CAPÍTULO XXIV

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Apoyo su cuerpo en uno de los árboles y se abrazó a sí mismo. Sus ojos se comenzaron a nublar, estaba seguro que tenía fiebre. Sus piernas dolían, al igual que la herida y casi no podía respirar. Miró al cielo recibiendo las frías gotas de lluvia en su rostro. Maldijo una vez más el haberse internado en el bosque.

Después de haber discutido con el rey, había caminado sin rumbo fijo, tratando de secar inútilmente las lágrimas que humedecian su rostro, maldiciendo una y otra vez al alfa y al destino que jugaba con el. Tarde se había dado cuenta que estaba en una parte del bosque que no conocía y no supo como volver. Para rematar su suerte había comenzado a llover.

Había caminado por mucho tiempo, tratando de buscar refugio, aunque el dolor en su cuerpo no le permitía moverse mucho. Pero solo encontraba árboles y más árboles. La lluvia impedía rastrear algún aroma conocido y la oscuridad no ayudaba a su ya nublada visión.

Jiang Cheng jadeo y se encorvó al sentir una punzada recorrer su cuerpo. Mian Mian le había dicho que no hiciera mucho esfuerzo. Como pudo se alejó del árbol en que se habia estado apoyado y comenzó a caminar de nuevo. Tenía que buscar un lugar donde descansar, hasta que la lluvia cesara. Sus piernas temblaron, en anunció de que estaba llegando a su límite. Logró ver un lago, antes de caer de rodillas al húmedo suelo. Los rayos iluminaron el cielo y su cuerpo tembló.

-Demonios. -Gruño Jiang Cheng. Sus manos impidieron darse de cara contra el suelo, pero igual su cuerpo se desplomó entre el lodo y las hojas que cubrían el suelo.

Ya no podía más.

-No puedes quedarte aquí. -Jiang Cheng escuchó una suave voz, pero estaba muy débil para buscar de donde provenía.-Vamos, levantate. Yo te ayudare.

Jiang Cheng sintió unas cálidas manos que sujetaban su cuerpo. Pudo distinguir que el que lo ayudaba era mucho más bajo que él. Llevaba una capa con capucha, que cubría su rostro. Como pudo arrastro sus pies, dejándose llevar por el extraño. No se dio cuenta cuánto o por donde caminaron, hasta que llegaron a un árbol muy grande, el cual tenía un agujero en su tronco. El extraño lo ayudó a entrar y lo recosto en una cama de hojas que allí había.

-Aquí podras quedarte. Debes recuperarte. -Jiang Cheng se removio un poco. Quiso agradecer, pero sus sentidos se llenaron del aroma familiar de Lan Xichen.

Quizás era por la fiebre o por todo lo ocurrido, pero lo único que salió de sus labios fue un sollozo, seguido de un fuerte llanto.

-Ya no llores. -La mano del extraño se poso a un lado del rostro de Jiang Cheng. Los ojos oscuros miraron al sujeto; Una ojos cafes brillantes que desbordaban gentileza y una un rostro fino y delicado, el cabello negro y largo. Se le hacía familiar pero no sabía de donde. El extraño sonrió. Por alguna razón esto hizo que el corazón de Jiang Cheng se llenara de un calor que lo hizo calmar.

-Él es terco, pero se que te quiere. -Jiang Cheng miró con el ceño fruncido al extraño. -Todo va a estar bien. Ahora descansa. -El omega quiso protestar, pero sus ojos se habían comenzado a cerrar y la oscuridad se apoderó de él.


 -El omega quiso protestar, pero sus ojos se habían comenzado a cerrar y la oscuridad se apoderó de él

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