花FLOWER ⟨Minjoong⟩

𝑺𝒆𝒊𝒔

Unos brazos reconfortantes rodeaban su cuerpo, mientras el pelirrojo lloraba desconsoladamente. Su abuelita ya no estaba, la neumonía y el resfriado acabaron con ella.

El Omega se había quedado con ella un mes, atendiéndola todo lo que pudo y el príncipe había contratado a un muy buen médico. Pero las fuerzas de la anciana eran casi inexistentes y era normal, habían sido unos largos pero felices 93 años. Sin duda la persona más longeva de todo el reino, la media es de los 50 años de vida.

Pocas personas se encontraban en el cementerio diciéndole el último adiós: Hongjoong, Mingi y algunos trabajadores del palacio.

— Está en un lugar mejor, y ha vivido muy feliz contigo. Estaba orgullosa de tí. — Susurró el Alfa sin soltar en ningún momento al pelirrojo.

— L-Lo sé... — La voz le temblaba y su nariz moqueaba. No quería estar más ahí, tenían que irse.

Hongjoong se acercó a la lápida de su abuela dónde estaba grabado su nombre: “Kim Sook”.

Se agachó junto a la lápida dejando un ramo de rosas rojas. Hermosas y fuertes como su abuelita.

— Hola abuelita... — El pelirrojo se sentó en el suelo para estar más cómodo — Quería darte las gracias por haberme cuidado, seguro papá y mamá se sienten orgullosos de tí y de mí aunque yo no los haya conocido. Siempre estuviste tú, y solo por eso eres la mejor... Gracias por darme fuerzas. Prometo venir siempre que pueda a dejarte flores y a hablar contigo, como hacíamos. Te amo abuelita, espero puedas descansar en paz...

El pelirrojo se levantó, se había manchado la ropa con la tierra pero le daba igual. Abrazó de nuevo a su Alfa, sintiendo como éste acariciaba su pelo.

Durante éste mes crearon un lazo hermoso, no habían pasado de besos en la mejilla pero preferían que todo fuera lento y duradero.

— Vamos... Tenemos que ir a por mis cosas. — Dijo sorbiendo su nariz mientras limpiaba sus lágrimas.

El príncipe asintió y tomó su mano, iría con él y estaría con él siempre.

El pelirrojo guardaba las cosas de su abuela en baúles. Nadie viviría ahí así que guardaría las cosas para que no se estropearan.

Iba a deshacer la cama para guardar los cojines y las mantas. Al levantar un cojín encontró un sobre blanco, tenía escrito:

“Para Hongjoong”

Reconoció la caligrafía de su abuela.

Era para él así que no dudó en abrirla y comenzar a leer:

“Hola Hongjoongie. Es obvio que soy yo, tu abuelita.

Te estarás preguntando que qué es esta carta. Si la estás leyendo es que ya no estoy aquí.

Te escribo ésto para que sepas la verdad, porque he sido tan cobarde que no podía decírtelo a la cara.

Quiero contarte cómo llegaste a mi vida.

Recuerdo aquel día perfectamente, hace 17 años.

Era un día de tormenta y debían ser alrededor de las tres de la madrugada.

Caminaba de camino a casa después de un largo día de trabajo. ¿Recuerdas todas las veces que me acompañabas a trabajar al palacio? Todos me decían que tenía un nieto hermoso, recuerdo eso y siempre lo llevaré conmigo.

Caminaba intentando no caerme debido a todo el viento que había. Estaba a punto de salir del poblado cuándo me llamó la atención un llanto, el lloro de un bebé.

Justo al lado del cartel que tiene escrito el nombre del poblado había un pequeño cesto. De él asomaba una cabellera roja, una muy brillante y muy hermosa. Entonces te vi, un pequeño bebé envuelto en una mantita.

Miré a los lados y no había nadie, no iba a dejarte ahí así que te cogí y te llevé a casa.

Te sequé y te hice una sopa de verduras, era tu plato favorito y nunca cambió.

Durante un mes estuviste viviendo conmigo, hice carteles y pregunté por todo el pueblo. Pero nadie te conocía.

Te cogí tanto cariño y tú a mí, que decidí quedarme contigo. No tenía hijos, no tenía a nadie hasta que llegaste a mi vida.

Sí. No eres mi nieto de sangre, lo siento cielo.

Quiero que sepas que me da igual la sangre, siempre serás mi nieto y te amo.

Pero eso no es lo peor...

Hice algo malo, muy malo. Perdóname...

Hongjoong quería continuar pero no había nada más, la humedad de la casa había borrado el resto de la carta.

Las lágrimas bajaban por las mejillas del Omega. No era nieto de sangre de su abuela... Todas las cosas que le había contado de sus padres, todas las historias... Eran mentira. Y ni siquiera sabía que era aquello tan malo que hizo su "abuela".