Visita sorpresa

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—Oh, Dios mío! Me alegra que hayas llamado —Casi me eché a llorar—. Desearía estar en tus brazos más tarde esta noche.

—Bueno, lo estarás. Mi avión aterriza a las 21:00. Y estaré hambrienta. ¿Te gustaría cenar conmigo?

—¿Cómo? ¿Dónde estás? Quiero decir. ¡SÍ! Quiero cenar contigo. En cualquier momento. Medianoche. No me importa. Quiero abrazarte. Pero... mmm... no tenías que volver todavía.

Las palabras se tropezaron saliendo de mi boca. Todavía estaba sin aliento.

—Lo sé, pero hice mi trabajo lo más rápido que pude para poder salir temprano. Tuve que volar desde Helsinki a través de Tallin y Varsovia. Un vuelo infernal más en el puto Aeroflot y estaré allí contigo.

No pude hablar.

—¿Kate? —habló Sabine—. ¿Todo bien?

—Estoy llorando, ¡estoy tan feliz! —exclamé—. Sí, todo está bien, siempre y cuando me llames.

—Está bien. Ni siquiera los jodidos rusos me detendrán. Te llamaré cuando llegue a mi apartamento, ¿de acuerdo? Te amo.

—Oh Dios, yo también te amo —lloré—. Te amo mucho, Sabine.

Después de colgar comencé a revolverme como una loca tratando de elegir qué ponerme, agarrando cosas para la ducha. La idea de masturbarse ahora parecía absurda. Solo retrasaría mi preparación para ver a Sabine.

Entonces pude controlarme y miré el reloj. 16:45. Me di cuenta de que faltaban horas antes de que ella llegase. Sabine no estaría en su casa hasta las 21:30 como muy pronto, y solo me llevaría 20 minutos llegar allí...

Inmediatamente decidí no esperar su llamada. Planeaba llegar a su casa a las 21:30 y esperar allí. ¿Qué iba a hacer excepto volverme loca de todos modos? Estaba híper ventilando.

Me duché con cuidado y me puse su atuendo favorito: jeans, la camiseta azul y la sudadera con capucha verde, todo recién planchado. Y la cadena de plata que ella dijo que era sexy.

Después de tomarme el tiempo necesario para estar lo más perfecta posible para ella, miré el reloj. 18:00. A la mierda. Me puse las botas, agarré el paquete de cigarrillos y salí, incapaz de quedarme quieta por más tiempo.

Cuando abrí la puerta y apagué la luz sentí un repentino impulso de rezar. Cerré la puerta y me arrodillé.

—Querido Padre Celestial, por favor guía mis pasos esta noche. Por favor, ayúdame a ser tu fiel servidora siempre. Por favor, cuídame. Y por favor, Señor, trae a mi Sabine a casa a salvo. En tu nombre. Amén.

En la penumbra de la tarde, la oscura escalera parecía ominosamente espeluznante. Mientras descendía, extrañas sombras demoníacas jugaban en las paredes, la atmósfera perfecta para el descenso de un pecador al infierno. Escuché golpear puertas en la distancia y el choque de la puerta de metal del ascensor. Comencé a sudar frío y me apresuré a bajar, como si el mismo Satanás estuviese detrás de mí. Huí por el hall de entrada y abrí la puerta.

Y emergí a la mágica Viena. Los copos de nieve centelleaban y las calles brillantemente iluminadas estaban llenas de gente riendo y celebrando. ¡Oh, bella y maravillosa Viena!

Corrí por las calles llena de alegría y sintiéndome ligera como una pluma. Me detuve frente al teatro de la ópera, luego corrí atrapando copos de nieve con la lengua, mareada al saber que iba a ver a Sabine y que no me encogía ante la idea de su inminente toque.

Sabine©️[COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora