"Mi Kate"

256 46 3
                                    

Ella me llevó a su cafetería favorita. ¡Todo era tan elegante y sofisticado! Me di cuenta de que a pesar de que Sabine se vestía de manera informal, siempre se veía y actuaba muy elegante.

Al mirar a la gente tan bien vestida, me sentí aún más como una intrusa, pero Sabine inmediatamente me tranquilizó. Comencé a entender cómo alguien tan joven como ella podía estar en un cargo profesional tan importante. Siempre ha sido bastante notable.

Pronto llegó nuestro café. El camarero trajo las tazas de "Brauner" en bandejas de plata con un vaso de agua, y Sabine me explicó la historia y tradiciones de los cafés vieneses. Parecía muy orgullosa de su ciudad y sus tradiciones. Yo estaba realmente interesada, y ella comenzó a contarme más sobre la historia de la ciudad.

Después de algún tiempo, buscó en su maletín, y sacó un paquete de cigarrillos y un mechero. Suavemente sacó un cigarrillo y lo encendió expertamente, exhalando el humo. Me sorprendió. Ella era tan... agradable, tan culta, demasiado como para haber imaginado que fumaba.

Sabine vio mi reacción.

—¡Oh! —exclamó—. Lo siento, debería haber preguntado, creo. ¿Le molesta que fume? —preguntó apartando el humo con la mano.

Como de costumbre, era directa, pero su voz era amable. Mientras hablaba, un delgado zarcillo de humo salió de su boca.

No supe que decir.

—Yo...yo... nunca había pensado en ello —tartamudeé—. No esperé que fumase, creo que estoy más sorprendida que nada.

Sabine sonrió.

—Fumar es más normal aquí que en Estados Unidos —dijo.

Era cierto, la cruzada antitabaco todavía no había tomado fuerza allí. Y tenía que lidiar con restaurantes y bares llenos de humo.

—No pensé que se sorprendería, pero tiene sentido —continuó—. Lo siento, ¿Quiere que lo deje?

—Parece que lo disfruta —le dije—, así que por mí está bien.

En realidad, fumando la encontraba,
como todo lo demás sobre ella, intrigante. Pasamos un par de horas con nuestra clase de café e historia. Cuando parecía que era hora de irse, me armé de valor, y pregunté si podíamos vernos para tomar un café o algo el fin de semana.

—Kate, me encantaría —dijo Sabine—, pero tengo que ir con la familia de mi madre en Linz, dan una gran fiesta para mis abuelos –dijo sonriendo–. Tendremos que compensarlo la próxima semana, ¿si?

Asentí y me fui, sintiéndome más segura de sobrevivir el fin de semana sin Sabine.

Sin embargo, a la semana siguiente, el destino pareció conspirar contra nosotras. Jan y Janneke tenían problemas para cuidar al pequeño de la casa, al no encontrar niñera, y la solución más obvia era que volviera a casa temprano del trabajo para ayudar.

Afortunadamente, Sabine me había dado el número de teléfono de su oficina privada, así que tuve la oportunidad de llamarla, y explicarle mi nueva situación. Ella parecía decepcionada, sin embargo, y aunque quede feo decirlo, su tristeza me hizo sentir bien. Acordamos que nos veríamos tan pronto como pudiéramos.

A medida que avanzaban los días, nos limitamos a mantener breves charlas durante nuestros días de trabajo.

Una semana más tarde, por suerte, se consiguió contratar a una niñera, y nuevamente fui una mujer libre. Llamé con entusiasmo a Sabine a primera hora del lunes por la mañana, solo para descubrir que estaría ocupada todo el día. Sin embargo, en el acto, concretamos una cita para el martes.

Sabine©️[COMPLETA]Where stories live. Discover now