdad no podía leer, mirando a una persona a la que tampoco podía leer. Por supuesto, debería haber seguido hasta mi escritorio, pero no pude. Algo en ella me había atraído a ese lugar, en ese preciso momento.

Sabine se echó a reír y se recostó en la silla, colocando las manos detrás de la cabeza.

—Me parece que ha encontrado un libro —dijo suavemente, haciendo un gesto hacia el tomo que descansaba en mi mano.

—Yo... eh... bueno, encontré un libro —logré decir—, pero, realmente no puedo leerlo, así que no me sirve de mucho —dije, sintiéndome como una idiota.

Sabine se rio a carcajadas. Luego se levantó, se acercó a mí, tomó el libro y escaneó la portada. Volvió a reír, y me miró a los ojos. Parecía que podía ver directamente en mi alma. Su actitud y su mirada eran severas e intensas, pero su voz era gentil y amable.

—Kate —dijo suavemente—, mi nombre es Sabine, tengo una buena noticia para usted, y es que, yo si puedo leer alemán. Estaré encantada de ayudarla si quiere.

Y por alguna razón, me sentí muy feliz de estar cerca de ella.

—Me encantaría —dije, sonriendo.

Sabine tomó mi mano y me llevó a su mesa.

—Creo que esto también me encantará a mi —dijo con una pequeña sonrisa—. Ahora, ¿Qué necesita saber?

Trabajamos juntas el resto de la tarde. Tenía miedo de que ella estuviera descuidando su trabajo, pero se burló de eso y nos acurrucamos juntas sobre el libro, trabajando en mi proyecto. Era inteligente. Brillante en realidad. Y perspicaz. Pero lo más importante, nos llevamos bien de inmediato, y antes de darnos cuenta ya era entrada la noche.

—Mein Gott (Dios mío) —exclamó Sabine, mirando su reloj—. Voy a llegar tarde a una cita. Lo siento, Kate, pero debo irme.

Nos pusimos de pie.

—Está bien, Sabine, muchas gracias por su ayuda. Realmente lo aprecio —le dije sinceramente.

—Problema ninguno —respondió ella—, lamento irme así, mañana la ayudaré más si lo necesita. ¡Adiós!

Y se alejó antes de que pudiera decir algo más.

Me senté, sintiéndome un poco abatida. Realmente disfruté trabajar con ella, era muy inteligente e interesante. Y era... en fin... no podía ser exacta, pero algo en ella me intrigaba.

Empaqué mis cosas y caminé a casa, disfrutando de las vistas de una noche vienesa. Mientras me dirigía a la Kärnerstrasse, pasé por grandes tiendas y multitud de personas elegantes. Un grupo de mujeres admiraba el póster de un modelo masculino, adornado con un traje de alta costura.

—¡Dios mío, es tan guapo! —exclamó una de ellas.

Miré el cartel, y noté que el color de su corbata era del mismo color que el suéter que Sabine había usado. Me detuve en seco.

Sabine me fascinó porque era tan —dudé— guapa. Increíblemente guapa, ¡Era hermosa! Recordé que apenas podía quitarle los ojos de encima. Regresé a casa, preguntándome por qué estaría tan cautivada por la aparición de una simple compañera de trabajo, pensando en si volvería a verla...

Sabine©️[COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora