Responsabilidades

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Pasé un maravilloso fin de semana en Viena, imaginando que Sabine estaba conmigo en todo momento.

El lunes siguiente me vestí con más esmero de lo habitual para el trabajo. Elegí mis mejores vaqueros y me los puse cuidadosamente, una camiseta ceñida y un suéter azul. Agregué un pequeño collar de plata y sentí que iba divina.

Caminé a saltitos hasta la oficina, tarareando a Johann Strauss y adorando el ambiente vienés de por la mañana. Cuando llegué tiré mis cosas encima de mi escritorio y me dirigí a la oficina de Sabine. Mi corazón se detuvo. Estaba vacío y la puerta cerrada, ni siquiera la secretaria estaba allí. Maldición. ¿Y si se retrasaba unos días más?

Sintiéndome abatida comencé a caminar de vuelta a mi puesto de trabajo, pero a mitad de camino escuché pasos detrás de mí. Me di la vuelta y allí estaba ella, parada en el pasillo, sonriendo.

—Veo que hoy llegas temprano —se rió Sabine.

Me sonrojé. Ella me miró y torció el dedo en un gesto de "ven aquí". Cuando me acerqué Sabine me llevó de la mano a su oficina y cerró la puerta, colocando sus manos a cada lado de mi cabeza, me presionó contra ella y acercó su rostro al mío.

—Buenos días —dijo con una amplia sonrisa—. Te he echado de menos.

—Puedo decir lo mismo —jadeé. 

Descansé una mano sobre su brazo extendido. Ella la tomó.

—Desafortunadamente tengo mucho trabajo que hacer hoy —me dijo, llevando esa misma mano a su boca y besándola—. Tengo que escribir un informe importante, pero cuando termine quiero estar contigo —Ella levantó la vista y sonrió—. ¿Cena de nuevo?

—Por supuesto —le respondí. 

Sabine besó tres de mis dedos y los presionó contra mi boca, transfiriéndome su beso. Mil pensamientos comenzaron a volar en mi cabeza.

—Está bien, entonces deberíamos hacer nuestro trabajo —dijo con fingida severidad—. Me gustaría mantener el mío.

Esa noche tuvimos una encantadora cena de "bienvenida a casa" para Sabine y luego caminamos por Viena tomadas de la mano, simplemente hablando. Era una dicha estar con ella de nuevo. Y mi corazón cantó de felicidad cuando me di cuenta de cuánto me había echado de menos.

Ahora entendía lo genial que era amar y ser amado. Yin y yang. Sal y pimienta. Caballo y carruaje. ¿Amor y matrimonio? Bueno, pensé para mi misma, déjate tiempo al menos para ver de qué va este asunto del amor antes de preocuparte por eso. Tenía mis manos llenas solo con eso.

Mantuvimos las cosas como estaban, tomadas de mano, abrazos y besos en la nariz, y permitimos que nuestra relación creciera. Tuve la oportunidad de ver a Sabine en varios comités de la ONU y reuniones de diplomáticos internacionales. Era una maestra en lo que hacía, tan competente. Y fue tratada con enorme respeto por personas que eran todas mayores que ella. Sabía que ella haría una contribución real, auténtica al mundo. ¡Estaba tan orgullosa!

También me di cuenta de que tener a un pasante cualquiera corriendo a su oficina todos los días para estar con ella no le daría muy buena imagen. A medida que nuestra relación se profundizó, cambiamos el tiempo juntas del lugar de trabajo a las maravillosamente románticas calles y cafés de Viena.

Un par de semanas después recibí una asignación para hacer un informe sobre niños soldados en África y las bases legales para la intervención. Trabajé en la biblioteca y me dediqué enteramente a ello.

Estaba garabateando notas mientras hojeaba un par de libros y un diccionario alemán, cuando sentí una presencia detrás de mí.

Sorprendida, salté en mi silla y me di la vuelta para ver la cara de Sabine justo frente a la mía. Estábamos tan cerca que nuestras narices casi se tocaban.

—Entonces, ¿ya no quieres mi ayuda con tus informes? —bromeó.

—No, quizá quiera tu ayuda para cosas más importantes —espeté. Inmediatamente me sonrojé por temor a haberle dado una idea equivocada. "¿Idea equivocada sobre qué?". Mi conciencia interrogaba internamente.

—Eso es bueno —dijo con una sonrisa de lado—, siempre estoy disponible para cosas importantes —Hizo una pausa y tocó el montón de papeles de encima de mi mesa—. Pero debo decirte que te han asignado un trabajo importante. Es una gran responsabilidad.

La miré sin comprender. Pensé que esa era otra de las tareas domésticas de la empresa que se me presentaban desde que llegué.

—¿Importante? Quiero decir, ¿por qué yo? —pregunté. Ella sacudió la cabeza.

—No tuve nada que ver con eso —me dijo sin rodeos—. Francamente, si me hubiesen preguntado, habría dicho que esto es demasiado grande como para que lo haga un interno —Ella me miró intensamente—. Lo que salga de esta conferencia probablemente salve o mate a más de 10,000 niños —dijo—, y este informe ayudará a establecer la base. Por favor, tómatelo muy en serio. Es importante —Eso me tranquilizó.

—Pero cómo... —comencé. Ella me interrumpió.

—Tu último informe fue tan impresionante que el grupo unánimemente pidió que te encargaras de  este —sonrió—. No sabes lo orgullosa que estoy de ti, Kate. Me recuerdas a mí misma cuando era más joven. Creo que tendrás un gran futuro.

—Wow. Está bien Sabine, haré que este informe sea perfecto —le aseguré.

—Sin embargo, no vine aquí para hablar sobre trabajo. Son las 6 de la tarde y no he tenido noticias tuyas en todo el día— me regañó. Miré mi reloj. El día había pasado volando, me di cuenta de que había estado trabajando duro durante demasiadas horas. Ni siquiera había pensado en parar a almorzar, estaba hambrienta—. Vamos a cenar —sugirió Sabine.

Empaqué mis cosas en tiempo récord, agarré mi abrigo y salimos. Esta vez me llevó a un divertido lugar italiano y pidió ensaladas, pizza, un plato de espaguetis con pesto y una muy buena botella de vino. Fue increíble.

Después de la cena sacó sus cigarrillos y me ofreció uno. Lo tomé y comenzamos a hablar, compartiendo alguna que otra historia de vida. Mi educación religiosa le fascinaba, especialmente porque contrastaba con sus raíces cosmopolitas. Nació y creció en Viena, y había estado expuesta a la alta cultura y el arte desde su juventud.

Pronto estábamos tomadas de la mano mientras caminábamos a la luz de las farolas vienesas, y me di cuenta de que su toque me estaba afectando a medida que pasaban los días. Siempre había sido relajante y emocionante a la vez. Ahora también era excitante. Podía sentirlo. Después de un tiempo caminando, agarró mis dos manos y me miró a los ojos.

—¿Te gustaría venir a ver mi apartamento? —ofreció. Dudé por un segundo. Entonces me di cuenta de que caminaría hasta el infierno con alegría mientras fuésemos juntas de la mano.

Sabine©️[COMPLETA]Where stories live. Discover now